miércoles, 10 de diciembre de 2014
REFLEXIONES DE UNA EXPERIENCIA:
CURSO DE ESPECIALIZACIÓN EN
SUPERVISION SISTEMICA
A propósito de la próxima versión del Curso de Especialización en Supervisión Sistémica
que se dictará en 2015, les dejamos una reflexión realizada por la
Dra Ana María Montes, Psiquiatra miembro de nuestro Instituto, quien realizó su
formación como supervisora clínica en la primera versión de este curso.
Para los interesados, http://www.terapiafamiliar.cl/web/index.php?cod_info=130
Dra. ANA MARIA MONTES LARRAIN
El siguiente comentario corresponde
a una reflexión en torno a una experiencia personal vivida en el proceso del Curso
de Supervisión Sistémica, en su primera versión.
El aprendizaje más importante logrado
en este curso se basa, a mi juicio, en la integración de los aspectos teóricos
de la supervisión y los aspectos prácticos desarrollados en el taller de
meta-supervisión y en el resto de las actividades prácticas. Uno de los temas
más relevantes fue lograr captar la importancia del trabajo sobre la persona
del terapeuta en un proceso de supervisión, el desarrollo de las habilidades del
terapeuta y sus recursos adicionales, los que a su vez se complementan con su
integración personal y un reconocimiento más amplio de si mismo.
Desde mi experiencia, luego del
curso, la supervisión deja de ser un entrenamiento para la adquisición de
habilidades solamente, y se convierte en un espacio que facilita el encuentro y
que permite que el terapeuta se haga cargo de su subjetividad en su rol.
El taller de meta-supervisión o de
supervisión sobre la relación de supervisión que se realizó, dio lugar a un
espacio de comprensión de los procesos tanto de psicoterapia, como de
supervisión y las dificultades que pueden darse en la relación de supervisión.
El taller se realizó en jornadas de
4 horas, 2 veces al mes y fue dirigido por una pareja de supervisores. El grupo
de supervisores en formación del diplomado estuvo constituido por 5
profesionales, psicólogos y psiquiatras, formados en terapia familiar sistémica
y con algún nivel de experiencia en supervisión.
El taller se desarrolló desde su
inicio en base al trabajo de la persona del terapeuta. Presentaciones personales y trabajo de la
familia de origen de cada uno de los supervisores en formación del diplomado
fueron el punto de partida de este proceso. La pareja de supervisores guían la
entrevista de manera de intentar profundizar en los temas más relevantes de la
persona y su historia y que pueden manifestarse o tener relación con la labor
profesional. Se intenta que el supervisor en formación logre conectar alguna
dificultad que ha experimentado a lo largo de su vida profesional con aspectos
de su historia de vida personal. Posiciones que ocupó en su familia de origen,
conflictos no resueltos, duelos, etc. forman parte de la historia de vida
personal y se pueden manifestar como dificultades en la relación del terapeuta
o supervisor con su paciente o con su supervisado. El trabajo sobre la familia
de origen pasa a ser entonces una base para el proceso y el desarrollo del
curso.
La experiencia de evidenciar las
debilidades y dificultades supuestamente superadas con el correr de la
experiencia profesional, no fue una tarea fácil. Obliga a un proceso de
re-revisión de aspectos personales y de re-experimentar vivencias provocadoras
de ansiedad. Esta experiencia puede llevar a un impasse que estanca el proceso
de aprendizaje. Conductas defensivas como el evitar exposiciones, negar
conflictos o evadir ciertas situaciones pueden aparecer en esta etapa. Para no
estancarse en este impasse y permitirse continuar en el proceso, se hace
necesaria la presencia de un buen vínculo. Recurrir a la confianza en los
supervisores que guían este taller, en la confianza en el grupo, como también
en los aspectos personales que me conectan con
la necesidad de buscar metas y desafíos profesionales no explorados aún,
lo que a su vez me lleva a reflexionar sobre lo infinito del proceso de
aprendizaje y del crecimiento profesional. La visión y mentalización de esta
experiencia del taller como un espacio necesariamente enriquecedor, donde se
crea la posibilidad de recibir y dar otras miradas sobre un proceso que toca
aspectos personales, que se da en un clima de contención, donde cada uno de los
miembros del grupo está comprometido con la intención de aprender con y desde
el exponer los temores y dificultades, y donde la experiencia del “no saber” es
posible, son elementos fundamentales para salir del impasse que provoca la
ansiedad frente a esta exposición.
