lunes, 15 de marzo de 2021
Mensaje de Bienvenida Alumnas/os Postítulo 2021
miércoles, 9 de septiembre de 2020
Los duelos de la pandemia.
Un día de Mayo, en pleno confinamiento, Mané, arte terapeuta (https://instagram.com/mane.villanueva?igshid=73io1z66m924) tomó retazos de género, aguja e hilo y fue dando forma a las imágenes del video. En cada “ventanita”, una mirada hacia el interior de lo que hemos vivido en estos tiempos de encierro e incertidumbre. Una respuesta y una manera de procesar una experiencia compleja y muy exigente en casi todas las dimensiones de la vida: en lo emocional, en los vínculos, en lo social, en lo físico, en lo familiar, en lo laboral, en lo escolar….. en todo.
Me gustan las “ventanitas” por su belleza, por su increíble capacidad de transmitir las emociones de la pandemia, sobre todo, porque muestran cómo la adversidad puede transformarse en creación, en arte y en una oportunidad de crecimiento e innovación. Cada ventanita, sin duda ha sido un vehículo para dar un paso en la elaboración de la experiencia y para darle un lugar en el alma a lo vivido.
Cada uno de nosotros está, de alguna manera, haciendo un proceso similar: el duelo por lo vivido durante la pandemia.
Usualmente se asocia el duelo con la elaboración de las pérdidas, y efectivamente, eso es lo esencial. Sin embargo, un buen proceso de duelo permite aceptar aquello que se perdió tanto como reconocer y valorar aquello que se ganó, que se aprendió y con lo bueno que nos quedaremos y ojalá conservaremos de esa experiencia. Hacer un buen proceso de duelo significa hacer el balance de lo perdido y lo ganado, y es ese balance el que nos permitirá -o no- dar un buen lugar a esa experiencia.
Sin duda, el duelo más feroz de esta pandemia es el que tienen que vivir las 11.592 familias que hasta el día de hoy han perdido un familiar por COVID-19. Un duelo extraordinariamente difícil porque la muerte por COVID es una muerte muy dura, traumática. Una muerte repentina, con una separación abrupta y en soledad, porque quien fallece lo hace sin contacto ni comunicación con los seres queridos y sin los ritos que ayudan a procesar el dolor. Una muerte sin despedida, sin conciencia de que era la última vez y en muchos casos, sin información durante el proceso de enfermedad y muerte. Una muerte en la que el consuelo llega lento, porque a diferencia de otras muertes, no tiene lo rotundo y definitivo de acompañar y aliviar a quien muere en la partida y hacer los rituales colectivos que permiten cerrar. Las familias están en duelo desde que el paciente es ingresado al centro asistencial y comienza con la incertidumbre de no saber en lo que está ni muchos menos, cómo terminará.
Quienes murieron en este tiempo por otras causas, distintas al COVID, y sus familiares y amigos, han vivido también la experiencia de un duelo extraño, de un duelo en un contexto que impuso limitaciones brutales al acompañamiento y a las despedidas en comunidad. Para estos duelos también el camino del consuelo será largo.
Pero hay otros duelos por los que hemos debido transitar para que esta experiencia no sea solo adversidad, sino también oportunidad.
Durante la pandemia, muchos ritos que marcan el paso de una etapa a otra no pudieron realizarse: bautizos, confirmaciones, bar y bat mitzvahs, matrimonios, graduaciones, y funerales. La cuarentena impidió también la realización de ritos ancestrales de diferentes culturas: Nouruz, Pesaj, Pascua de Resurrección, Ramadán. Obligó además a suspender actividades, muchas veces largamente esperadas tanto para quienes las harían como para sus familias: giras de estudio, campeonatos deportivos, pasantías académicas, viajes. O a postergar proyectos de vida que habían sido soñados para 2020 como la maternidad o la paternidad.
Algunos de estos ritos podrán recuperarse en otros tiempos, pero tendremos que aceptar que otros, simplemente ya no serán y que avanzaremos a la etapa siguiente, de un modo distinto a como lo soñamos. Será importante ritualizar las pérdidas y encontrar el momento, cuando sea posible, para despedir en comunidad y presencialmente a quienes partieron en tiempos de pandemia, pero también será importante crear nuevos rituales familiares y comunitarios, por ejemplo, para despedir la vida escolar de los jóvenes que egresan del colegio este año. Porque estos ritos, tal cual los esperaron por casi 14 años, así no serán, y eso es mejor, conversarlo, resignificarlo y aceptarlo.
Este tiempo ha traído también para muchos, pérdidas materiales, y con ellas, dolor y necesidades. Algunos, las han ido sorteando con ayuda, mientras esperan que la crisis amaine y aparezcan posibilidades y otros, han podido reinventarse, emprendiendo, innovando y creando, a partir de las pérdidas, oportunidades para un futuro nuevo. Porque el dolor de la pérdida también puede ser motor y desafío. El dolor propio y el de quienes quiero, pero también el dolor de los otros, porque el impacto global y la naturaleza de la pandemia (producida por un virus, que no tiene la capacidad de reproducirse por sí mismo y que usa y necesita al ser humano como “fotocopiadora” de sí mismo para multiplicarse) ha hecho que ese “otro” nos sea menos ajeno. La conciencia de que nuestra salud -la mía y la del otro- depende tanto de mí como de ese otro desconocido, nos ha interpelado. Edgard Morin señaló en mayo en una entrevista al diario Milenio que “La epidemia mundial del virus ha desencadenado y, para nosotros, agravado terriblemente una crisis sanitaria que ha provocado un confinamiento asfixiante de la economía, transformando un modo de vida extrovertido, volcado hacia el exterior, en uno introvertido, al interior de la casa, y ha puesto a la globalización en una crisis violenta. La globalización había creado una interdependencia, pero sin que ésta estuviera acompañada de solidaridad”.
