lunes, 23 de julio de 2012

Terapia familiar ¿con hijos adultos? Algunas reflexiones en torno a la terapia familiar con miembros adultos


“…Se dice también que esta Familia de Almas
en cada experiencia de vida vuelve a encontrarse
y este fenómeno, es vida tras vida más perfecto.
Y según haya sido nuestra respuesta a la misma
nos hacemos más sensibles a percibir este reencuentro mágico
con la familia real de cada cual…”




Permanentemente en nuestro trabajo clínico con familias con niños y adolescentes, en el ICHTF hemos reflexionado en el por qué y en el cómo incluir a los niños como sujetos activos y protagonistas del sistema terapéutico; sin embargo, durante el último tiempo hemos recibido varios casos donde las familias están conformadas por padres adultos (o adultos-mayores) e hijos adultos. Éstas familias se han convertido en un gran desafío, pero a la vez, en una importante experiencia de aprendizaje y análisis en relación a nuestro modelo de intervención.

En este contexto han sido recurrentes algunas preguntas como: ¿qué hace que adultos que dejaron de vivir con su familia de origen hace un tiempo, y que en muchos casos ya han formado sus propias familias (con todas las vicisitudes que esto significa) vuelvan a terapia familiar con sus padres y hermanos? ¿Para qué asisten? ¿Por qué no buscan espacios terapéuticos individuales? ¿Son los padres quienes movilizan a los hijos o son los hijos quienes sienten necesario traer que sus padres a terapia (quién trae a quién)?

Quisiera compartir con ustedes algunas de las reflexiones que nos han ayudado a intentar responder estas preguntas.

Lo primero destacable es que estas familias asisten en busca de terapia familiar y todos (o casi todos) los integrantes adultos, se encuentran motivados y comparten un motivo de consulta,  no siendo este encuadre el resultado de una construcción previa, durante alguna etapa de un proceso terapéutico en el cual haya participado alguno de sus miembros. Por lo tanto, esta “terapia familiar con miembros adultos”, adquiere gran significación para cada uno de los individuos que conforman dichas familias, quienes reconocen en este espacio una oportunidad única de ayuda, otorgándole a su participación en “este” momento de la vida familiar y personal, una gran importancia.

La experiencia con estas familias ha permitido reconocer dinámicas donde más que un paciente designado, aparecen motivos de consulta relacionales que logran movilizar a cada uno de los miembros, aunque no vivan juntos. Dentro de éstos podemos mencionar la vivencia de alguna situación traumática (abuso sexual o suicidio) de alguno de ellos, interés por “mejorar la comunicación padres- hijos”, preocupación por  el “estado emocional“   de alguno de los integrantes  o  “sanar temas del pasado”.

Al observar las dinámicas de estos sistemas familiares, se reconoce que los hijos adultos comienzan a asumir nuevos roles en la relación con sus padres. Se observó mayor inquietud por la salud física y emocional de éstos; y en los casos donde que se ha producido un “corte emocional” con alguno de ellos, se buscaba generar nuevas conexiones. La terapia se convierte así en una forma de evaluación y generación de nuevas estrategias para que los hijos acompañen a sus padres. 
Apareció también en estas familias la preocupación recurrente de estos hijos adultos por la relación de pareja de sus padres. Si bien se reconocieron conflictos que perduraban de etapas anteriores, los hijos sentían que en este momento vital de los padres era fundamental que esta relación mejorara.  

Varios de ellos manifestaron que al no vivir con sus padres, sentían que ya no cumplían de la misma forma el rol de “mediación” en los conflictos como lo hacían antes. Esto pudiese expresar un deseo idealizado del modo como sus padres debían vivir su relación de pareja, queriendo dejar de ocupar el rol habitual (de estar triangulado), lo cual probablemente los había acompañado siempre como hijos. Además; en los casos donde el padre o la madre no tienen pareja, se observó en angustia el intentar proyectar un futuro donde pudiese reconocerse soledad o abandono.

Por otro lado; los padres señalaron querer resolver temas “pendientes” relacionados con los hijos. En este contexto la terapia familiar puede ser entendida como un espacio donde “siguen siendo familia”, lo cual les permite sentirse más cercanos, acompañados y menos angustiados de los que podría suceder con la dinámica familiar una vez que ellos ya no estén vivos (miedo a desintegrarse como familia). Aquí aparecen las expectativas del modelo familiar (muchas veces idealizado también) que han intentado instaurar durante su historia familiar.