El trabajo a través de juego de
roles, la revisión de videos de supervisión y el trabajo de esculturas de los
diferentes casos supervisados fueron, a mi juicio, muy alentadores en la
creación de las confianzas necesarias, al mismo tiempo que ilustradores en los
temas de supervisión analizados. Estos ejercicios crean un clima que aminora la
racionalización y da espacio a una mayor conexión emocional con los procesos
revisados. El incluir por ejemplo en una escultura a la familia consultante, al
terapeuta y eventualmente al supervisor en este tipo de actividad, da una
visión global del tema a supervisar. Los posibles entrampes tanto de la familia
o pareja en su funcionamiento relacional, entrampes del terapeuta y la relación
que establece con sus pacientes, entrampes del supervisor en la relación que
establece con el terapeuta y entrampes entre los miembros del grupo, son un
tema de reflexión en un trabajo de meta-supervisión que no deja afuera a
ninguno de los participantes, sus subjetividades y sus relaciones.
Gracias a la experiencia del curso
pude reflexionar sobre mi propio proceso de desarrollo como supervisora en mi trabajo
habitual con un equipo de terapia familiar. Se trata de un grupo institucional
donde la mayoría de sus participantes son profesionales con experiencia,
psicólogos y psiquiatras con algún nivel de formación o ya formados en terapia
familiar sistémica. Durante los años anteriores al diplomado, venía utilizando
un modo de supervisión directa a través
del espejo uni-direccional. En este modelo de supervisora realizaba sugerencias
a través del citófono durante la sesión sobre qué preguntar para profundizar
sobre un foco terapéutico elegido, o cómo intervenir sobre una pauta
determinada. La supervisión estaba centrada básicamente en el contenido de la
sesión, en la problemática de los pacientes y sus relaciones y en las
estrategias a utilizar; es decir el proceso terapéutico era el principal foco
elegido. Sólo en algunas ocasiones utilizaba como foco las dificultades de la
relación terapéutica o algunos aspectos básicos de la persona del terapeuta.
Cabe agregar que esto ocurría en situaciones en que una emoción importante se
hacía evidente en el terapeuta y
provocaba, a mí entender, un impasse en la sesión.
Durante el desarrollo del diplomado
de supervisión, sin embargo, los focos de supervisión elegidos por mí en mi trabajo
habitual se fueron ampliando y fui incluyendo
dentro de éstos, a la persona del terapeuta y su familia de origen en forma más
consistente. Preguntas como: ¿qué sientes en esta situación o qué te pasa con
este paciente? y ¿con qué aspectos de tu historia te resuena?, se fueron
haciendo más habituales. Ciertos entrampes se podían aclarar desde la relación
terapéutica y desde ciertos aspectos de la persona del terapeuta. Se abrían
salidas y opciones diferentes, desde una comprensión más amplia, tanto en lo
relacional como en lo personal.
Este modelo de supervisión ha ido
progresivamente dando entrada además a una exploración de las dificultades que
aparecían en la relación de supervisión lo que le ha otorgado al equipo de
trabajo una mayor libertad y fluidez en sus actividades-.
En síntesis, mi aprendizaje se basó
principalmente en que la supervisión sistémica se orienta hacia una mirada
sobre el aspecto relacional circular del trabajo terapéutico. A la exploración
sobre lo que pasa entre el terapeuta y
su paciente. Se propone salir de la mirada habitual de supervisar solo el caso
clínico y ampliarla hacia lo relacional,
incluyendo al terapeuta y su contexto en esta mirada. Desde ahí entonces se
hace necesario entrar en los aspectos personales del terapeuta y el trabajo
sobre la persona del terapeuta. Lo que le pasa al terapeuta en una terapia
determinada, tiene que ver con aspectos que trae el paciente a la relación,
pero también con aspectos que trae el terapeuta a esta relación. Su historia,
sus fortalezas, sus dificultades están puestas en la relación terapéutica. El
mayor conocimiento sobre estos aspectos podría enriquecer y otorgar más riqueza
y flexibilidad a la labor del terapeuta.
En este mismo sentido y desde mi
labor como supervisora sistémica, pienso que asi como el terapeuta trae su
persona e historia al proceso de terapia y de supervisión, el supervisor trae
también su persona e historia a este
proceso. Son entonces varios procesos que se
interrelacionan formando un sistema más complejo donde los isomorfismos pueden
formar parte de él.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario