en cada experiencia de vida vuelve a encontrarse
y este fenómeno, es vida tras vida más perfecto.
Y según haya sido nuestra respuesta a la misma
nos hacemos más sensibles a percibir este reencuentro mágico
con la familia real de cada cual…”
Reseña de Sergio Bernales
(Enero 2014)
Una cita de entrada:
“El amor me dio la bienvenida, pero mi alma se espantó.
Culpable del polvo y el deseo.
Pero el amor de ojos raudos, al observarme se aflojó
Desde mi primera entrada,
Se acercó hasta mí y, con dulzura, preguntó
Si algo me hacía falta.
(George Hervert)”
Este poema nos entrega la clave de la breve novela que quiero recomendar.
La historia es simple, transcurre en Nueva York, su comienzo es en el bar de un hotel. Allí un hombre solo le relata su historia a una joven parcialmente interesada en escucharle. Invirtiendo a Hemingway, transcurre en un lugar “no limpio ni bien iluminado”, recordando uno de sus más famosos cuentos.
¿De qué va el relato?
De la ambivalencia de ciertos hombres frente al amor, de la ilusión romántica y de seguridad de una gama de mujeres, del hombre derrotado que se refugia en el dinero (“billetera mata galán”) para conquistar una mujer como trofeo y terminar derrotado por el amor, es decir, del viejo triángulo amoroso.
La gracia, sin embargo, es la manera como Hayes teje la novela, lo tenue del discurso que señala un saber del amor disecado mediante diálogos breves lleno de excedentes para interpretar, y a través de una prosa exquisita, donde lo sutil y preciso del equívoco lenguaje del amor y la pasión son una constante.
Las cosas empiezan para el relator como suelen comenzar, una tarde sucede algo, nada del otro mundo, nada realmente importante, la búsqueda de un poco de placer sin siquiera una pizca de culpa. Después de conocerla la escuchó decir: “ojalá fuera más inteligente, ojalá fuera más sabia (así fantaseaba que podía controlar mejor el mundo), tengo pocos amigos, me canso, la vida me lleva”. Y continúa con la descripción de la manera como él se fue quedando sin prometerle nada, pues la vida para él se reducía a observar, a vivir en un modesto cuarto de hotel y a trabajar por encargo. Lo que tenía en mente era un romance cómodo, fijo e invariable, una mera secuencia de placeres que no le alterara su vida ni se interpusiera con su trabajo de escritor, y combatiera sus momentos de soledad, en otras palabras, que le proveyera de la diversión más agradable del parque de diversiones: el placer del amor.
Pero tal como sucede en aquella película francesa, “Una relación pornográfica” con Sergi Lopez y Nathalie Baye, las cosas se tuercen, se produce un intervalo “entre el acorde del deseo, que ya fue tocado, y el acorde de la satisfacción del deseo, que todavía no lo ha sido”, algo que ocurre cuando todo promete y permanece suspendido. La relación entre ellos toma un curso que ya no saben controlar desde el momento en que él la lleva a un hotel y después a pensar que ninguna noche es como esa primera noche, como ese primer gesto, esa primera desnudez, esos modales titubeantes, inseguros, intensos, que nunca vuelven a ser lo que fueron porque nada de lo que desea transcurre tal cual como lo desea y tanto la esperanza como la negación, la expectativa y la renuncia, lo lleva a pensar en el error de desear con una intensidad que termina hiriéndolo.
¿Y ella?
Había estado dispuesta a hacer lo que su primer amor le hubiera pedido, ahora lo recordaba con amargura y burlándose de sí misma, dispuesta a escandalizar a su familia, indignar al mundo, en suma, a sacrificarse por amor. A los 17 años tuvo a su hija y no pudo hacerse cargo de ella. Un motivo más que suficiente para centrar un futuro que considere a esa pequeña en sus próximas elecciones. Lo suyo era cargar con los demás. Primer marido, familia de origen, ahora una hija.
¿Cómo todo eso le condiciona su futuro?
Me refiero a haberse casado la primera vez por amor. Es lo que sus conductas despliegan y que él no puede comprender desde su ambivalencia amorosa, situación que la deja a ella preguntándose por la motivación de él cuando le hablaba de una libertad vaga, informe, sin substancia, pero sobretodo, al no escuchar ni declarar que la amaba.
Un trozo de la novela lo grafica:
“Me decía que aunque estuviera desconsolado por un tiempo, incluso genuinamente triste, al fin y al cabo sobreviviría.
¿No quería que sobreviviera?
Sospecho que no, mejor que quedara incapacitado por completo”
Es cierto que él odiaba la violenta supresión de sí mismo que le causaba el amor y deseaba estar en otra parte, pero al fin y al cabo, no eran más que decisiones pasajeras tomadas en la oscuridad, hasta que en la soledad impuesta, empezaba a extrañarla de nuevo.
Lo peor es que ambos sabían que las palabras que les salían con tanta facilidad o con balbuceos no eran las verdaderas.