También ha sido posible reconocer en estos casos lo importante que ha sido el espacio de terapia para el fortalecimiento de la relación entre hermanos (fratría). Destaca la motivación que pudiese tener un hermano mayor en participar de un espacio que pretendía ayudar a hermanos menores; como la experiencia sanadora que pudiese significar para cada uno de ellos el compartir la historia familiar común vivida,  así como la las experiencias familiares experimentadas de manera diferente. Se trabajó en fortalecer los recursos existentes, considerando el lazo entre los hermanos como un ámbito fundamental para mantener positivamente la dinámica familiar.

Los hijos reconocen que muchos aspectos significativos de su historia con su familia de origen (e incluso en generaciones previas) se actualizan o ponen en juego en las relaciones que mantienen en la actualidad; por ejemplo, en el plano de pareja o en cómo desarrollan su propia parentalidad con sus hijos. Es así como al abordar en la terapia aspectos asociados a la  historia de la familia  de origen (procesos históricos de la familia) no sólo se alude a temas “pasados” ; si no que también a temas “actuales y futuros” ( mirada relacional actual del aquí – ahora y lo que vendrá).

Aparece entonces expresada en estas familias la paradoja  “regresar para partir mejor”;  donde para los hijos adultos la terapia sería un espacio de búsqueda de una  mejor autonomía a través de una mayor “nutrición” afectiva que permita alcanzar dicha madurez.  Por ejemplo, una hija adulta en proceso de dejar de vivir junto a sus padres señaló “quiero que esta terapia me ayuda a irme mejor…quiero salir bien de la casa”. Este encuentro “personal” con los miembros de su familia (y no sólo con la representación internalizada que se tiene de ellos) facilitaría el nivel de diferenciación, favoreciendo la resolución de conflictos actuales (individuales y familiares) que pudiesen estar trabados y retomar tareas de diferenciación/individuación en los distintos miembros que consultan, destrabando procesos evolutivos.  

Entendemos que existe durante toda la vida de  los distintos miembros de las familias una tensión constante entre los procesos de individuación/autonomía y pertenencia, la cual toma formas específicas y características en los diferentes momentos del desarrollo tanto de los sujetos como del sistema familiar;  generando nuevas formas y niveles de conexión. Como individuos existimos dentro de los vínculos, estableciendo nuestro sí mismo en lo interpersonal, el cual se mantiene y modifica en el curso del desarrollo; en cada una de las interacciones al interior de la familia a lo largo de las distintas etapas del ciclo vital de ésta.

Ha sido sumamente enriquecedor poder reconocer “momentos de encuentro” entre los distintos miembros de estas familias al profundizar en su historia, conflictos vinculares pendientes y especialmente en las heridas que éstos les han dejado. En este punto cabe destacar los momentos donde el  padre/ madre relata etapas previas de su historia, muchas veces no conocidas por sus hijos (“el padre-madre como niño”), las cuales son escuchadas activamente por sus hijos-adultos, contactándose compasivamente con la niñez vivida por sus padres, con todas sus áreas vulnerables, entregándoles una comprensión diferente a la historia transgeneracional, generando una nueva narrativa donde se resignifica lo vivido. Se favorece así un dialogo intergeneracional  que otorga una nueva comprensión de los conflictos, disminuyendo las culpabilizaciones y flexibilizando las representaciones que se tienen de los padres.  Además, el  volver a mirar la parentalidad de los padres- abuelos y su historia de pareja facilita el poder enriquecer las relaciones de los hijos –padres con las generaciones posteriores.

También aparecen necesidades de los padres- abuelos, como la de reconstruir una nueva relación con sus nietos, las cuales en muchas oportunidad ha estado marcada por la historia vincular con los hijos adultos. El espacio terapéutico se convierte de este modo en un lugar donde se favorecen formas novedosas de relacionarse y donde también se fortalece el vínculo con las generaciones posteriores.

Una mirada “sistémico –evolutiva” también facilita la comprensión y el acercamiento a estas familias; donde  integrar el ciclo de vida familiar ayuda a conectarse con ellos de manera empática en la forma como cada uno enfrenta las tareas de la fase del desarrollo en la cual se encuentran,  reconociendo transiciones o tensiones esperables en cada etapas (por ejemplo familias donde los hijos adultos dejan el hogar , familias con padres adultos mayores o hijos que se divorcian y vuelven a vivir con los padres). En la terapia se intentaba co-construir con las familias narrativas donde se consideraban etapas del ciclo vital donde se encuentran cada uno de los miembros de la estas familia.

