La familia y el inicio del Año Escolar
Comienza
un nuevo año escolar y laboral y con él vuelve la vorágine de una
vida ajetreada, llena de actividades, exigencias y deberes. Para las
familias con niños en etapa escolar, implica retomar y coordinar múltiples
tareas, con lo cual pareciera que todo lo descansado, compartido
y reflexionado durante las vacaciones queda rápidamente atrás, junto a
los buenos propósitos para un año que habíamos soñado como menos frenético y
desgastante que el anterior. La tranquilidad ganada en largas
caminatas, baños de mar o de lago, o en una ciudad mucho más apacible,
pareciera desvanecerse apenas volvemos a la desgastante rutina
diaria.
Sin
embargo, el verano y las vacaciones compartidas tienen el don de reflejarnos el
mejor potencial que tienen nuestras relaciones familiares cuando estamos
descansados. Podemos habernos reído de buena gana con nuestros
hijos de algo simple, gozado con actividades o juegos sencillos
y sorprendido de ver a distintos miembros de la
familia -nuclear y extensa- interactuando entre sí de
manera llana y relajada. Nos queda como legado haber sido testigos de lo
que podríamos llamar la "mejor versión" de nosotros
mismos y de nuestra familia. Sabemos por experiencia, que puede haber una
mejor manera de relacionarnos, entre quienes convivimos y
más queremos. Esto nos lleva a preguntarnos por la manera
de re-encontrarnos con lo hallado durante el tiempo de
descanso, pero esta vez “entre marzo y diciembre”. ¿Cómo
encontrar momentos o situaciones que nos conecten profundamente, en
medio de la extenuante cotidianidad? Posiblemente sean los
ritos y rituales familiares los que
mejor puedan aportarnos para tener encuentros genuinos, a través de
la construcción de significados compartidos que generen sensación de
pertenencia, seguridad y bienestar.
El
diccionario de la Real Academia de la Lengua define a los
ritos como “costumbres y ceremonias” y "el conjunto de
reglas establecidas para el culto y ceremonias
religiosas". Los rituales, por su parte, serían el
"conjunto de ritos de una religión, iglesia o función sagrada".
También son ritos los actos repetitivos
y normativos que se reiteran estricta e invariablemente.
Desde la Sociología y la Antropología, lo ritual implica dramatizaciones
que remiten a lo natural y sagrado, y crean nuevos significados individuales y
sociales. Permiten comprender el mundo, darle estructura, construir
identidad y otorgarnos certezas. El terapeuta familiar Cristian Vásquez plantea en su
texto “Rituales Terapéuticos” que los rituales son "instrumentos
sociales que permiten la cohesión y pertenencia a los grupos de
referencia" y cita a Nannini y Perrone, señalando
que “sirven principalmente para disminuir la angustia, facilitar los
pasajes de un estado a otro, limitar los conflictos sociales
o intrapsíquicos, crear puentes entre lo visible y lo invisible o entre
lo explicable y lo inexplicable, mimetizar los cambios para dominarlos.
Los ritos conectan el nivel individual con el nivel social y
organizan las relaciones sociales” (Perrone, R. y Nannini, M.; 2007 en:
Cristián Vásquez, recuperado el 17 de marzo de 2015 en http://data.edras.cl/resources-files-repository/Rituales_Terapeuticos_-Ps_Cristian_Vasquez.pdf). En las familias, todos los días desarrollamos
ritos y hacemos actos rituales, a veces sin tener mucha conciencia de
ello. Menos aún de que en algún nivel siempre conectan lo natural con lo
trascendente.
En lo
personal, este marzo me enfrenta al desafío familiar de iniciar la etapa escolar.
Más allá del gran esfuerzo adaptativo de organización, levantadas y
acarreos al alba y de la inserción
familiar en un sistema social más amplio y complejo, me hace
plantearme la necesidad de aprovechar los momentos cotidianos -cansadores,
apurados y demandantes de energía- para generar seguridad e identidad
familiar junto a mis hijos, en un mundo muchas veces hostil. Me
hace pensar en que la particular manera en que hoy
armemos nuestra rutina, generará significados familiares
compartidos y por lo tanto, no serán triviales ni la manera
de llevarlas a cabo, ni las narrativas que generemos en torno a ellas. Retomando la idea de lo simbólico y la alusión a lo sagrado
que tienen los ritos y rituales, pienso en la toma de conciencia de lo
trascendente de algunos actos diariamente repetidos. Así, ir a
dejar a los niños al colegio, comer juntos en la noche, bañar a
los más chicos o leerles un cuento antes de dormir, nos dan la
posibilidad de celebrar y trascender, generando la sensación de bienestar
y de pertenencia. Celebrar rituales familiares de inicio y de
transición: un hijo que entró a la educación
superior, una hija que se podrá
acostar media hora más tarde, porque creció y es
responsable para levantarse en las mañanas, o uno que
comenzara a volverse a la casa de manera autónoma y en
locomoción colectiva, pueden ser oportunidades para honrar el ciclo
de la vida. Hay familias que participan en ritos asistiendo a
ceremonias religiosas; podría ritualizarse
también el almuerzo del domingo en la
casa de los abuelos; pueden celebrarse logros deportivos, académicos o
laborales de los distintos miembros de una manera que nos caracterice. Lo importante es crear juntos
símbolos, significados y narrativas con respecto a quiénes somos y
hacia dónde vamos. Y en qué sociedad queremos vivir.
Animémonos a
hacer de este año laboral, escolar y académico uno especial, en el cual lo
cotidiano y rutinario toque a cada momento lo profundo, a través de ritos
que nos den identidad, estructura y la seguridad de pertenecer y estar en lo
nuestro...
Ps. Alejandra Aspillaga
"POR QUÉ CELEBRAR SOLO EL INICIO DEL AÑO"
Me parece que Marzo tiene menos rituales de los que se merece. O tal vez comprar ùtiles escolares y uniformes, forrar y marcar también sea un ritual. O pagar el permiso de circulación y obtener así el derecho a movilizarnos libremente por Chile no sea un ritual porque es una gestión que valoramos menos de lo que representa. Quizás se destaque más la entrada al jardin, el primer dìa de colegio o el ingreso a la universidad. Pero, por qué celebrar sólo el final de todos estos inicios?
A lo largo del año se pueden establecer rutinas familiares con caracter de rituales con cierta regularidad. Se ha visto que las familias que comparten tiempo y actividades perciben ésto como indicadores de estabilidad, integración y pertenencia.
En la agitada vida actual, llena de obligaciones y responsabilidades laborales de los padres y académicas de los hijos, la disponibilidad de energía y tiempo se reduce enormemente. Si a eso le agregamos la cantidad de tiempo que se emplea en las comunicaciones via satélite, la posibilidad de compartir con los cercanos disminuye más. Acompañarse activamente hasta llegar a la próxima graduación o a las siguientes vacaciones puede ser de gran ayuda en el proceso.
Frente a las dificultades los hijos suelen buscar apoyo en una persona; uno de los padres, un hermano, un amigo. Sin embargo, si pudiera crear una instancia familiar que facilitara la expresión de sentimientos asociados al conflicto dentro de una condición de respeto y empatía, el resultado podría ser un aprendizaje más profundo y real de cómo manejar una crisis. La disposición activa para abordar una situación de stress, asociada a una manera de resolver los problemas, permitiría llegar a tener una percepción positiva del cambio del que se requiera hacer.
Evitar, postergar o negar son respuestas que alivian en lo inmediato pero en el mediano plazo generan incertidumbre y estancamiento en el proceso.
Para los hijos la creación de condiciones para desarrollarse y lograr su identidad se relacionan con la valentía de los padres para abordar los problemas, la capacidad para postergar su cansancio, la estabilidad de los vínculos que no deberían quedar amenazados por un conflicto, la presencia cercana que permita el logro gradual de la autonomía y una cuota de alegría. Sino este tremendo esfuerzo no tiene gracia.
Ps. Antonia Raies
1 comentario:
Excelente y necesaria reflexión Alejandra. Los rituales congregan y nos ayudan a calmar la voragine exterior. Apaciguan y contienen.
Carmen Paz
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