¿Qué ocurre al llegar a este momento de la trama? En general, y habitualmente eso que pasa lo hace en la noche, pasa algo que es una curiosidad……y después una pauta que conecta la historia de los dos en el tiempo. Pauta de la que no pueden escapar y que es gatillada por la particular forma en que irrumpe el tercero.
Si me valgo de Roland Barthes cuando escribe Fragmentos del discurso amoroso, la historia se va llenando de abrazo, angustia, ausencia, celos, encuentro, llanto, mortificación, rapto, recuerdo…y un final dramático o trágico.
Como suele decirse en la jerga literaria: las historias de amor que merecen ser contadas no son las que tiene un final feliz. Baste citar Abelardo y Eloísa, Tristán e Isolda y Romeo y Julieta para darnos cuenta.
Y de eso trata esta magistral novela que en apretadas 150 páginas nos brinda una lección de cómo escribir una historia universal.
En lo personal, me ha cautivado la capacidad de Hayes para construir el clima emocional de los distintos lugares que habitan sus personajes, sus ambigüedades, sus flaquezas, el modo en que maneja los tiempos, la exaltación de lo detenido que se convierte en conducta desesperada, los vanos y equivocados intentos de reparación. La tristeza inconmensurable que rodea la vida de los tres personajes cuando somos capaces de no enjuiciarlos y verlos en lo propio de sus limitaciones, todo lo cual es señalado con una melancolía narrativa que atrapa. Lo mismo ocurre con la voz del narrador: la frialdad con que se describe adquiere ribetes de comedia, pero a la página siguiente conmueve y luego enoja, para volver al comienzo.
Para terminar un par de frases que resumen la derrota: “me habitaba un terrible vacío. Pensé que había hecho lo que, para mí era un gran esfuerzo hacia el amor y había fracasado, y no sería capaz de hacer aquel esfuerzo nuevamente”.
“El problema de ella era que lo quería todo: el matrimonio decente y el amor indecente; el living ordenado y el dormitorio desordenado; el regador en el césped y la cita en algún momento entre las dos y las cuatro. Le sonreí”.
Sobre el autor:
Alfred Hayes (18 April 1911 – 14 August 1985): nació en Londres y creció en Nueva York. Fue periodista, incursionó como guionista con Roberto Rosellini y Vitorio De Sica. Escribió cuatro novelas y fue elogiado en la década de los 50, después pasó al olvido. Este es un homenaje a alguien que es capaz de sufrir y observar el sufrimiento con el tono apropiado para conmovernos 60 y tantos años después.
Sobre la poesía del comienzo:
George Herbert (3 de abril de 1593 – 1 de marzo de 1633): poeta y sacerdote inglés.
En su verso “Amor” señala. “El amor tomó mi mano, y sonriente replicó - ¿Quién hizo los ojos, sino yo? - Verdad, Señor, pero los he echado a perder: que mi vergüenza – vaya donde es debido”
Comenta: Dr. Sergio Bernales
¿Cuál es la gracia de este conjunto de 16 cuentos?
Todos ellos nos capturan desde sus primeras páginas y nos invita a acompañar la sensación de angustia culposa del o la protagonista, nos enreda en su situación vital y nos convoca. Todos ellos terminan de un modo donde lo inconcluso cumple con lo propuesto por Bajtín como valor del relato breve.
Su variedad temática nos habla de un autor lúcido, tanto en sus observaciones situacionales, como en las descripciones vitales y psicológicas, es entretenido, cuidadoso del lenguaje y capaz de sorprendernos con agudos giros en la resolución de la trama.
Estamos frente a un gran cuentista, un innovador temático que teje los distintos relatos a través del hilo que lleva al dolor y un denominador común que va de la frustración al miedo y la ansiedad.
Una recomendación que me atrevo a hacer es leer un cuento por día para saborear los matices que nos deja lo escrito cuando no todo queda dicho.
Comentaré algunos. El primero es el de una pareja con una hija que es invitada por unos vecinos de veraneo a los que no conocen, la hija desaparece y al padre le sobreviene la idea angustiosa de un rapto, dejando entrever las diferencias entre los cónyuges en su modo de enfrentar la vida como padres, en un trasfondo de inversiones de capital de riesgo innecesarias.
El segundo es el viaje de dos amigos donde uno le enseña infructuosamente técnicas de seducción al otro develando los matices de la soledad, bien o mal acompañada.
El tercero cuenta la historia de un hombre que se ve enfrentado a un posible diagnóstico de linfoma, las vicisitudes del moribundo, las ganas de reparar con personas cercanas, pero indeseables, y la imposibilidad de articular puentes de entendimiento cuando los códigos de la comunicación transitan en paralelo.
Es interesante leer estos cuentos desde la óptica de las fronteras del discurso, en el sentido de ser lectores situados desde un lugar en el que recibimos y entendemos un significado por el que tomamos partido, lo completamos y lo aplicamos en el contexto de nuestra propia vida mediante un proceso de escucha y comprensión que nos invita, desde las primeras frases del protagonista, a convertirnos en acompañantes involucrados. La manera de hacerlo fluye desde un estilo coloquial y envolvente.
