Una reflexión trasnochada del día viernes 18 de Octubre
Dr. Sergio Bernales M.
¿Es
una vuelta a la utopía lo que estamos viviendo?
¿Es
esto posible?
¿O
sólo lo explica la emocionalidad?
Algunas razones que pueden explicar lo
que sucede:
1.- Los seres humanos somos una mezcla de
individuo libre e individuo social determinado por un proyecto de libertad y de
comunidad.
2.- El proyecto comunitario en la
modernidad dio origen al socialismo. El proyecto de libertad individual
permitió la llamada sociedad libre con énfasis en los derechos individuales.
3. El proyecto comunitario se asentó en
los socialismos reales, el proyecto de libertad individual en el crecimiento
económico basado en el consumo.
4.- Los socialismos reales fracasaron,
pero no su utopía emocional en Chile. El gobierno administra la idea de
crecimiento sin utopía y moviliza emociones vinculadas a las pérdidas ligadas a
los derechos sociales individuales.
5.- El anarquismo se hace cargo de esa
tensión y conduce la asonada social.
6.- La gente que se siente vulnerada participa
desde lo emocional utópico desde dos lados: estando en contra del gobierno y sintiéndose impotente de generar
soluciones, sin reflexionar que el perjuicio del resultado será mayor si se
desbanda hacia un anarco-liberalismo.
7.- Lo que antes era una oposición
ciudadana canalizada en proyectos políticos hoy es una oposición sin proyectos
y dividida.
8.- Los administradores de estos residuos utópicos es la masa
frustrada que arremete contra el poder que hiere sus sueños individuales y
comunitarios sin tener claro hacia dónde dirigirse sintiéndose sin salida y sin
líderes que los orienten.
9.- El gobierno queda desbordado, la
oposición sin proyecto queda también fuera.
10.- La utopía emocional sin liderazgo se
convierte entonces en estallido social y es lo que vivimos.
11.- El sociólogo E. Durkheim señala el momento en el que los vínculos sociales se
debilitan y la sociedad pierde su fuerza para integrar y regular adecuadamente
a los individuos generando fenómenos sociales tales como la anomia.
Queda por saber cómo se resolverá lo que
está pasando, lo seguro es que no estábamos en un oasis, como lo dijo Piñera.
Con lo escrito, he querido expresar
alguna distinción y hacerme una pregunta que permita explicarme algo de este
estallido social. En su transcurso aparecen muchísimos matices, que al
encontrarlos en su dimensión pacífica y creativa me devuelve un cierto
optimismo.
Por ahora, me parece que el divorcio del
individuo social y el de la libertad individual solo se están encontrando en la
escalada simétrica en el que cada polo defiende mal lo suyo. Si se lo pensara
en términos de terapia sistémica, y solo como un ejercicio cívico, al individuo
social se lo legitima en sus reivindicaciones de justicia, integración y deseo
de lo en común y se lo contiene en las formas de obtenerlo (sin violencia
destructora); al de la libertad
individual se lo legitima en su capacidad de elegir y conducirse y se lo
contiene en la aceptación de las reglas sociales en que se inserta y quizás en
la postergación de sus deseos materiales inmediatos.
En los días posteriores y ante la
radicalización de lo que está aconteciendo me surge una reflexión que quizás
distingue un fenómeno más polémico respecto a lo que estamos viviendo como
crisis.
Cuesta entender haber participado desde
hace meses, tanto en nuestro trabajo profesional en psicosocial como en la
participación en políticas públicas a las que hemos sido invitados, de la
situación de vulneración de NNA de parte del Estado, del reclamo sobre las
pensiones, de la atención en salud y sus largas listas de espera, del misérrimo
sueldo mínimo, de los abusos en muchas instituciones de servicios que los
prestan deficitariamente, de las largas colas de los paraderos, de la
insensibilidad del gobierno que se justificaba en medidas tecnocráticas
amparadas por contratos que no había firmado esta administración, más un largo
etcétera, junto a una propaganda que invita a comprar todo tipo de cosas que se
ofrecen a crédito y permite un endeudamiento de la población más allá de sus
reales posibilidades. Agrego el discurso, ya no creíble, de la conjunción de
una crisis económica USA-China y la eterna promesa de tiempos mejores en un
mañana que nunca llega.
Lo que habitualmente veíamos era la vieja
pobreza, una clase media emergente (a veces más bien en el papel) y la presencia
de una nueva generación con otra postura ante la vida, la sociedad y los otros.
Con esos antecedentes, cómo no haber intuido, si nos jactamos de ser sistémicos
y contextuales relacionales, la presión de una olla por reventar expresada en
la fuerza y virulencia de la protesta en curso.
En un artículo leí, a propósito de la
película Guasón, que “tras el asesinato, el Guasón explica que su acción es el
reclamo de los que nada tienen, de los que sufren sin que nadie se detenga a
ayudarlo, y de los que simplemente no existen para el mundo”, quizás una fuente
inspiradora de este tipo de estallido social.
Esa es en buena parte la discusión. El
tejido social se ha debilitado debido a esas injusticias en un sistema que se
llama a sí mismo democrático y que el gobierno ratifica. Sin embargo, funcionar democráticamente supone
erradicar del vocabulario del presidente la palabra guerra como la empleó el
domingo y usar su autoridad para hacer cumplir las reglas democráticas en pro
de la convivencia social. Ni que hablar todavía, en estos términos, de un nuevo
acuerdo nacional.
A ello quiero agregar mi mirada de los
manifestantes. Hay dos grupos: uno más bien carnavalesco cuya protesta es
festiva y pacífica (como dice Carlos Peña) y otro violentista que saquea lo que
encuentra a su paso, ambos con una presencia mayoritaria de jóvenes
inmediatistas (como suelen ser los jóvenes), en estos tiempos más apegados al
consumo (¿algunos o muchos? ), unos porque quieren más, los otros porque no
pueden, ambos intolerantes con la frustración. A ellos se suma el descontento
de personas que sufren la inequidad
más que la antigua pobreza (Chile, país pobre la ha reducido de 40% a 10% según
señala la Fundación para la Pobreza en los últimos decenios), que sufren y
enojan de observar la corrupción ya probada de militares y carabineros (como lo
han demostrado las instancias judiciales), pasando por la enorme crisis de las
iglesias, que sufren de ver los castigos nimios a empresarios inescrupulosos
(ya ni necesario de ser nombrados), situaciones todas ellas que desacreditan a
las instituciones. Se suma a lo anterior un aparato legislativo visto como inoperante,
farandulero y clientelista, hasta culminar con una tendencia a judicializar
todo tipo de conflictos vinculados a los derechos humanos y sociales, para peor
sin resultados, agravantes del descontento social.
Hay en todo esto, más que la pobreza, una
protesta sobre la inequidad, la de
la clase media emergente que quiere consumir más y rápido, liderada
espontáneamente por el cambio generacional y un tejido social contaminado por
el individualismo neoliberal preconizado por el gobierno de un modo
inconsecuente y sin autoridad.
Como decía el escritor Jorge Semprún respecto
de esta generación de jóvenes que nos está sucediendo (una generación que lo quiere todo YA), el tema no es “que
mundo le voy a dejar a los hijos sino a qué hijos les dejo el mundo”.
Esta enorme protesta y revuelta nos hace
ver que estamos ante una crisis de gobernabilidad democrática que la hace
peligrar y la desafía, con el riesgo de volver a una dictadura que se vuelve a
asomar a la vuelta de la esquina y nos recuerda un pasado al que no quisiéramos
volver o en poco tiempo a gobiernos populistas que nos aseguran la inutilidad
de las protestas sin conducción política.
Esto no lo ven los políticos de oposición
y no lo administra el actual gobierno.
El resultado ha sido un tipo de protesta
pacífica (de mayor conciencia política,
a mi juicio algo ingenua) y otra anómica (con mayor conciencia del conflicto y
sin temor de él, por eso más violenta) que se expresa en dos tipos, los que
roban y saquean y los que rompen bienes públicos e incendian después de saquear.
Y para mayor desgracia, el gobierno llama a las instituciones que más se han
visto envueltas en la corrupción a poner orden, porque no lo ha podido hacer
solo, desoyendo la necesidad de cambios en equidad que la sociedad reclama,
vaya paradoja.
El drama es que los que habitualmente
sufren serán los más perjudicados si persiste lo que en mi opinión se observa:
un movimiento sin conducción y sin líderes que se sitúen como interlocutores
válidos para canalizar este reclamo de inequidad y permita un nuevo pacto social
que debe ser necesariamente político y bajo formas democráticas.
Me gustaría finalizar con algún párrafo
optimista y el único que se me ocurre es la invitación a participar en las
instituciones intermedias de las que formamos parte como terapeutas, como
profesionales en temas de interés público, como padres, como barrio y como
ciudadanos, con el objetivo de ayudar en la mantención de una democracia que no
se defienda solo con el voto.
5 comentarios:
Excelente comentario Sergio. Vamos a tener que esforzarnos en encontrar los "recursos" en nuestra sociedad.
Lúcido comentario Sergio. Gracias
Distintos ángulos para reflexionar sobre lo que observamos y somos parte...excelente
Me parece una buena reflexión. Desglosarla implica incorporar el tiempo como palanca, no como una pared.
Excelente reflexión y análisis tanto de los acontecimientos actuales, como las hipótesis de sus posibles causas, por supuesto multicausales, relacionales, profundas, que un ingenuo detonante, abrió una grieta como un Tsunamí, la estructura real que corría debajo de una bella montaña, pero finalmente con hendiduras inmensas, - así están nuestros pueblos latinos; Colombia el mío, y por supuesto muchos otros del mundo, - que si los gobiernos no saben sortear estos movimientos que representan diferentes orillas del pueblo, no será fácil encontrar salidas... (años atrás, estudié en el ITF de Santiago de Chile, en mi trabajo final, mi seminario, uno de los profesionales que entrevistamos fue a Sergio, aún lo recuerdo, excelente entrevista y conversación contigo. Gracias de nuevo, recuerdos desde Medellín - Colombia.
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