Finalmente; no debemos dejar de señalar el análisis permanente desde la persona del terapeuta  y sus resonancias. Aparecen entonces preguntas como las siguientes: ¿cómo me siento con esta familia? ¿Cuáles son los puntos de entrampe? ¿Cómo me vinculo actualmente con mi familia de origen? ¿Asistiríamos a terapia familiar con nuestras familias  de origen? ¿Qué haríamos en el lugar de los hijos?   No debemos dejar de reconocer que como terapeutas vivenciamos permanentes encuentros y conexiones emocionales con estas familias. Se compartió en varias ocasiones la edad y desafíos del ciclo vital de algunos de sus miembros, se generaron reflexiones en relación a las propias vulnerabilidades, nivel de diferenciación, relación actual con familia de origen, etc. Así los terapeutas formamos parte de estos complejos sistemas relacionales, resonando a las subjetividades  y emociones de cada uno de los miembros y también las propias.

A modo de conclusión; cabe destacar que estas terapias han sido evaluadas positivamente por dichas familias y se convirtieron en oportunidades de cambio relacional y  generando narrativas diferentes que continuarán evolucionando y trascendiendo más allá del término de dichos procesos, pudiendo otorgarles la posibilidad de una historia familiar diferente, más allá del momento vital en el cual se encuentren.



Cristina Vera
Psicóloga Clínica- Terapeuta Familiar
Miembro Unidad de Terapia Familiar con niños y adolescentes

domingo, 22 de julio de 2012

A mi también me duele: Niños y niñas víctimas de la violencia de género en la pareja


En el marco de la presentación de su libro “A mi también me duele: niños y niñas víctimas de la violencia de género en la pareja”, el psicólogo, Máster en Psicopatología y psicoterapeuta especializado en Violencia de Género en la Pareja,  Raul Lizana, llevará a cabo un seminario en nuestro Instituto,  dirigido a comprender la intervención familiar con niños y niñas que experiementan la violencia de género entre los padres.

Queremos compartir con Ustedes una pequeña referencia que editorial Gedisa hace de su reciente libro, e invitarlos a obtener mayor información acerca de esta actividad e inscribirse pinchando AQUÍ

Reseña Editorial Gedisa:

Desde hace unos años ha aumentado la conciencia social en relación al problema de las mujeres que sufren violencia de género en la pareja. Sin embargo, la situación de sus hijos e hijas sigue manteniéndose como una cuestión minimizada e incluso invisible.
Tras una larga trayectoria profesional en diferentes perspectivas de este ámbito—hombres, mujeres e infancia- Raúl Lizana aborda de forma clara y directa los múltiples sufrimientos por los que atraviesan los niños y niñas víctimas de la violencia de género en la pareja. A partir de una mirada cimentada en la experiencia clínica y apoyada en múltiples investigaciones, "A mi también me duele" describe las difíciles vivencias de estos pequeños y pequeñas y ofrece un panorama detallado de las consecuencias y daños derivados de los diversos traumas que padecen. Al mismo tiempo, este libro ayuda a entender la realidad de las madres que sufren la violencia de género en la pareja, enfatizando especialmente los numerosos esfuerzos de protección y cuidado que realizan con sus hijos e hijas. Así mismo, se profundiza en el vínculo entre estos niños y niñas y la figura del padre para destacar los riesgos que implica esta relación y avanzar propuestas que garanticen un contacto paterno-filial libre de violencia.
Este libro es una forma de hacer visibles la valentía, los esfuerzos y las estrategias de estos niños y niñas y de sus madres al enfrentar la terrible realidad de la violencia de género en la pareja. "A mí también me duele· no es sólo una herramienta de ayuda para los profesionales sino también una llamada de atención a la sociedad en general: resulta imprescindible un mayor conocimiento de esta violencia para brindar la posibilidad a sus víctimas de reponerse y abrir así un nuevo espacio para la esperanza.

ÍNDICE: 1. Acercándonos al problema: ideas principales, terminología y mitos / 2. Cómo viven los niños y niñas la violencia / 3. Las Consecuencias en los Niños y Niñas / 4. Las madres que sufren la violencia de género en la pareja / 5. Los padres que ejercen la violencia de género en la pareja / 6. La intervención de ayuda, algunos elementos a considerar.