Y, la solidaridad ha sido una de las ganancias de este tiempo. No como caridad, sino como una práctica de humanidad que nos es propia y que está llevando a empleadores y empresas a redefinir sus políticas en consideración, no solo de las transformaciones tecnológicas y de infraestructura para los tiempos que nos adelantó la pandemia, sino también de una idea de bienestar que va más allá del cumplimiento de las tareas y metas laborales. La crisis sanitaria está siendo una oportunidad para repensar el trabajo de manera más humana.
Hay otro tipo de pérdidas que nos acompañarán por largo tiempo. Pérdidas intangibles que nos afectan y cuya elaboración y superación será paulatina y para lo que habrá que tener paciencia y poner mucho esfuerzo. El aprendizaje es una de ellas. Es dramático, pero es real y probablemente, comprensible. El reporte del estudio: ”Impacto del COVID-19 en los resultados del aprendizaje y escolaridad en Chile”, reveló que “en un escenario donde la interrupción de clases presenciales se prolongue por 10 meses (todo el año escolar), los estudiantes de Chile podrían perder, en promedio un 88% de los aprendizajes de un año. En este escenario, los estudiantes de menores recursos (quintil 1) podrían perder, en promedio, un 95% de sus aprendizajes; mientras que los estudiantes de mayores recursos (quintil 5), podrían perder un 64%” (MINEDUC y Banco Mundial, agosto 2020). Dramática la brecha y enorme la pérdida. ¿era posible que fuese de otra manera? ¿estábamos preparados para el aprendizaje y para la enseñanza virtual de un día para otro?, ¿era posible subsanar la enorme brecha digital para que todos nuestras niños, niñas y jóvenes pudieran aprender remotamente?, ¿era posible estudiar en la casa con los adultos a cargo trabajando ahí mismo y haciendo las tareas domésticas?. Tenemos que hacer el duelo por lo perdido y gobierno, colegios y toda la comunidad escolar pensar qué de lo perdido es recuperable, cómo volveremos a niveles de aprendizaje adecuados para todos y sobre todo, cómo se reducirá el impacto en aquellos niños y jóvenes que sólo aprendieron el 5% de lo esperado. Lo que evidenció la pandemia en la educación debería ser una oportunidad para transformarla.
Es posible que lo ocurrido tenga que ver, en parte, con otra de las pérdidas de este tiempo. Aprender y enseñar sin contacto. Niños, niñas, jóvenes y profesores frente a plataformas que permiten un encuentro bidimensional, que no alcanza para la dimensión emocional y afectiva del aprendizaje, en “clases” de 20 o 30 y hasta 40 alumnos y alumnas simultáneamente. Todos: niños, niñas, jóvenes, profesores, padres, madres y colegios, haciendo el mejor esfuerzo, pero no alcanza. Porque ni en el mejor de los casos, la enseñanza virtual podrá sustituir la enseñanza presencial, especialmente en niños de pre-básica y básica. Aprendimos que la tecnología puede aportar al aprendizaje, facilitar la vida familiar y escolar, pero que solo es un gran complemento. Que tendremos que distinguir aquello que puede ser sustituible por lo digital y aquello que no, cuáles son los aprendizajes que necesitan apretones de manos y golpecitos en la espalda y para cuáles basta una guía en papel y una pantalla sin pizarra, con una serie de cuadraditos con nombres y sin cara. Una ganancia de esto: la revalorización del colegio y de la relación profesor/a alumno/a como elementos esenciales para el buen desarrollo de nuestros hijos e hijas.
Tal vez, más que seguir detallando las pérdidas y los aprendizajes de ellas, cada uno de nosotros podría hacer el ejercicio de pensar en aquello que perdió y que ganó en este tiempo. Hacer el balance de lo perdido y lo ganado, que ojalá arroje para todos y todas un saldo a favor y muchos desafíos por delante para vivir en un mundo que se ha transformado de manera tan abrupta como irrevocable, con nosotros como protagonistas.
Hacer el balance, poco a poco, paso a paso, mientras salimos de nuestras casas, de nuestros refugios y nos encontramos con el siguiente duelo….. el duelo por el retorno. La emoción del retorno para la mayoría es la ambivalencia. Querer retomar la vida y quedarse en la seguridad del hogar, al mismo tiempo. Querer retomar el trabajo presencial, volver a los equipos, a los espacios y tiempos laborales definidos, al mismo tiempo que querer quedarse en la casa con los hijos, sin traslados eternos y tediosos por las calles saturadas de autos y ruidos. Almorzar y comer en familia, ver a los hijos dormirse cada noche y que ellos cierren los ojos con la imagen de sus padres en la retina. Las ganas de salir al mundo que coexisten con el temor a la inseguridad de allá afuera. Querer espacios de libertad y saber que padres e hijos van a extrañar el apego que se ha vuelto intenso e incluso regresivo en la intimidad de meses juntos, día a día. Las ganas de adultos, niños y jóvenes de volver a jugar…..de jugar con otros. Pero ¿cómo juegan los niños y niñas sin tocarse?, ¿y los adultos sin abrazarse? Una etapa difícil, en la que cada familia tendrá que practicar el diálogo y la búsqueda de acuerdos, porque a diferencia de la cuarentena, en esta fase, la legalidad solo nos da un marco general. Padres e hijos tendrán que acordar los límites de los encuentros con otros, la progresión y extensión de las salidas y las medidas sanitarias que tomarán, más allá de la obligatoriedad de las mascarillas. Un traje a la medida para cada familia que exigirá conversaciones, no siempre fáciles, pero imprescindibles para navegar en una etapa incierta, en la que el retroceso es una posibilidad cierta y parte del proceso de desconfinamiento del que todos somos responsables, porque de cómo lo hagamos, dependerá si conseguimos evitar más dolor a quienes han sufrido más en esta pandemia.
