Mesa
redonda “Patrimonio histórico y
emocional del Instituto Chileno de Terapia Familiar”
Encuentro Institucional La Leonera 2013
Claudia Cáceres Pérez
PresidentaInstituto Chileno de Terapia Familiar
LA HISTORIA DESPUES DE LA PRIMERA DECADA
Al cumplir
30 años, y frente a la idea de Patrimonio, me surge la idea de bienes. Reviso en el diccionario y efectivamente,
patrimonio tiene que ver con: Bienes, herencia y propiedad. No estaba fácil entonces referirme al
patrimonio emocional del IChTF. Tuve que responderme además, Patrimonio ¿para
quién?. ¿Para la comunidad sistémica? ¿Para el país?. Personalmente pienso que
el Instituto Chileno de Terapia Familiar ha dejado un gran legado al país y a
la comunidad profesional partiendo por los 734 terapeutas que a
2013 hemos formado en estos 30 años y que llevan nuestra impronta. Pensé
también que en el largo tiempo que ya llevo en el Instituto, he tenido la
ocasión de reconocer a los fundadores y de contar su hazaña, que harto tiene de épica, al haber
formado esta institución en los duros tiempos de la dictadura.
Sin
embargo, poco hemos contado la historia de los que seguimos y que de diferentes
maneras hemos continuado junto a los fundadores lo iniciado en 1983. Yo creo que el patrimonio del IChTF está en cada
uno de los que seguimos y de los que
luego se fueron sumando, que somos algo así como “los herederos”. Y la
historia, es nuestro principal patrimonio. En ella están plasmados los
principios y los valores que han
orientado la ruta en estos 30 años. Una
ruta, en tiempos distintos y en contextos distintos, pero no menos épica por
cuanto mantener lo esencial en el mundo global y del libre mercado (infiltrado por todas las rendijas del entramado social,
psicológico y relacional, que invisible se cuela en nuestras formas de relacionarnos, de pensar, de
trabajar)………realmente puede ser también considerado una hazaña.
Quiero
entonces contar la segunda parte de la historia, la de los herederos, para
traspasar cual testimonio en una posta a los que seguirán algo de la mística,
del orgullo de pertenecer, de la pasión puesta en las tareas, del compromiso
con aportar al desarrollo de modelos terapéuticos originales y a los temas de
las familias y las parejas del chile actual.
No puedo
hacer eso sin antes decir que para mí es un honor enorme estar en esta mesa.
Sergio Bernales y Margarita Díaz son dos
personas que han sido esenciales en mi formación como terapeuta familiar y de
parejas. En 1993 Entré al Instituto, en la
ya legendaria sede de la calle Guardia Vieja. En el subterráneo de la
casa mis primeros supervisores de espejo fueron Sergio y Evelyn Betancourt. En
la sala del primer piso, al fondo, todas las semanas teníamos taller de la
persona del terapeuta. Mis supervisores del taller eran Eduardo Carrasco y
Margarita Díaz.
Cuando
terminaba mi trabajo final del post-título fui invitada a formar parte del equipo de
docencia del Instituto. Fue completamente inesperado. Margarita se iba por un tiempo a Alemania y
alguien debía incorporarse al equipo. Fernando Rosselot había sido invitado unos meses antes, de modo
que ambos nos incluimos en el trabajo de docencia junto a Eduardo Carrasco y a
Cecilia Jara.
Yo creo que
acepté sin mucha conciencia de lo que significaba y desde ese día hasta ahora,
no he dejado de ser parte y de trabajar por el
Instituto. Ya son 20 años.
Estos
recuerdos son parte de mi historia en el Instituto y parte del patrimonio
personal que me ha dejado. Porque Patrimonio además de remitirnos a bienes, nos
remite a herencia. A aquello que nos ha sido heredado de los ascendientes. Pienso en los bienes que nos han legado los
fundadores y de los que nos hemos hecho cargo y mantenido, tanto como renovado
y actualizado.
Como dije, yo creo que todos los que nos fuimos incorporando a las
tareas del Instituto somos herederos. Pienso que todos los que estamos hoy acá
y que no son fundadores, son herederos también. Los que se están incorporando
lo serán.
