Es posible que las familias que tienen un hijo o hija con
necesidades especiales no lleguen a consultar en terapia familiar. Quizás por desconocimiento de lo que
significa, o porque escasearán la energía, el tiempo y los medios económicos -mayoritariamente
destinados a tratamientos especializados- y, probablemente, ante todo, por el
temor de aumentar el dolor o la culpa, que desde hace tiempo los aqueja. “¿Cómo
expresar frente a mi hermano sordo, el abandono afectivo que siento por parte
de mis padres?, ¿Qué sentirá si hablo de mis celos, rabia y frustración, si él
tampoco eligió nacer así?”, o bien “no quiero sentirme más expuesta de lo que
ya estoy con mi paraplejia, no quiero oír cuánto les he embarrado la
vida a todos en la familia”; quizás, “¿Cómo decir frente a mi hija, que estoy
cansada y angustiada?”; “¿Qué pasa si aflora frente a todos la culpa por haber
transmitido esta condición genética?” o “¿Qué soluciones van a darnos, si ya
hemos buscado todo acerca de esta enfermedad?”, entre otras, pueden ser las
interrogantes que incidan en que se desista ante la sola idea de ir a terapia
en familia.
Existe un amplio espectro de dificultades en la salud física
o mental que genera las así llamadas necesidades especiales en una
persona. Pueden venir desde el nacimiento
o aparecer durante el desarrollo infantil o adolescente, como también irrumpir
de manera drástica y aguda en. Así, ya
sea por alguna condición genética determinada, por secuelas de una enfermedad,
operación o accidente, una persona se verá interferida de manera crónica en el
desempeño de algunas funciones, y requerirá de tratamientos específicos
permanentes en el área de la salud, afectando tanto su cotidianeidad como la de
las familias a las que pertenecen.
Estas familias se caracterizarán por la atención especial y
permanente que deberá recibir uno de sus miembros a lo largo de su vida,
surgiendo el desafío de transitar por caminos por los que la mayoría
estadística no recorre. Así,
atravesarán por crisis llamadas no normativas (no previsibles, como para
la mayoría de las familias, serán los reacomodos frente a cambios en el ciclo
vital o ciertos duelos), las cuales se caracterizan por tener menos referentes
como para saber cómo avanzar. Se trata
de familias que se verán altamente demandadas en sus dinámicas relacionales, tanto
por las ansiedades como por la condición de cronicidad e incertidumbre en el
grado de avance de dichas situaciones.
Todos sus miembros, de manera diferente según sus características
personales y el lugar que ocupen en la familia, se verán enfrentados a lidiar
con tensiones relacionadas con preguntas sobre la equidad y el equilibrio en la
atención que se recibe. Los hijos que no
tienen dichas necesidades especiales, podrán llegar a sobre-adaptarse a la
situación, en lealtad silenciosa al dolor de los padres, para no generar más
problemas o para evadir la expresión de sus conflictos; otros podrán manifestar
síntomas afectivos o conductuales, los que, de manera indirecta hablarán del
largo silencio afectivo y la sensación de injusticia frente a padres que no
podrán darles toda la atención que necesitarían. Los cónyuges, en su doble rol
de pareja y de padres, podrán quedar distanciados y en familias monoparentales,
el desgaste del adulto a cargo podría ser aún mayor.
En el mundo de los afectos, las relaciones y los equilibrios
interpersonales, todos los seres humanos, sin distinción, tenemos necesidades
especiales. Estas varían de acuerdo
con nuestras características personales, vivencias, etapa del ciclo vital y el
contexto en el cual nos movemos. En estas
familias, se requerirá especial atención y cuidado de estas necesidades en
todos sus miembros, pues allí conviven subjetividades especialmente tensionadas. Cuando estas necesidades quedan de manifiesto
y son compartidas en las familias en un espacio de contención, emergerá el gran
potencial de apoyo propio de los grupos donde hay lazos permanentes de afecto,
pertenencia y cuidado. Los recursos
familiares, presentes en todas las familias, ayudarán a sostener de mejor
manera a cada uno de sus miembros, potenciando un desarrollo más armónico de
sus potencialidades.
La experiencia nos demuestra que, cuando familias con estas
demandas específicas participan de terapia familiar, se ven altamente
beneficiadas de poder mirarse en conjunto. Sentimientos largamente silenciados salen a la
luz en un espacio de contención, que reúne, confirma y valoriza las subjetividades
y el dolor de cada uno de sus miembros.
Allí quedan acogidos, entre muchos otros, los sentimientos de desgaste y
angustia de los padres, así como el malestar, sobreexposición y culpa de quien tiene
necesidades especiales, y la sobre adaptación, soledad, o rabia de hermanos y
hermanas que han debido acallar sus propias necesidades en pos del apoyo
especial que otro miembro requiere. Emergerá
sin duda el dolor, la angustia y la incertidumbre, así como también, el cariño
compartido, el humor, la alegría y la esperanza de seguir adelante con los
recursos con que cuenta la familia. Se
aliviará quien ha quedado sobrecargado con una atención que no hubiera elegido
tener, para que aparezca aquel que se sobre adaptó. Podrán transformarse las culpas de padres que
necesitaron dejar de lado a otros hijos, en desafíos de atender otras
necesidades. Se generarán en conjunto respuestas
alternativas, pautas relacionales más armónicas y creativas que les permitan
seguir adelante de manera más liviana y con mayor disponibilidad de
energía.
Se observa asimismo, que algunas de estas condiciones en el
área de la salud física, pueden evolucionar de mejor manera, cuando la familia se
provee de un espacio seguro para mirar y escuchar las subjetividades de cada
uno de sus miembros. Para familias en
las que de manera crónica requerirán enfocarse en el cuidado especializado de
alguno de sus miembros, el autocuidado de todos, será de vital importancia. Es
allí donde la posibilidad de la terapia familiar emerge como una buena
alternativa para restaurar los equilibrios y favorecer que tanto los afectos como
las relaciones fluyan de manera mas armónica, potenciando el adecuado
desarrollo evolutivo de todos sus miembros.
Ps. Alejandra Aspillaga Vergara
alejandra.aspillaga.vergara@gmail.com
Instituto Chileno de Terapia Familiar
alejandra.aspillaga.vergara@gmail.com
Instituto Chileno de Terapia Familiar