Ps. Claudia Cáceres Pérez
claudiacaceresp@gmail.com
Instituto Chileno de Terapia Familiar
Miembro equipo Terapia Familiar en Procesos de Separación y Familias Ensambladas.
viernes, 10 de julio de 2020
La vida de las familias en tiempos de pandemia. Parte III: Reflexiones acerca del retorno a partir de la voz de los niños y niñas.
La vida de las familias en tiempos de pandemia.
Parte III: Reflexiones acerca del retorno a partir de la voz de los niños y niñas.
¿Por qué preguntar a los niños qué quieren hacer cuando termine la cuarentena?
El tan ansiado retorno a la vida normal será un desafío enorme para todos, para adultos, jóvenes, niños y niñas. Anticipar lo más realistamente posible lo que se viene es un imperativo que, de no hacerlo, hará que el desconfinamiento se constituya en una nueva crisis que enfrentar. El desconfinamiento no es un momento, sino un proceso que debe ser anticipado y preparado. La pregunta por lo que esperan cuando esto termine, nos da luces de aquello que necesitan ahora los niños y niñas, así como de lo que en este tiempo les ha hecho falta.
El cansancio, el desgaste y el agotamiento de las rutinas, que todos quienes hemos estado en cuarentena hemos vivido por meses, contribuyen a idealizar el desconfinamiento como la posibilidad de recuperar la vida que quedó paralizada, que se suspendió en el espacio virtual y que, cual película, se puso inesperadamente en una pausa de duración incierta.
Idealización peligrosa, pues, en cualquier circunstancia, el regreso va a ser lento, gradual y con medidas de protección para evitar el contagio, probablemente hasta que haya una vacuna o, al menos, algún tratamiento eficaz para la enfermedad. Como cualquier situación difícil, mientras mejor la anticipemos y nos preparemos, mejores posibilidades tenemos de que resulte bien. Soltaremos la pausa, pero el video correrá en modo cámara lenta y tenemos que estar preparados para eso y preparar también a nuestros niños, niñas y jóvenes, quienes, entusiasmados con recuperar aquello que quedó pausado, pueden perder de vista este retorno en cámara lenta y hacerse expectativas irreales.
Los niños y niñas quieren volver al colegio. No quieren “ver” a sus compañeros (la mayoría los “ve” a través de las plataformas virtuales). Quieren “estar” con ellos. Quieren jugar fútbol, porque jugar FIFA en sus consolas no sustituye los abrazos colectivos cuando celebran el gol. Quieren encontrarse con sus profesores, pues extrañan la palmada en la espalda de su profesor para alentarlo cuando el desafío se les hizo difícil o tuvieron un logro inesperado. Las niñas quieren volver a reunirse con sus compañeras, no solo quieren conversar o ver una película, quieren invitarse a “alojar”, no importa dormir incómodas, en el suelo, compartiendo camas, porque lo que importa es “estar juntas” en una reunión en 3 dimensiones, donde el contacto entre ellas sea posible.
Es verdad que los niños y niñas han disfrutado nuevos y más tiempos en familia, almorzar y comer juntos, que han disfrutado de hacer cosas que no hacían antes con sus padres, madres y hermanos. Que algunos han ganado la posibilidad de compartir con sus papás actividades de la vida diaria, que antes solo hacían con la mamá o solos. Sin embargo, necesitan recuperar los espacios sociales con sus amigos/as, abuelos/as, tíos/as y primos/as. El núcleo familiar lo han tenido y lo valoran, pero extrañan los vínculos de la familia ampliada, otros brazos, otros cariños. Quienes no viven con sus dos padres, necesitan recuperar las rutinas de encuentros con el padre o madre con quien el encuentro físico se pausó.
Porque la voz de los niños y niñas deja en evidencia que, por más avanzadas que sean las tecnologías que nos han permitido vernos durante este tiempo … necesitan CON-TACTO. La interacción sin contacto físico tiene a los niños cansados, desgastados. Cumplen lo que pueden con los deberes escolares, pero se les hace aburrido y una exigencia que ya poco los motiva. Van a ser casi 4 meses desde que el confinamiento intermitente los tiene pegados a una pantalla y haciendo tareas que hoy les hacen poco sentido. Porque el aprendizaje no es solo adquisición de contenidos, sino, especialmente en los más pequeños, desarrollo de habilidades. El aprendizaje tiene una base emocional, sobre la que se despliegan los aprendizajes cognitivos. Un niño ansioso, asustado, estresado y aburrido, aprende poco. Pasada la etapa de novedad y cuando la pausa ya no fue acotada, ni breve, empezaron a sentir la ajenidad del encuentro SIN-TACTO, la falta de piel que resentimos, pues, en tanto mamíferos, sigue siendo una de nuestras necesidades más básicas. Niños y niñas que acostumbraban a encuentros con otros seres significativos llenos de vida, energía y afecto táctil, han tenido que aceptar que hoy día el encuentro con ellos es a través de unapantalla. Solo imagen y voz. La compañía y el consuelo necesitan piel. El apego seguro necesita piel.
Va a ser difícil volver a encontrarse físicamente sin ese abrazo colectivo, sin la palmada en la espalda, sin compartir el piso convertido en un improvisado y “apretujado” camping de amigas.
Las familias tienen que acompañar desde ya el proceso de desconfinamiento y preparar a sus hijos e hijas para una transición. Encuentros reales, no virtuales, pero sin contacto o con contacto mediado por las medidas de protección, de las que los niños y niñas ya están también un poco cansados. Para que cueste menos, mejor hablardesde ya de ello.