¿Cómo se fue dando en la historia institucional el proceso de heredar y
qué ha sido lo heredado?. O, ¿cómo se empieza a preparar el traspaso a las
nuevas generaciones?
Cuando conversé con la Ceci Jara respecto de esto…...porque han de
saber que ordenar estas ideas requirió de un poco sofisticado método
etnográfico-telefónico-virtual-personal porque
no habiendo suficientes registros escritos, fue necesario recurrir a la antigua
la tradición oral…..Cecilia hizo una analogía que comparto: “imagino que entonces
pensamos que toda familia tiene que tener descendencia para que tenga sentido.
Así podríamos enseñar, cuidar, delegar etc. El “creced y multiplicaos” viene en
el ADN humano.”
Lo primero que me surge es entonces,
sumar y multiplicar. Pero no de cualquier forma. Fuimos invitados a ser parte. Como al
principio, como Guillermo Altamirano invitó a los que constituyeron el grupo
fundador y como se invitaron entre ellos. Ser invitados nos hizo sentir
especiales, importantes, valiosos, que teníamos algo que aportar. Imagino que
de ahí al compromiso hay unos pocos pasos.
En 1993 habían transcurrido sólo 10 años
desde la fundación del Instituto
Chileno de Terapia Familiar. La gestión institucional estaba en manos de los fundadores. Por supuesto, una institución a los 10 años está
aún en proceso de consolidación y quienes la formaron dedicaban parte importante de sus vidas a este proyecto. La primera
década fue conducida y gestionada totalmente por el equipo fundador. Ese equipo
tenía una mística que contribuyó a su férrea cohesión conteniendo las
diferencias y privilegiando lo común por sobre ella. Otra de nuestras
herencias. Porque ese sigue siendo el espíritu de las relaciones
institucionales, de la formación que impartimos, de las decisiones que tomamos.
Comparto las palabra de Verónica Gazmuri “El Contexto de dictadura y falta de apertura
a nuevos conocimientos fue determinante en el interés del grupo, no había
muchas más alternativas. Algunos trabajábamos juntos, otros no. Como la
invitación fue muy personal,
naturalmente se formó un grupo de izquierda. El grupo fue también un contexto
de contención y conversación política no posible en otros ambientes. La amistad
y la cohesión grupal fue grande, estábamos interesados, entretenidos y
dispuestos a entregar bastante tiempo y
también después, dinero”.
El primer ingreso de otros profesionales se produce con la creación del
consultorio a cargo de Verónica Gazmuri. Este grupo “El Consultorio” estuvo
formado por los que serían los primeros miembros no fundadores. Aquellos que
habiéndose formado en el Instituto son invitados a quedarse y empezar a ser
parte. En ese grupo participan como terapeutas Carla Vidal, Fernando
Rosselot, María Teresa del Río, Maribel
Navarro, Odette Schwartz y luego Tere Boetsch, Ricardo Yanjarí y Cecilia Grez. Ellos
se quedan en este nuevo espacio destinado a ofrecer terapia familiar a familias
de escasos recursos.
Simultáneamente, Fernando Rosselot y yo nos incorporamos al equipo de Docencia
(en esos años no teníamos estructura por departamentos), siendo ambos los
primeros miembros no fundadores en participar en tareas de gestión del Instituto. Era 1996. Algunos
años después Cecilia Jara asume la Dirección del Departamento de Docencia y yo
la Coordinación Académica del IChTF. Mucho trabajo, un profundo cariño y una
amistad que perdura hasta hoy como parte
de la herencia invaluable de esta historia. Más adelante y las dos solas en la
tarea, con los cursos de regiones y el
número de alumnos aumentando en Santiago,
sumado a la necesidad de ir actualizando procedimientos y normas a los cambios
en los escenarios académicos y tecnológicos de la época, necesitábamos una
socia. Entonces, invitamos a Paz Canales y juntas hicimos un muy buen trabajo
durante varios años. Juntas, le pusimos método y procedimientos a un instituto
que crecía en sus labores docentes y que tenía nuevos desafíos.