El cuento que da el título al libro es el más breve. La historia es sencilla y cuenta como en el amor, el acto fallido es lo corriente, en especial si se mezcla el dolor y lo prohibido. La anécdota la usa el autor en otra de sus novelas (Psique) por lo chabacana que puede parecer, y que en este caso, revela el olvido de un pescado que se podrirá debido al recuerdo doloroso de un amor prohibido en la hora de su funeral, el recuerdo de una frase de la difunta que puso término a una relación erótica por lo peligroso de enamorarse.
Hay además guiños a otros autores, como el Hemingway de Colinas como elefantes blancos cuando el viejo profesor de astronomía le dice a su antigua alumna y amante: “Bueno ya sabes. Siempre te lo he dicho, cualquier cosa que hagas, me parecerá bien”, esta vez, a diferencia del relato de Hemingway, para acompañar el dolor de ella, cuando el hecho ya ocurrió, en vez de presionarla a abortar, como ocurre en aquel.
Para terminar, me parece que Lasdun, recorre los intersticios de lo humano que permanecen menos accesibles a la mirada corriente, y si bien describe mezquindades y ansiedades de la vida acomodada, aparece lo universal de la vulnerabilidad individual de un modo que nos permite apiadarnos de los personajes, y muchas veces, si nuestra autocrítica es alta, a reconocernos en algunos de ellos.
Comenta Dr. Cristián Chaparro C.
En realidad no hay un marido en ciernes ni un amanecer concreto. Es más bien un cúmulo de pequeños relatos donde se adivina apenas alguna relación. El amanecer es sólo una más de las historias de este libro.
Fue recomendado por una querida paciente que se había sorprendido con el libro y que se había sentido interpelada con varias aseveraciones que había leído en él. De hecho, pensó que yo tenía que leerlo y me lo prestó.
Héctor Abad Faciolince, el autor, es un colombiano que conoce de cerca la violencia, la migración y el dogmatismo. No conozco el resto de sus libros y me parece que esta colección de historias breves tienen en común sólo la humanidad de sus situaciones
Los relatos, que en ocasiones suenan autobiográficos, están frecuentemente llevados por diálogos internos de disímiles personajes en situaciones particulares. Se leen rápido, bien rápido. Son ágiles y despiertan curiosidad.
Me atrevo a recomendarlo por lo amplio de las descripciones de las emociones y reflexiones de los personajes, de sus motivaciones y sus anhelos (o la falta de ellos). La ira, el miedo, el despecho, el agobio, la sorpresa, los celos, son expuestos para comprenderlos en una coherencia interna. ¿Qué siente el marido que descubre el goce de su mujer con otro?, ¿qué puede ocurrir en ella ante su agresor o al asomarse al abandono?
Al leerlo me sorprendí también. Me sorprendo de lo que se me abre a los ojos y me sorprendo de mí, de mi ignorancia y/o mi simpleza al asomarme al otro "... también están dejando de ser niños, y adquieren un poder, el nuestro, que consiste en desconfiar, por un lado, y en engañar, por el otro. Y cuando los adultos creen en mentiras, o las dicen torpemente, nos parecen pueriles, infantilizados...", "...cada mujer piensa que en ella el ciclo termina, que en ella al fin su nuevo amor llegó al puerto que era. Y no es así, siempre estarás dispuesto a zarpar otra vez. Sólo la última, la que enviude, podrá decir que lo tuvo hasta el final; pero esa ingenua no sabrá que te tuvo hasta el final sólo por falta de tiempo..."
Lo recomiendo a los novatos, como yo, en ver la riqueza de la condición humana, para que se sorprendan.
2 comentarios:
Como parte del equipo de niños y adolescentes he sido testigo a traves de supervisiones directas e indirectas de los procesos a los que alude Cristina.
Me parece excelente su reflexión, que da cuenta del impacto y valor de la terapia familiar en momentos diversos del ciclo vital de una familia. Siempre y en todo momento tenemos la oportunidad de encontrarnos,reencontrarnos y reconstruir nuestros modos de encuentro.
Felicitaciones Cristina y gracias por tu aporte
carmen paz puentes
Interesante reflexión sobre el trabajo terapéutico de familias con hijos adultos. Solamente me gustaría precisar que el concepto "regresar para partir mejor" corresponde al terapeuta Alfredo Canevaro quien lo desarrolla ampliamente en su modelo de trabajo clínico con adultos, familias y parejas, como parte de su filosofía terapéutica. Las referencias se pueden encontrar en distintos artículos, algunos de ellos en internet, por ejemplo http://www.terapiafamiliar.cl/web/UserFiles/File/Canev-Selvini%20TRADUCIDO%20AL%20ESPA%281%29.pdf o bien en su libro "Terapia individual sistémica con la participación de familiares significativos. Cuando vuelan los cormoranes" que tuve el privilegio de traducir y que está por llegar a Chile.
Claudia Rodríguez Pezoa
Publicar un comentario