El intenso deseo de volver a retomar la vida fuera del encierro puede hacer invisible lo que muchas familias perderán con el desconfinamiento. Salir del espacio seguro, del refugio que para muchos ha significado el encierro y que ha permitido mantener a raya el miedo y cobijarse en la sensación de protección del hogar. Salir de la seguridad de las casas, del apego intenso con los padres, madres y cuidadores significativos. Alejarse del contacto de piel con unos pocos y salir al mundo de nuevo, siempre con la amenaza latente del rebrote y del contagio. ¿sabrán cuidarse?, ¿seguirán las instrucciones de distancia física? Los padres y madres tienen que promover desde ya autonomía en el autocuidado y prepararse para ir gradualmente confiando en que sus hijos e hijas sabrán protegerse solos. En el caso de los más pequeños, construir la confianza en que el sistema escolar sabrá hacerse cargo de su responsabilidad de educar en el autocuidado y cuidar.
Por supuesto, para quienes el encierro ha significado maltrato, dolor y abusos, el término de las cuarentenas obligatorias será un alivio. Pero ese es otro tema que merece atención especial y aparte por su relevancia. Porque el desconfinamiento también permitirá que salga a la luz lo que ha sido para algunos niños, niñas, jóvenes y mujeres estar encerrados en situaciones de malos tratos y vulneración de derechos.
Será esencial, para la etapa que sigue, que cada familia se haga la pregunta: ¿qué queremos conservar de lo que ha sido la experiencia de cuarentena? y, por supuesto, ¿qué tendremos que hacer para que podamos conservarlo? Porque si no nos preguntamos esto, perderemos la oportunidad de que esta pausa indeseada, dolorosa y extenuante, tenga, además de los costos, aprendizajes y algunas ganancias no menos importantes.
Conversar en familia de lo que será el desconfinamiento progresivo. Ayudar a los hijos a hacerse protagonistas del propio cuidado que hoy ha estado monitoreado y definido por los adultos. Hacerlos conscientes, de acuerdo con sus edades, de la responsabilidad que tienen consigo mismos y con los demás. Padres e hijos transitarán del apego estrecho y permanente del confinamiento al apego de la vida diaria, confiados en que en este tiempo habrán reforzado los vínculos y serán una base más segura para la exploración del mundo abierto de un modo cuidadoso y sereno.
Este año ya no fue lo que pensamos. Probablemente, nuestros hijos e hijas no tuvieron todos los aprendizajes formales que estaban programados. Estamos en junio y sus caras y palabras denotan cansancio de fin de año. Las vacaciones de invierno se perdieron entre encierros y acomodos a duras penas organizados en colegios y casas. Ya no hubo interescolar preparatorio, la gira de la selección del colegio se canceló, algunos no tendrán su viaje de estudios, otros no tendrán la graduación ni el baile que soñaban. Muchos años se cumplieron sin fiesta, ni celebración con besos y abrazos. Algunos no pudieron despedir a sus abuelos.
Mirar para adelante aceptando las pérdidas que todos hemos tenido en este tiempo, conectarnos con lo esencial, pues ya sabemos que podemos prescindir de mucho y arreglárnosla con menos y valorar lo que sí tenemos y queremos conservar. Esa sería nuestra propuesta de desafíos de cuarentena que nos surge de escuchar a las voces de los niños y niñas en la pandemia.
Ps. Claudia Cáceres P.
Ps. Berta Carvajal A.
Ps. Isabel Fernández S.
Ps. Carolina Gana V.
Unidad de Terapia Familiar en Procesos de Separación y Familias Ensambladas
Instituto Chileno de Terapia Familiar
viernes, 12 de junio de 2020
Desafíos en la terapia familiar en contexto de diversidad sexual.
Desafíos en la terapia familiar en contexto de diversidad sexual.
En el trabajo terapéutico con diversidad sexual surgen algunas interrogantes que nos ayudan a reflexionar sobre las particularidades que conlleva el trabajo con la comunidad LGTBIQ+, como por ejemplo, cuáles son los principales desafíos terapéuticos que implica trabajar con la diversidad sexual, cuáles son las principales amenazas o aprensiones que presenta las familias a la hora de consultar por terapia familiar en esta temática y también cómo es que el terapeuta revisa y reflexiona sobre sus propios prejuicios.
Cuando abrimos el tema de la diversidad sexual en el contexto de la terapia familiar estamos interpelando a una persona a trabajar y compartir una parte de sí mismo que en muchas ocasiones la ha experimentado con incomodidad, miedo, vergüenza y vivencias de vulnerabilidad. El reconocimiento de estas vivencias es vital en la terapia familiar con un paciente de la diversidad sexual, ya que este sufre especialmente por ser discriminado, y vivir en un mundo hostil frente a aspectos relevantes de su identidad. Parece difícil tomar el peso a lo que implica haber estado expuesto a una historia repetida de vulneraciones y vivirlas en silencio, ya que no se trata de un hecho aislado, sino de constantes situaciones donde la sociedad, a veces las familias e incluso los terapeutas han negado la legitimidad de aspectos relevantes de su vida. Asumir la complejidad de esta historia es importante, esto no implica victimizar a las personas que nos consultan, sino acoger su dolor.
Es importante no mirar a los pacientes de diversidad sexual como homogéneos, sino recoger su heterogeneidad, acceder a su subjetividad e idiosincrasia y no asumir que la historia que nos presentan es igual para todos/as. En este sentido parece un importante desafío para el terapeuta que trabaja con la diversidad sexual presentar una escucha activa que permita asumir y sostener el dolor de cada persona en particular. En esta línea, el concepto de Interseccionalidad cobra sentido, ya que permite mirar las distinciones que hay en la historia de una persona de acuerdo a los diversos contextos donde se desarrolla, lo que facilita miradas comprensivas y específicas en relación al género, la clase socio cultural, las diferencias étnicas, entre otros. Esta perspectiva nos permite mirar y pensar las diferencias en toda su complejidad.