De a poco, las generaciones más jóvenes se empezaban a desplegar en las tareas de coordinación. Los que estábamos, seguíamos invitando a otros a ser parte. Una
vez que Cecilia Jara deja la Dirección de Docencia la asumo yo junto a un
equipo formado por Alejandra Aspillaga, Alejandra Martínez y Francisca Morales.
Arduo trabajo mezclado siempre con disfrutar y compartir las penas y alegrías
de la vida.
No era rara esta mezcla de grandes afectos con arduas tareas, porque
así fue desde el principio. Es parte de
lo que se nos ha traspasado.
En el camino y en las tareas el cariño y la amistad fueron creciendo.
Éramos equipos de trabajo y de afecto. Eso nos permitía hacer frente a una
actividad muchas veces incomprendida desde fuera, a veces por nuestras propias
familias. Por el tiempo que le dedicábamos, por la falta de horarios, la
disponibilidad permanente, la escasa relación entre el trabajo y los honorarios
que recibíamos por ello, y por la prioridad que dábamos a la responsabilidad
por hacer las cosas lo mejor posible, conscientes del legado que habíamos recibido
de los fundadores. Para quienes estábamos adentro, simplemente era natural que
así fuera y desde ahí invitábamos a participar.
El espíritu de Corporación sin fines de lucro siempre estaba en los pensamientos
y tras las decisiones de cómo involucrarnos. Cómo relacionarnos con el dinero
fue un tema que quedó resuelto temprana y consistentemente con el espíritu
fundacional. Como dice Verónica “Nos transformamos en Corporación…. Porque
fuimos creciendo… y tuvimos presente que ganar dinero no era el interés y por
tanto quisimos resguardarnos que eso pudiera ser algo que ocasionara conflicto
y nos dividiera”.
Esta es una de las herencias importantes. Hacernos cargo de una
corporación no es lo mismo que hacernos cargo de una empresa. Cuando por
definición el objetivo no está en el lucro ni en la generación de ingresos para
algunos pocos, las decisiones son diferentes. Pertenecemos para mantener y
desarrollar una institución en la que tengamos espacios para aportar, para
crecer, para trabajar en equipo, para pensar sobre los temas que nos interesan. Pertenecemos, por el
gusto de pertenecer, pues nuestros lugares de trabajo están más allá de esta
institución.
Con el tiempo el Instituto fue creciendo y las tareas de gestión se van
haciendo cada vez más complejas. Mantener el espíritu, ser eficientes y
responder a los cambios del contexto social son desafíos importantes. La
administración del Instituto es una de las tareas sensibles. Hacer docencia y
clínica desde el espíritu fundacional, privilegiando las relaciones, la consideración
de las personas, ser coherentes con las ideas de respeto a la diversidad y al
respeto a las ideas resulta cercano y amable. Sin embargo la administración de
los recursos económicos y la organización administrativa global nos es más
ajena y son pocos quienes pueden hacer esa tarea con gusto y eficiencia. Se
suman a la tarea entonces María Teresa del Rio, la primera Directora Ejecutiva
que tiene el Instituto. Luego Tere Boestch continúa en 1997. Las siguen más
tarde Soledad Sánchez y Paz Canales. Una difícil misión que tuvo que ir siempre
ajustándose a la realidad de una institución que aumentaba en miembros, en
cursos, en el volumen de dinero y en la complejidad. Varios esquemas de administración
fueron probados hasta que llegamos al
modelo actual. Sin duda lo más difícil y desafío permanente es cómo resolver
las tareas de administración en consonancia con los valores y espíritu institucionales. Creo que cada
Directorio ha puesto un grano de arena para que así sea.
Me detengo para agradecer
especialmente a todas estas mujeres que se han hecho cargo de la
Dirección Ejecutiva a lo largo de estos 20 años. Porque a mi parecer es la
tarea institucional más compleja para psicólogos y psiquiatras dedicados a la
psicoterapia. Tanto así que durante algunos años quedó radicada en un comité
ejecutivo formado por algunos miembros de los directorios de cada época, en la
idea de asumir en conjunto esta difícil tarea. Quienes se han hecho cargo de la
administración han desplegado un esfuerzo y compromiso especial, sumado a
habilidades también especiales que no es fácil encontrar en nuestro rubro. Por
lo demás, muchas veces es una de las tareas más incomprendidas y más invisibles
dentro de la institución. Quiero hacer un reconocimiento muy especial a Denise Baboun
por la tremenda y dedicada labor que hace en ese cargo.
