Coyhaique
“ Todas las hojas son del viento
ya que él las mueve hasta en la muerte
Todas las hojas son del viento
menos la luz del sol”
ya que él las mueve hasta en la muerte
Todas las hojas son del viento
menos la luz del sol”
Sumergirse en el cielo. Aparece de pronto
un radiante sol de ocaso que me obliga a entornar los ojos sin querer dejar de
mirar. Atardece el cielo y más abajo veo aparecer islas flotantes en el mar.
Estoy viajando desde Coyhaique en un avión hacia Santiago que ahora hace un alto en Puerto Montt regalándome
esta vista. Estuve allí trabajando con
los terapeutas que se están formando en el postítulo del ICHTF en su primera
versión. Son 17 terapeutas y dos docentes que fuimos a compartir con ellos
nuestra experiencia del trabajo en terapia familiar con niños.
Viajar siempre es por lo menos un regalo: esta
vez tuve el placer de recordar y descubrir, el gusto de aprender y de enseñar;
la calidez y la emoción del encuentro íntimo con otros. Como si no fuera poco tuve al Sur de fondo y
protagonista.
Vinieron de inmediato los recuerdos de hace
aproximadamente 25 años: las tierras desérticas que rodean la ciudad seguían
ahí, ese pasado tan presente de las quemas a propósito para colonizar el bosque
nativo que quedó grabado en mi pecho. Por suerte el cielo majestuoso sigue enmarcando
a todo su alrededor cerros nevados memorables y a
pocos kilómetros de la ciudad se va recuperando de a poco el paisaje sureño. El río Simpson
se encarga de los aromas y los ruidos, el aire en todo instante me
devuelve la inmensa vida que lo habita. Es el sur de todos modos. (Mi compañera de pieza se encarga de abrir la
ventana de la pieza del hotel de par en par cada vez que me descuido para que
entre el olor a Sur. Se acomoda en la ventana con una sonrisa feliz).
Un día espléndido permitió que disfrutáramos
de una tarde turística con un buen amigo que nos transportó. Vimos el rio
Simpson, la nostálgica mirada del indio de perfil, los miradores desde donde la ciudad de Coyhaique deslumbra
entre los cerros, las cascadas y el principio de la carretera austral con sus
senderos. Caminamos un pedacito de ciudad y saludamos a los escolares en la
plaza, vestidos como si fuera verano.
Coyhaique le debe su nombre a los
tehuelches que un día la habitaron: "Coi" (agua) y "Aike"
(lugar) arman la palabra "lugar donde hay agua”. El agua también se aparece
desde el cielo en forma de lluvia al segundo día de nuestro viaje y no para
hasta la vuelta. (Mi compañera se deleita aún más abriendo la ventana con la
brisa mojada esparciendo su cara).
El segundo día conocemos a nuestros alumnos,
psicólogos y psiquiatras, hombres y mujeres entusiastas que nos reciben con
cariño contagiándonos del ánimo sureño.
“Cuida bien al niño
Cuida bien su mente
Dale el sol de Enero
Dale un vientre blanco
Dale tibia leche de tu cuerpo”
Cuida bien su mente
Dale el sol de Enero
Dale un vientre blanco
Dale tibia leche de tu cuerpo”
Entonces los niños se acercan y nos hablan
al oído. Se ríen de nuestras palabras difíciles y rebuscadas. Nos dicen que
quieren jugar, dibujar, escuchar, saber.
Les pedimos a sus niños de antes y de hoy que dibujen para que no se les
olvide. Lo hacen. Se transforman en
animales marinos que viven en un mar donde cohabitan delfines, pingüinos,
estrellas de mar, atunes, caballitos de mar… Me quedo pensando en ese hábitat marino donde
se vive bien, tranquilo y rodeado de tanta belleza. ¿Será uno más feliz en el
Sur?
El
sábado en la mañana asisten dos familias
en vivo que nos dan permiso para conocer su intimidad. Nos emocionamos con
ellas. La terapia familiar es un regalo de vida y de vivir. Me quedo sintiendo
el amor de una familia que ha compartido experiencias de sufrimiento, de
violencia, de abandono, pero que frente a mí en ese instante es única y poderosa. Hablamos después de eso de
los “momentos de encuentro” y pienso que esta experiencia también ha sido un
momento de encuentro, entre estos terapeutas y nosotras, donde ha habido mutuo
aprendizaje y emoción de esa que nos cambia y nos transforma.
También cada paisaje nuevo o revivido me
vuelve otra. ¿Se puede estar tan lejos y tan cerca? Quizás el mar o el tiempo no
son obstáculos……
Hasta pronto Coyhaique, ojalá pueda volver
a respirar esos aromas tejidos en el viento.
Gracias a los terapeutas del sur y sus
niños marinos.
Y gracias a la tenacidad de mi compañera de
viaje y su ventana abierta, C. S.
Carmen Paz Puentes
Santiago, 24 de Agosto de 2014