Es relevante que la postura del terapeuta sea de curiosidad y que los diálogos que se establecen con la familia se originen desde sus perspectivas y no exclusivamente del terapeuta, para que se de un encuentro.
En este sentido cobra relevancia la metáfora de Harlen Anderson sobre comprender relación terapéutica como la que existe entre un invitado y un anfitrión. Los dos están entrando en la vida del otro/a y esto implica un proceso de construir confianzas, de generar espacios de diálogos cuidadoso con el otro/a.
Considerando esta metáfora nos surge la inquietud de qué tan especifico tiene que ser el terapeuta que trabaja con la diversidad sexual y que tanta especificidad implica este tipo de terapia ¿Los pacientes de la diversidad sexual son un invitado “común y corriente” o es un invitado “especial”? Sin duda parece relevante considerar que en el trabajo terapéutico con la diversidad sexual se deben tener en cuenta variables que afectan la calidad de vida de las personas de la comunidad LGTBQ+ como el estrés de la minoría, la discriminación heteronormativa, la mirada binaria.
El Diagrama de Venn de la intersección de los conjunto nos muestra como los círculos no son cerrados sino intermitente, esto ocurre de cierta manera en la relación entre el terapeuta y el paciente. La importancia es que en esos círculos exista un flujo de información constante.
El paciente con diversidad sexual es un invitado especial, hay variables que hay que mirar que uno no considera con pacientes de la comunidad heterosexual o binario, el terapeuta debe manejar conocimientos específicos, un marco teórico particular que ayuda en el encuentro con este invitado especial.
Con la situación de Pandemia y confinamiento y la emergencia de la terapia on line donde el terapeuta realiza la terapia desde su casa, ha quedado en evidencia que el terapeuta también comparte su mundo con el paciente, no está en un lugar de jerarquía, es importante desrigidizar el mundo del terapeuta para poder encontrarse con el otro/a.
Respecto de las principales aprensiones que tienen las familias a la hora de consultar por terapia familiar en contexto de diversidad sexual, los temores mas habituales que se presentan en alguno o todos los miembros de la familia es si la diversidad sexual es permanente, temporal o real. También se preguntan cuánto tiempo va a durar. Por otro lado se presentan los cuestionamientos de los padres sobre “¿qué podemos transformar?” o “¿qué hemos hecho como papás para que este hijo manifieste esta actitud?”, “¿le habrá pasado algo malo, alguna una experiencia traumática?”
Conjuntamente hemos podido apreciar algunos temores hacia el terapeuta donde surgen cuestionamiento sobre quién es esta persona que le vengo a mostrar mi hijo, compartirá mis ideas, religión. Otro temor presente es que el terapeuta puede inducir o potenciar la orientación sexual de los hijos/as y se cuestionan si hablar sobre el tema de la diversidad sexual promueve una cierta orientación sexual.
Las familia que consultan no deben ser entendidas como un todo. Los padres pueden entrar en ciertas polarizaciones, en ocasiones uno acompaña y el otro se muestra más resistente o con miedos, observándose distintas voces dentro del grupo familiar.
En este sentido la postura del terapeuta es de acogida a las aprensiones de la familia pero presenta una clara postura terapéutica afirmativa respecto de la diversidad.
En la familia cuando se generan alianzas o coaliciones tiene que ver con los temores de alguno de los padres por experiencias propias que han vivido, en este caso hemos trabajado con padres en forma independiente para ir indagando de dónde viene el temor y la angustia y aparecen episodios que hacen comprender la resistencia. Cuando esto emerge es un descubrimiento para el hijo/a por el que se consulta, ya que logra entender que la posición de uno o ambos padres no es antojadiza. Las sesiones vinculares ayudan mucho en este sentido.
Por ultimo en relación al trabajo de la persona del terapeuta y como trabaja los prejuicios es importante asumir que los prejuicios son inherente a la naturaleza humana, están presentes en el terapeuta y paciente y la forma de abordarlos es a través del diálogo, del lenguaje y la pregunta. No tenemos por que entender si es trans va a adherirse a un modelo fluido y no es así puede adherirse a lo binario. No debemos dar nada por sentado, esto nos ayuda como terapeuta. No pararnos desde la postura del experto, sino postura de la curiosidad, tratar de entender la significación de lo que están viviendo nuestro paciente en particular y acompañarlo y sostenerlo en sus preguntas aún cuando no hayan respuesta.
Vivian Díaz
Astrid Castro
Tatiana Castillo
Loreto Forno
Maritza Tellez
Marcela García-Huidobro
Unidad de Diversidad Sexual
Instituto Chileno de Terapia Familiar
lunes, 1 de junio de 2020
La vida de las familias en tiempo de Pandemia: Parte II: Propuestas para fomentar los buenos tratos a los niños y niñas bajo condiciones de estrés.
La vida de las familias en tiempo de Pandemia:
Parte II: Propuestas para fomentar los buenos tratos a los niños y niñas bajo condiciones de estrés.
Luego de reflexionar…nos atrevemos a pensar en algunas propuestas… para ayudar a pensar a otros en los buenos tratos a nuestros niños y niñas, a acompañar y sentirnos acompañados, porque todos y todas, estamos en lo mismo.