Dentro de las tareas administrativas otra muy especial ha sido la de la
construcción y luego la ampliación de la Sede Larraín y la remodelación…casi
construcción también, de la Sede San
José. Aquí las generaciones
post-fundacionales han puesto su energía y han hecho su aporte también. La Tere
y su alter ego de arquitecta, legado de
su familia de origen, dejarán su marca para las futuras generaciones en estos
lugares.
En lo que se refiere a la atención clínica, el consultorio inicial se
divide en la casa de Elena Blanco en tres grupos. Luego se da vida al
Departamento Clínico a cargo de María Teresa del Río con Ricardo Yanjarí como subdirector, quien la
sucede en la dirección un par de años después. Era una época en que en el
Instituto se hacía terapia individual sistémica, terapia de parejas pero paradojalmente,
escasa terapia familiar. Como Directorio nos vimos en la necesidad de redefinir
el modelo con que estábamos trabajando para recuperar los espacios del trabajo
con familias e integrar de mejor manera a los equipos clínicos al instituto y la clínica con la docencia. Así, se encomienda
a Carla Vidal que como Directora del Departamento reformule dicha organización.
Nos convertimos en una institución dedicada exclusivamente al trabajo con
familias y parejas. Dejamos de lado la formación y atención en terapia
individual sistémica para potenciar nuestra especificidad y experticia: la terapia
familiar y de parejas desde el modelo sistémico-contextual-relacional. Decisión
muy relevante y visionaria, pues hoy son contadas con los dedos de la mano las
instituciones en el mundo dedicadas a esto. Eso sorprende a cada uno de
nuestros invitados extranjeros, algunos de los cuales nos visitan sólo para
conocer el modelo de gestión que hace que esto sea posible. En ese momento
surge la estructura actual en que los grupos de estudio se transforman en unidades temáticas de familias y parejas. A partir de ese cambio, las unidades
temáticas se constituyen en los espacios privilegiados de pertenencia a una
institución que ya sobrepasaba los 50
miembros y se da una potente señal en dirección de la integración entre la
teoría, la práctica clínica y la
docencia. Los equipos tienen que
realizar atenciones clínicas para generar modelos de atención desde la
práctica y estos a su vez alimentar a la
docencia en los temas específicos.
Cuando Carla deja la Dirección del departamento Clínico luego de 5 años
en esa tarea, la asume Cecilia Grez quien se acompaña en este trabajo por Denise.
Más tarde se hace cargo Evelyn Betancourt quien trabaja codo a codo con
Carolina Correa y Carmen Paz Puentes. En este período comienzan a surgir nuevas
unidades que van respondiendo a las nuevas necesidades de atención.
Algunas de estas unidades son coordinadas por miembros Fundadores y otras por los más
antiguos miembros de las generaciones siguientes: Fernando Rosselot, Tere
Boetsch, Eduardo Nicholls y yo. También
asumen la coordinación de sus respectivos grupos miembros de las siguientes
generaciones: Astrid Villouta, Alejandra aspillaga, Alejandra Martínez y
Rodrigo Erazo. A partir de 2010 se unen Claudia Ferreira, Roxana Lobo, Cristina González, Maritza Téllez y este año
Rodrigo Rivera.
La atención clínica en el Instituto tiene una gran demanda y dado el
carácter de especialización con que esta atención es percibida, cada vez recibe
familias y parejas de mayor complejidad. El departamento clínico debió formar
para hacer frente a esta realidad y contar con procedimientos adecuados para
hacer buenas derivaciones tanto internas como externas, un equipo de recepción,
que recibe a quienes piden hora y hacen una evaluación preliminar que permite
definir a la unidad en la que serán atendidos.
Hoy forman parte de este equipo Berta Carvajal, Denise Baboun, Claudia
Sarrazín, Josefina Reyman, Alejandra Escala, Daniela Vió y Francisca Ortega.
Este mosaico de fundadores con
los primeros miembros que recibieron el testimonio y las nuevas generaciones, es
una hermosa representación de la integración y de la continuación de un
proyecto a través de los tiempos, que ya es una realidad en la tercera década
del IChTF.
La incorporación de miembros no fundadores se fue dando poco a poco también en la docencia. La
generosidad y la generatividad de los fundadores que en esta primera década
eran quienes nos transmitían sus conocimientos en las actividades de formación,
fue natural. Compartir sus saberes fue
clave para el equipo docente que hoy tenemos en el Instituto. En lo personal, agradeceré
siempre la apertura de quienes me permitieron aprender enseñando y viendo cómo
enseñaban. Hacer clases y supervisar
con Eduardo Carrasco, Verónica Gazmuri,
Sylvia Campos, Cecilia Jara y otros como René Riquelme o hacer talleres de la persona del terapeuta con
Evelyn Betancourt o con Ximena Fuentes es parte de mi patrimonio personal. De
todos ellos aprendí una enormidad y siempre me sorprendió que estuvieran
dispuestos a que yo fuera su “partner”. Eso
no pasa en cualquier institución. Así como yo tuve ese privilegio, lo tuvieron
otros que también se fueron incorporando fuertemente a la docencia. María Teresa
del Río, Fernando Rosselot, Carla Vidal,
Diana Rivera, a quien además se le encomendó la tarea de la extensión e
investigación en los 90. Cecilia Grez,
Tere Boetsch, Paz Canales, Lucho Tapia, Rodrigo Erazo, Rodrigo Rivera, Ricardo
Yanjarí y Eduardo Nicholls. Eduardo, además de estar en la docencia de los
postítulos y supervisión, desde los 90´ formó parte del Consejo Académico, de
la comisión de evaluación de la supervisión y luego del Consejo asesor de
docencia. En la medida que fuimos haciendo capacitaciones, muchos otros se
fueron sumando y lo seguirán haciendo. Además, con la formación de nuevos
supervisores, hoy contamos también con miembros de las nuevas generaciones en
la docencia y la supervisión, como Loreto Céspedes y Carmen Paz Puentes.
Formar aprendiendo. Todos quienes estamos en la docencia hemos
enfrentado la tarea de formar y de aprender al mismo tiempo. Tal como era en un
principio.
Paralelamente a la docencia de Post-título desarrollamos una importante
actividad en el área de capacitación de otros profesionales de la salud,
judicial y de la educación, además de actividades dirigidas a todo público.
Antonia Raies, María Teresa del Río coordinaron algunos de los Cursos de Enfoque Sistémico que hicimos en
Santiago y el equipo de Mediación aportó intensamente en esta área con los
Cursos y Diplomados de formación y entrenamiento de mediadores, hasta que la
nueva ley dejó esta tarea a las universidades. Pero, gran parte de esta
actividad la realizamos en regiones.
Esta fue un área de participación transversal de miembros de los
diferentes grupos y unidades que funcionaban en el Instituto. El sentido de
unidad y de estar juntos en la tarea común se fue fortaleciendo con los viajes
a lo largo del país y la posibilidad de salir de las consultas, de las salas de
clases y de los espejos unidireccionales a compartir nuestros conocimientos con
otros, en otras áreas, más allá de la psicoterapia. Se me viene a la memoria un
momento cúlmine de esto con el despliegue de la mayoría de nuestros miembros en
la séptima región, acompañando a los funcionarios del Servicio de Salud,
choqueados con la experiencia del terremoto. Unidades enteras como la USEP
distribuidas en la zona haciendo talleres. Conmovidas, profundamente
conmovidas.
En 2010 el Departamento de Docencia pasa a ser dirigido por Cecilia
Grez. En ese momento se separa la Extensión de la Docencia de Post-Título, que
hasta ese momento eran dos áreas
integradas en Docencia. En esta etapa
acompañaron a Cecilia en la coordinación, Loreto Céspedes, Marcela Flores y
Pamela Soto. Hoy lo hacen, Carolina
Darville y Claudia Sarrazín. Llevamos 30 años y el pilar fundamental del Instituto sigue gozando de muy buena salud.
