viernes, 19 de julio de 2019

The Squid and the Whale o, Historias de Familia

The Squid an the Whale o, Historias de Familia
Año 2005
Director y guión: Noah Baumbach
¿Por qué cambiar el nombre de esta película desde “El calamar y la ballena”  o “El calamar y el Cachalote”, por el de ”Historias de familia?

Historias de familias hay infinitas, pero las historias de las familias en las que hay un divorcio destructivo son más que solo historias de familias. La relación entre el calamar y la ballena es más que una simple historia entre dos animales marinos.

Los calamares son de los depredadores supervivientes más grandes del planeta. La dieta de las ballenas cachalote está basada principalmente en calamares. Muchas ballenas cachalote tienen cicatrices en su piel derivadas de peleas con calamares gigantes. Y, se han encontrado enormes cantidades de calamares de estas especies en los estómagos de las ballenas cachalote muertas.

El museo de Historia Natural de Nueva York escenificó hace años y exhibe la  escultura de tamaño natural que aparece en la cinta y que representa el imaginario encuentro entre estos dos monstruos marinos. Imaginario porque son escasas  las veces que se ha logrado fotografiar estas peleas que ocurren en las aguas más profundas de los mares. Muchos niños se fascinan y se aterrorizan con la escena. Igual que Walt, para quien el recuerdo de esa imagen aterradora era a la vez el recuerdo de los momentos más cercanos a la madre y a la época en que aún, no capturado en la lealtad hacia el padre, podía sentirse querido y cuidado por ella.

Estas peleas monstruosas ocurren en las profundidades más inexploradas de nuestros océanos. En las aguas frías, en las aguas plagadas de peces abisales que aterrorizan por su fealdad y por la electricidad de sus cuerpos, pero que a la vez  encantan por las sorprendentes luces que emanan.

La metáfora que toma el  director, representa los núcleos neurálgicos de los divorcios destructivos:

Buen título el de la ballena y el calamar para representar la violencia de la depredación de una pareja que no pudo separarse bien, pero que antes de eso, no pudo construir una buena relación de pareja. Porque desde sus orígenes la competencia y la rivalidad eran dos de los ingredientes centrales de esa relación. Ni siquiera el tenis era un juego de tenis. El tenis era  simplemente una oportunidad para demostrar supremacía y dominio sobre el otro. El calamar y el cachalote no pueden tener una relación colaborativa, tienen que competir, porque el que pierde, muere. Alguien tiene que ganar. El que pierde, es engullido y desaparece.

El terror y la atracción que produce la imagen de esta lucha descarnada es la misma que viven los niños frente a las peleas de sus padres en grave conflicto. Las detestan, les hacen daño, pero no pueden abstraerse de ellas. Una niña de 14 años, miembro de una familia con un divorcio destructivo de 9 años me dijo….”No puedo y no quiero dejar de participar de sus peleas, porque es la única manera que tengo de saber cuál de los dos dice la verdad”.

Los niños no pueden protegerse. O son demasiado pequeños, o son más grandes, pero atrapados en las lealtades con sus padres.

Los padres, están demasiado enfrascados en sus propias necesidades y conflictos como para ver las necesidades de sus hijos. ”Es Lunes, no es MI turno, tienes que irte con tu papá”. ¿es que los Lunes no se puede necesitar conversar con la madre?.

El calamar y el cachalote metaforizan la violencia. En el caso de los divorcios destructivos, el maltrato y el abuso parental hacia los hijos. El abandono y la negligencia que poco tiene que ver con la falta de amor y sino más bien con insuficientes desarrollos emocionales y perturbaciones psicológicas y psiquiátricas que impiden elaborar la experiencia de la separación. Ya me referiré a esto más adelante.

Cómo nos muestra el maltrato Baumbach?. Con una mezcla de obviedad y ridiculización que más parece una ironía. Una mezcla entre comedia y drama, ante la que no es claro si llorar o reírse. De un modo en que permanentemente nos peguntamos si son así las cosas o si exageran. Si están amplificadas las consecuencias del conflicto post-conyugal en los hijos o si es más bien  un dato de una la realidad real. Si me remito a mi experiencia en el trabajo con estas familias. No, no exagera. Los padres en conflicto sencillamente pueden olvidar a sus hijos, fenómeno psicológico reflejado en la película en la concritud  del olvido del hermano menor en la casa de la madre mientras ésta y su pareja se van de fin de semana y el padre y el hermano mayor se van a la universidad en busca del esquivo reconocimiento, mientras el niño pequeño toma alcohol y se masturba tres días absolutamente abandonado. ¿en qué terminará Frank?

No siempre es obvio que los hijos de los divorcios destructivos son hijos maltratados y que las dinámicas de estas parejas y familias caben en la distinción de violencia intrafamiliar. Quienes trabajamos con estas familias tenemos que ser expertos, entrenarnos y tener modelos para intervenir desde la perspectiva del trabajo con relaciones violentas.