- Que los padres y madres de niños en edad escolar vivan este tiempo volviendo a lo simple, a lo esencial, a sus funciones primordiales: acompañar, contener y disfrutar a sus hijos e hijas pequeñas. Que su mayor esfuerzo esté en lograr un espacio suficientemente seguro en casa, cuando todo en el exterior resulta incierto, inseguro y angustiante.Un espacio seguro en el que sean posibles los buenos tratos que marcarán sus modos de relacionarse en el futuro.
- Que el sistema escolar asuma y actúe en concordancia con la evidencia de la neurociencia respecto de las condiciones mínimas para el aprendizaje de un niño, tanto en términos de los procesos cognitivos que involucra, como con la necesidad de condiciones contextuales que permitan dichos procesos. Como señaló la reconocida psiquiatra A. Céspedes, “pretender que niños de primer ciclo básico realicen en casa un trabajo académico conducente a cumplir con los objetivos del currículo de este año, no es realista.
- Que el sistema escolar esté al servicio de las necesidades que en estos tiempos de emergencia tienen los niños de prebásica y básica: jugar, cantar, reirse. Que dejen de lado toda pretensión de enseñar contenidos académicos y los sustituyan por acompañarlos haciendo uso de los recursos que tienen en sus casas: que cuenten porotos sacados de la cocina y asi “suman”, que separen las piezas de los lego por colores, formas, tamaños y así “clasifican”, que aprendan nuevas canciones y así “memorizan”, que vean “monitos” en ingles y sin subtítulos para que se familiaricen con un nuevo idioma, que las tareas que den los profesores sea que ayuden a poner la mesa, que “hagan” su cama, que limpien una mesita… y que la foto de esa cama - seguramente no muy bien hecha- y la mesa puesta a medias, o la mesa más o menos limpia, sean la imagen de un logro importante… así, el colegio ayuda a que aprendan el valor de ser comunidad, de la solidaridad y de la empatía. Si los 4 primeros años de educación de un niño están destinados esencialmente a crear la compleja red de conexiones neuronales en la corteza cerebral en las que se asentarán los futuros aprendizajes, ¿por qué no buscamos otra manera de hacerlo en esta etapa, más simple, más a la mano, más acorde con las necesidades emocionales de niños y niñas bajo estrés?
- Que el colegio no suponga que los padres y madres van a ser profesores de sus hijos en sus casas. Los profesores estudiaron varios años en la universidad para aprender las metodologías que les permiten hacer su tarea. No basta el deseo y la buena voluntad para enseñarle a un niño. Pretender enseñar, sin las herramientas metodológicas mínimas, a niños tensionados y aburridos por padres más tensionados aún , cansados, asustados, irritables y haciendo esfuerzos para bloquear el contagio de un virus que ya nos rodea a todos y sobrepasados por las demandas domésticas, laborales, económicas y sanitarias, a todas luces, es un despropósito. Punto aparte merecería hablar que los padres y madres que viven en pareja, además tienen que sobrellevar las tensiones y el conflicto conyugal intensificado por el cautiverio.
- Que el colegio ponga la tecnología al servicio del bienestar, más que del aprendizaje académico y del control de los niños… que los niños graben sus tareas para compartir la experiencia y no para ser evaluados y mucho menos para ser monitoreados o sancionados. El colegio ne debería ser otra fuente de estrés para niños, padres y madres que están ya brutalmente exigidos por las circunstancias. El estrés no se maneja con más estrés.
- Que cada familia pueda reconocer cuáles son sus posibilidades para estos tiempos y defina sus propios límites a las exigencias. Las familias quieren que sus hijos se desarrollen, al mismo tiempo que conocen sus vulnerabilidades. Que dejen de lado la culpa por no poder con todo… a veces, menos es más. Lo más importante en tiempos de crisis es mantener la serenidad y la calma. La exigencia y hacer “como si” pudieramos lograr lo mismo solo que de un modo diferente, es irreal y absurda. No solo es necesario replantearnos los medios, sino también las metas de este tiempo.
- Que las empresas y empleadores consideren las particularidades de sus colaboradores. Trabajar desde la casa no es lo mismo que trabajar desde la oficina. Trabajar con apoyo en las tareas domésticas no es lo mismo que trabajar, cuidar niños, hacer el aseo y además, ser profesor de los hijos…todo, al mismo tiempo. Que padre y madre se turnen para trabajar , ser profesor, hacer aseo y cuidar niños, no es lo mismo que una mamá sola o un papá solo tengan que lidiar con todo esto a la vez. Trabajar desde la casa no es solo cambiar el espacio físico para hacer lo mismo que en la oficina. En tiempos de pandemia, se deben reducir las expectativas de logro, objetivos y tiempo de las exigencias laborales puesto que en la casa no están las mismas condiciones para que trabajadores que cuidan a sus hijos estén sometidos a las exigencias… como si sus empleados fueran inmunes a los contextos.
- Que los padres y sus amigos les regalen a sus hijos y a los hijos de sus amigos un rato de una video llamada o que reemplacen el zoom party con los amigos y amigas para reunirse con los hijos de esos amigos y amigas contándoles lo que hace la amiga médico, o el papá ingeniero o actor, o la historia de cómo ese amigo de papá aprendió a nadar o a andar en bicicleta o le enseñe a hacer collares con fideos o a tocar la armónica o la flauta…o la historia de esas mamás científicas que desde pequeñas se interesaron por cómo ocurrían los fenómenos de la naturaleza o del espacio.
Si la pandemia nos afecta a todos y todas…es con el aporte de cada uno de nosotros, desde el lugar que nos toque estar, que podremos salir adelante. Como una comunidad global, consciente de la interdependencia y de la conexión que perdió la transparencia en estos días. Porque hoy como nunca constatamos que el mundo es un sistema dinámico no lineal y que el “efecto mariposa” nos ha mostrado como un virus, cual efecto de las alas de una mariposa, se puede sentir al otro lado del mundo.
Ps. M. Fernanda Araya
Ps. Claudia Cáceres Pérez
Unidad de Terapia Familiar en Procesos de Separación y Familias
Ensambladas.
Instituto Chileno de Terapia Familiar.
viernes, 29 de mayo de 2020
La vida de las familias en tiempo de Pandemia: Parte I
La vida de las familias en tiempo de Pandemia:
Parte I: Los buenos tratos a los niños y niñas bajo condiciones de estrés.
El trabajo con familias en proceso de separación conyugal, nos ha enseñado los efectos del estrés alto y sostenido del conflicto parental en los hijos e hijas. La investigación ha documentado consistentemente esto y entrega evidencia sólida de cómo el estrés afecta el desarrollo socioemocional de los niños, niñas y jóvenes en cualquier contexto familiar y en cualquier etapa del desarrollo, pero particularmente en las etapas en que el cerebro está neurológicamente creciendo en conexiones que permitirán el desarrollo cognitivo. Nuestra experiencia profesional nos sensibiliza a mirar lo que está ocurriendo hoy con los niños y niñas en tiempos de pandemia, hacer una pausa y ofrecer una reflexión que contribuya a visibilizar a los que han sido invisivilizados en una emergencia que los tiene inmersos en un contexto brutalmente tensionado y estresante.
La crisis actual da la oportunidad de hacer esta pausa y mirar cómo habitamos nuestros espacios y relaciones primordiales. La vorágine en la que todos, de un modo u otro estamos inmersos, muestra a ratos lo simple como despojado de sentido, la vida cotidiana como algo tedioso y las relaciones al interior de los hogares, en el encierro, se tornan por momentos desconocidos y una fuente de ansiedad.
Que estos son tiempos excepcionales, todos lo sabemos. Que más tarde que temprano, van a pasar, también. Pero, ¿Cuándo?... nadie sabe. ¿Cuáles serán las consecuencias en el mediano y largo plazo?.. Tampoco. Sabemos que el impacto en la economía de los países y en la vida será enorme. Sabemos que hay recursos -como el teletrabajo, la telemedicina o el delivery en todos los rubros- que llegaron para quedarse. Pero, ¿qué sabemos de lo que ocurrirá en la vida de las familias, las parejas, de los niños y niñas, y adolescentes hoy confinados o medio confinados según sea el momento?. No sabemos. Miremos lo que está ocurriendo hoy a ver si nos ayuda a mirar lo que viene y a tomar medidas que cuiden a nuestras familias para que aprendamos y esos aprendizajes se queden también como recursos para la vida. Después de todo, las familias están y seguirán estando muchas veces sometidas a diversos estreses, más o menos altos y sostenidos, que son los que afectan a todos sus miembros, especialmente a sus hijos e hijas.
Si miramos lo que están viviendo los niños y niños pequeños en esta pandemia con ojos de terapeuta de familias y parejas..¿Qué vemos?. Vemos familias enteras sometidas a un estrés sin precedentes, porque todos estamos viviendo lo mismo, en todas partes, en todo el mundo. Los que cuidan y los que son cuidados, los enfermos y los sanos, los mayores y los pequeños.Todos bajo los efectos implacables del estrés alto y sostenido. Nadie se salva, todos, más o menos afectados, y teniendo las respuestas fisiológicas propias del estrés: activación del sistema nervioso simpático, liberación de catecolaminas, cortisol y encefalina, aumento en la sangre de la glucosa etc. Y, por supuesto, los correlatos emocionales de la respuesta de alarma (insomnio, irritabilidad, desregulación emocional, depresión) adaptación (evasión, consumo de sustancias) y agotamiento (aparición de enfermedades, cansancio físico). El estrés prolongado, aunque silencioso, puede tener efectos devastadores en la mente y en el cuerpo.
La respuesta de nuestro organismo al estrés prolongado nos pone en “modo supervivencia” … huída o ataque. Básicamente, nos expone a comportamientos más impulsivos asociados a la búsqueda de una solución rápida que nos permita salir de los problemas inmediatos. Respondemos como si estuviera en riesgo nuestra propia vida.
Niños y adultos en modo supervivencia. Padres, madres e hijos en modo supervivencia, profesores y alumnos en modo supervivencia. El aumento de la violencia al interior de los hogares en este tiempo es un hecho indiscutido, del cual se habla, pero solo de manera parcial, pues los niños y niñas, grandes olvidados, no han sido mencionados suficientemente como víctimas de esta realidad. Esta vez, no son población vulnerable y no están en el centro. La violencia de género, que se ha disparado, ha concentrado la atención, pero los niños que viven con esas parejas desreguladas y encerradas, son también víctimas invisibles de esa violencia. Los niños aprenden lo que ven. Los malos tratos y los buenos tratos, se aprenden. Por otro lado, padres sobrepasados, exigidos por el sistema escolar “como si” fuese posible continuar con los procesos educativos formales. Sobrepasados por las necesidades económicas, la falta de espacio, el temor a la enfermedad a la cesantía y teniendo que cuidar a niños igualmente sobrepasados por el estrés y el encierro. El contexto actual es terreno fértil para que buenos padres y madres tengan malos tratos con sus hijos.
La violencia simbólica y real, invade todos los espacios y vínculos que los niños habitan, desde lo más macro, como las políticas publicas, en un Chile que aún no cuenta con una ley integral de protección a la infancia que las oriente, pasando por el sistema educativo, que bajo el lema, “evitar que los niños pierdan el año escolar”, somete a estos a la angustia de aprender en condiciones inapropiadas.
La violencia, entendida la mayoría de la veces, solo como agresiones físicas, no logra ser estimada, más aún aquella que no deja huella físicas, la que ocurre tras las puertas cerradas, al interior de los hogares, sin golpes. La dificultad para sostener buenos tratos hacia los niños son la respuesta invisible de un sistema bajo estrés: la ausencia de contención emocional y su invisibilización como sujetos, agentes de deseo y opinión. ¿Cuántos niños han dicho a sus padres en estos días con palabras y conductas que no quieren estudiar en estas condiciones, qué no les resulta, que los agobia?, ¿A cuántos de estos se les ha escuchado y respetado, sin pensar por ello que se sienta un precedente para que nunca más quieran aplicarse al estudio?
Los adultos siempre hemos tenido la función, en cualquier circunstancia, de ser una compañía que ayuda a los niños a entender y elaborar las experiencias y la posible ansiedad que estas conlleven. La mayoría de las veces esto no es un pesar, que implique agobio para los padres. Estos sentimientos sobrevienen cuando comenzamos a vivir en lógicas de alienación, donde aquello que es esencial, deja de serlo y empezamos a vivir una vida descentrada de lo primario, de los vínculos, del encuentro, de cuidarnos y cuidar a quienes nos rodean, de compartir, escucharnos, conocernos y valorarnos. Conectados desde este lugar, recurrir al amor para acoger, regular y sostener a los niños, es una acción que no se lamenta. Pero, hoy esas posibilidades para todos están disminuidas y a ratos, incluso producen un desgaste difícil de sobrellevar. No por falta de recursos personales o emocionales sino más bien por el contexto extremo en el que estamos. Es una realidad, que las condiciones de hoy son alienantes y que las competencias parentales están disminuidas. Las mismas competencias que tienen disminuidas los profesores, los profesionales del sistema de salud..todos.
Los padres y madres hoy están en sus casas en lo que P. Boss denominaría una “presencia ambigua”, es decir, están y no están a la vez. Esa presencia física y mayor o menor ausencia emocional resulta muy difícil de entender para los niños pequeños. Si los padres están en casa, están con ellos o para ellos. Hoy están, tal vez más que nunca, pero tienen que trabajar enfrascados en el computador por horas, hacer las tareas domesticas y ser “profesores” de sus hijos….además de estar permanentemente atentos al cumplimiento de las normas sanitarias. ¿Están y pueden cumplir las funciones emocionales de la parentalidad?. Están y no están. Eso, es muy difícil para todos y aumenta el nivel de estrés, generando dinámicas de escaladas de tensión que en algún punto terminan en conductas desreguladas tanto de niños como de padres y madres.
La idea de la autoregulación, o sea, que los niños y sus padres se logren regular por sí mismos, constituye en un entrampe relacional, pues hace pensar que las necesidades del otro, sea la pareja o los hijos, son una sobrecarga emocional, tal vez habría que pensar en la idea de la corregulación y cómo nos acompañamos y acogemos ante situaciones difíciles. Los niños también nos acompañan, consuelan, nos dan fuerza…
Por último, cómo entender el aprendizaje y el desarrollo del ser …¿Qué pasa si lo diferenciamos del aprendizaje solo académico y lo entendemos más bien como un espacio para experimentar, sentir, cultivar la identidad personal y algunos valores humanistas, universales y cotidianos.? En esta segunda mirada, en el aprendizaje del ser, en la primera infancia el juego libre constituiría una herramienta primordial para estimular la creatividad y la exploración, un camino esencial para nutrir el cerebro en desarrollo. Jung decía que “La creación de algo nuevo no se logra a través del intelecto, sino por el instinto de juego actuando desde una necesidad interior. La mente creativa juega con los objetos que ama”.
Pero, esto es algo que tiene poco espacio en estos días, los niños agotados con tareas y guías escolares interminables, exigencias de aprendizajes sin la contención mínima que requiere un niño pequeño en el ámbito escolar, más allá de las buenas intenciones de colegios y profesores. Al mismo tiempo que tener que aprender destrezas, tienen que aprender nuevas tecnologías …… como si existiese una máxima que impidiera que hagan una pausa para que ellos y sus familias puedan sortear mejor esta ola. Porque cuando la ola es muy grande, no hay que ir de frente, hay que pasarla por debajo…o dejarla que pase por encima. Una vez que pasa, podemos volver a retomar los esfuerzos y seguir avanzando.
La exigencia descontextualizada en un mal trato y tal vez como padres y terapeutas podemos ayudar a los padres a ser protagonistas del modo en que enfrentan este tiempo tan complejo. Salir, al menos por un rato de la lógica del aprendizaje puesto afuera, en todo aquello que se puede consumir: múltiples plataformas con información, guía de museos, talleres, cursos y charlas gratuitas, etc. que finalmente pueden trasnformarse en una dificultad para lograr conexión con lo interno, lo cotidiano, con la posibilidad de explorar aquello que está disponible en nuestras vidas y que no depende necesariamente de un computador y una banda ancha, muy ancha. Son tiempos difíciles, que requieren para ser enfrentados disminuir la exigencia lo más que se pueda… solo, dejar pasar la ola.
¿Qué ocurrirá entonces?.. depende de lo que aprendamos de estos tiempos. De si esta experiencia la dejamos simplemente como una anécdota más o menos difícil para cada uno o la convertimos en una inspiración para que elijamos el modo en que queremos seguir viviendo. La vida traerá a las familias y a nuestros niños y niñas otros estreses y tal vez, en esos nuevos tiempos y esos nuevos momentos de tensión, recordemos que el espacio seguro es la piedra angular para el buen desarrollo y los buenos tratos.
Ps. M. Fernanda Araya
Ps. Claudia Cáceres Pérez
Unidad de Terapia Familiar en Procesos de Separación y Familias
Ensambladas.
Instituto Chileno de Terapia Familiar.