Seguimos siendo un centro, sino el centro más prestigiado en la formación de
terapeutas de familias y parejas en el país y con un importante reconocimiento
en el exterior también.
Los herederos fueron también motor esencial en el Proyecto Psicosocial
que ya hace algunos años dejó de ser proyecto para ser una contundente
realidad. En 2006 a Sergio Bernales y Carla Vidal
se les unen inicialmente Cecilia Grez, Constanza Raurich y Gabriela
Valls. Luego, Carolina Correa, Sylvia Campos, Tere Boetsch y Paz Canales completan
el grupo. La puesta en marcha de la sede y del departamento psicosocial tuvo a
estos herederos como protagonistas. Hoy
nos enorgullecemos de poder estar presente en los temas de las familias también desde los contextos de
vulnerabilidad y exclusión social. Como
era en un principio. Con el paso de los
años en el Departamento Psicosocial, tal como en la institución entera, los
fundadores van dando paso a las nuevas generaciones. Así en 2012 Paz Canales se
hace cargo de la dirección del departamento con el apoyo en la coordinación de
Marcela Flores.
Este recorrido por la historia después de la primera década no puede
terminar sin mencionar el aporte de Maritza
Téllez a la gestión de la Revista como secretaria ejecutiva y más tarde
como editora. Desde 2004 ha acompañado a
Sergio en la difícil misión de mantener esta publicación que hoy se encuentra
incluida en los primeros catálogos internacionales, tarea que iniciamos con
Alejandra Martinez y que continuamos con Pamela confiadas en que podremos darle
un lugar cada vez más accesible a nuestra revista que representa muy bien el
espíritu de mantenernos en lo que creemos más allá de cualquier cálculo
económico.
Los miembros que hemos aceptado la invitación de continuar la tarea
y que nos hemos involucrado en las
distintas labores de gestión hemos contado con el apoyo de cada uno de los
demás miembros que son parte de las
unidades y todos juntos, fundadores y herederos hemos contribuido a mantener y
a renovar el instituto manteniendo su mística,
patrimonio invaluable de cada uno de los que estamos aquí.
La historia de esta institución
se seguirá escribiendo por muchos años más, gracias a que quienes
pensaron en este proyecto hace 30
años han tenido la visión y la humildad de compartir sus sueños y
permitir que las generaciones que ellos mismos formaron vayan haciendo suyo el Instituto. Traspasar como si
fuera natural y obvia la responsabilidad
de la conducción se concretó formalmente
cuando en 2007 Carla Vidal asume la presidencia. Ella fue invitada y aceptó
recibir el testimonio para que la segunda generación se hiciera cargo. Su
muerte remeció nuestras almas, pero no el proyecto del traspaso generacional.
Nos tuvimos que detener, pensar, resolver los dilemas a que los que este
doloroso momento nos enfrentaba y
seguimos adelante. Tere Boetsch y luego yo, tomamos el testimonio que
más adelante tendrá que tomar alguno de ustedes.
De tiempo en tiempo necesitaremos
tener encuentros como este porque
ya somos muchos, para que -como ha sido hasta acá- lo nuevo se amalgame con la historia para
seguir teniendo el instituto que queremos.
El espíritu seguirá presente, porque cada uno de nosotros somos responsables de
ello y seguiremos respondiendo al llamado del IChTF cada vez que nos necesite,
como lo hicieran los miembros de la Comisión que organizó este evento y todas
las actividades de la celebración de los 30 años. Isabel Fernández, Alejandra
Pemjeam, Cecilia Jara, Verónica Gazmuri, Soledad Sánchez, Fernando Rosselot y
yo, juntos. Como lo hicieron Loreto Urzúa y Romina Manili, quienes aceptaron
del desafío de incorporarse a las tareas de extensión del Instituto. Los de
antes, los de siempre, los de ahora y los de recién..…todos juntos con nuestras
diferencias aportando para seguir
construyendo al historia.
Gracias Claudia por este gran esfuerzo de recopilación histórica.
ResponderEliminarCariños
Hola
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