Yo no habría cambiado, ni por razones comerciales siquiera, el título original  de la película.  Visibilizar y hacer conciencia de la violencia y los costos de ésta en el desarrollo de los niños es un modo de dar la verdadera importancia que tiene hacer la distinción entre divorcio y divorcio destructivo. Distinción que para nosotros como terapeutas resulta fundamental, pues si divorciarse no es lo mismo que divorciarse destructivamente, hacer terapia en procesos de separación no es lo mismo que hacer terapia en procesos de divorcios destructivos. Por supuesto, tener a los padres separados o divorciados no es lo mismo que ser hijo de padres divorciados destructivamente.


Custodia Compartida

Una pareja a la que atendí en terapia me contaba. El padre de la única hija de tres años de ella, después de varios años de separación y restricciones impuestas a la relación del padrastro con la hija, se reúne con su exesposa y le dice.

“Ya es claro que no volveré a vivir con Francisca nunca más. Me he dado cuenta también de lo bien que está con ustedes y de lo absurdo que resulta ahora que no pueda viajar de vacaciones. Siempre seré  su padre, pero ella  no puede vivir con dos sistemas de vida tan diferentes y yo seguir pretendiendo que puedo intervenir e influir en su desarrollo como lo puedes hacer tú. Necesita una educación coherente y tu y Carlos lo pueden hacer bien. Dile a él que asuma la responsabilidad que significa vivir con nuestra hija y que se haga cargo. Yo me retiraré, seguiré estando y  si hay algo que definitivamente no me parece, te diré, pero, háganse cargo ustedes. Con ustedes vive y si yo armo otra familia más adelante, ella será una visita en mi casa”.

En un principio me asustó, porque pensé que la abandonaba, pero no. Simplemente se abría a la participación del padrastro en la crianza de los hijos. Como les dije: Ahora el eje parental lo conforman los tres: el padre, la madre y el padrastro.

Hay muchas maneras de organizarse familiarmente después de una separación. Hay diferentes sistemas de organización de la custodia y de mantener el contacto regular y permanente con los padres  o madres con los que no se vive.  Esta película hace que me parezca interesante reflexionar acerca de la custodia compartida como sistema de tuición post-divorcio. A mi juicio Bambauch muestra uno de los lados más cuestionables de este tipo de sistema. ¿al servicio de quién está?, ¿qué lugar ocupan las necesidades de los hijos en este sistema? La impresión que me he hecho, a partir nuevamente de mi experiencia, es que responde más a una necesidad de los padres que de sus hijos. A una necesidad de distribuir más equitativamente los costos emocionales y económicos que tiene ser el padre o madre custodio o a la dificultad aún  mayor de ser el sostén emocional y económico cuando no se es el padre o madre custodio. La custodia compartida permite que estos costos se distribuyan con la esperanza de que al menos en esto va a haber la equidad y la justicia que no había habido durante la relación  de pareja.

En general, como en la película, no son los padres los que rotan de una casa a otra, son los hijos. No son los padres lo que tienen que trasladarse y “cruzar al otro lado del puente” cada vez que “les toca” en “su” otra casa. Son los hijos. No son los padres los que tienen que vivir en dos mundos sin un hogar residente. Son los hijos. No son los derechos de los niños los cautelados con este sistema, son los derechos de los padres. Por suerte el gato es solo un gato y no un hijo. La suerte del gato es que se puede quedar. El gato no es parte de la disputa. Le pertenece a Frank. Sé que este cuestionamiento puede ser controversial. Ocurre que el director de la película muestra la custodia compartida justamente desde sus aspectos más difíciles. Definitivamente la custodia compartida no es opción para los divorcios destructivos. Para que ésta sea una buena opción tiene que haber una relación de colaboración entre los padres, el diálogo tiene que ser posible para flexibilizar los esquemas en función de las necesidades de los niños. Los niños no pueden estar en medio de un conflicto grave teniendo que sufrir y destruirse poco a poco como el hermano menor  ir de casa en casa intentando resolver los conflictos entre los padres o mitigar el dolor de éstos en una y otra casa.

Bambauch pone en imágenes y diálogos, llevados casi al absurdo los costos de este sistema en estos casos.

Lo Fraterno

Historias de familia es la historia autobiográfica del director de la película. Es la historia de él y su hermano frente al divorcio de sus padres. Es el divorcio destructivo narrado, descrito desde la experiencia de los jóvenes.

Desde el punto de vista relacional, esta es una fratría dividida. Los hermanos no han podido conformar el eje relacional fraterno de modo que puedan hacer frente juntos a las dificultades de sus padres. Cada uno está capturado en otro eje relacional que no les corresponde. Frank en el eje materno filial y Walt, el hermano mayor, en el eje paterno filial. Desde esta definición de lugares y lealtades, no es posible constituir fratría. Son el hijo de la madre y el hijo del padre, quienes pelean reproduciendo especularmente el conflicto de los padres. No son los hermanos Berkman que se pueden proteger, salvar, tener complicidad y acompañarse en medio de las dificultades. Son Frank y Walt conversando con guantes de box en sus puños mientras la intensidad del conflicto sube hasta que terminan agrediéndose en el suelo. No es simplemente una pelea entre hermanos, es la misma pelea que por años han tenido sus padres.

Me pregunto qué habrá pasado en la vida real con los hermanos Bambauch. ¿habrán podido construir hermandad después de esta experiencia? En la cinta hay una cierta esperanza para Walt, no hay los mismos indicios para Frank, pero, ¿para los hermanos? Son muy pocos los indicios de que podrán construir hermandad. Sí, uno relevante: El gato. La escena en que Frank le pasa el gato a su hermano en un gesto de apoyo y reciprocidad. Walt se iba a casa del padre protegiendo al hermano menor de que el padre se lo llevara a la fuerza del lado de la madre. Apoyo, protección y reciprocidad, tres aspectos esenciales de la fraternidad.

La fratría o hermandad es uno de los más importantes factores protectores para los niños en medio de los divorcios destructivos. En esta familia, está dañada. Los hermanos casi no se tienen. Los padres, especialmente el padre, fomenta la escisión entre ellos. Si se juntan, tienen demasiado poder. Sin embargo, no fue el divorcio el que la fracturó, fue el conflicto conyugal intenso e histórico de sus padres. Los niños ya eran hijos de cada uno de sus padres, antes del divorcio. El divorcio, simplemente amplificó la dinámica que ya estaba instalada.

Si es por cambiar el título de esta película, bien pudiera llamarse algo así como “El hijo del Señor y el hijo de la Sra. Benbach”.....que no son los hermanos Benbach”.

El duelo

¿Por qué el duelo? Porque en la película no se habla del dolor. Porque todos sabemos que detrás de la rabia y la agresión hay dolor. Pero aquí, tal como ocurre en todos los divorcios destructivos, de este dolor no se habla. Aquí, el dolor es soledad, el dolor es silencio...el dolor no es dolor. El dolor lo encarnamos los espectadores.

Los espectadores vemos cómo al padre le duele la decadencia, el fracaso, el ocaso, la traición, la partida, la separación. A la madre le duele el dolor de los hijos. A los hijos le duele la separación, el abandono, el conflicto de los padres, la soledad. Todo este dolor se expresa en rabia, en agresión, en conductas de escape...nunca en dolor directo, en dolor puro……dolor químicamente puro como un día me dijo otra paciente.

Al calamar gigante no le debe dar pena engullir al cachalote. A los otros animales marinos no les debe dar pena perder a un compañero de la manada. Los cachorros de cachalote deben sobrevivir sin la madre o el padre sin problemas. Los cachorros humanos y los humanos en general  en cambio, sufrimos con la pérdida de las cosas que nos importan, especialmente si ellos son nuestros padres o cuidadores de quienes dependemos física y emocionalmente. La única manera de salir adelante con estas pérdidas es elaborándolas e integrándolas a nuestras vidas como una experiencia de la cual incluso podemos sacar algo positivo. Y crecer.

La separación es una de las pérdidas más difíciles de elaborar, pues  constituyen, como diría Pauline Boss, una pérdida ambigua. Una pérdida en la que el objeto perdido sigue presente. Hay que acostumbrarse a su presencia-ausencia. Para hacer este duelo ambiguo o elaborar la pérdida ambigua es necesario desplegar una gran cantidad de recursos psicológicos y tener una buena dosis de madurez emocional. Tras los divorcios destructivos casi siempre hay personas que tienen muy reducida la capacidad de hacer frente a este tipo de pérdidas. Joan evitó enfrentar la pérdida de su relación de pareja muchos años antes de que se produjese la separación. Bernard  se refugió en su relación con los hijos para hacer frente a esta pérdida, en el esfuerzo por “perder lo menos posible” o al menos “igual que Joan”, pero no más. Mientras los hijos estuvieran con él, el dolor sería menos.

Este es uno de los núcleos del trabajo terapéutico en familias que atraviesan por estas dificultades. Ayudarlos a elaborar las múltiples pérdidas asociadas a la separación. Porque, aún cuando el divorcio no sea destructivo y más allá de las ganancias  que tenga, siempre involucra importantes pérdidas para todos los miembros de la familia.

Conectarlos con el dolor para llorar  y luego asumir las pérdidas. Tal vez es eso lo que representa el psicólogo al que llevan a Walt: la posibilidad de la elaboración y de la conexión con los aspectos vinculares sanos y las experiencias positivas. “trae recuerdos positivos” le dice, y lo anima y lo ayuda a traerlos, porque naturalmente no le salen. Y surge el recuerdo en el museo...la ballena y el calamar...la madre cercana y cuidadosa. Esa madre que necesita rescatar y que perdió en medio del conflicto conyugal al aliarse con el padre.

Los hijos de los divorcios destructivos no pueden solos. El dolor es demasiado.

Me quedo con la esperanza, con las posibilidades que abre la terapia y con el dolor de recordar los propios momentos de enojo y dolor por los que mi familia ha atravesado. Desde ese dolor sentido, nuevamente aparece la esperanza de que hagamos las cosas cada día mejor.

Ps. Claudia Cáceres Pérez
claudiacaceresp@gmail.com
Instituto Chileno de Terapia Familiar

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