Refelexiones acerca de psicoterapia de parejas y adultos mayores


Básicamente, el estudio se refiere a la experiencia de si mismo que tiene el adulto mayor, a través del análisis de cuatro metáforas: Ocaso,travesíacarreraretorno a la niñez. El ocaso, se asocia a la pasividad y al deterioro. A la pérdida en distintos aspectos, al final de la vida. Latravesía se refiere a una actitud más autorrealizativa y desafiante de la vida, a la posibilidad de proyectos nuevos, al desapego de las obligaciones y a la libertad asociada a la tranquilidad económica. Elretorno a la niñez se asocia al aprendizaje de nuevas habilidades y al desarrollo de actividades lúdicas. Estas actividades se valoran en sí mismas, porque no llevan metas preestablecidas. En forma secundaria, la vuelta a la niñez se asocia en forma negativa al retorno a la dependencia y a la pérdida de autovalencia. La carrera, por último, se asocia a una concepción más concreta y utilitaria de la vida, a la significación de la vida como un conjunto de responsabilidades y tareas en que la actividad versus la pasividad y el goce, es lo que nos mantiene vigentes.

Esta aproximación al tema se constituyó rápidamente en una invitación a revisar  mi propio mundo de significados asociados a esta etapa del ciclo vital, a recorrer historias conocidas como la de mis abuelos y la de mis padres, también a tomar contacto con  emociones que no sé exactamente de donde provienen, pero que de seguro son una combinación de múltiples vivencias personales, influencias culturales y aspectos inconcientes. También, se constituyó en una plataforma, en un punto de partida, para mirar este tema desde una perspectiva mucho más dinámica, como un proceso subjetivo, personal, distinto para cada persona, distinto para cada terapeuta, y por lo tanto, tremendamente interesante en términos intersubjetvos.

 
¿Qué puedo decir yo de la tercera edad? Primero, que tengo una abuela próxima a cumplir 100 años y una madre en plena tercera edad. Segundo, que la tercera edad la vinculo en forma más inmediata a las mujeres que a los hombres, porque muchos hombres de mi familia de origen, incluyendo a mi padre no llegaron a la tercera edad y por lo tanto, las mujeres enviudaron bastante jóvenes.

¿Qué más puedo decir?. Que la tercera edad todavía está lejos de mi experiencia personal, pero mucho más cerca que antes.  Empiezo a preguntarme sobre mi madre y su tercera edad, con los cambios que trae en tantos sentidos, para su vida y, por lo tanto, para la mía.

Comparto estas vivencias con mi equipo del instituto y de inmediato aparece un mundo de experiencias personales. Madres autorealizadas y felices en forma posterior al la viudez, parejas disfrutando de la vida, una mujer de 81 que ya se quiere morir porque extraña a su marido, etc. De muestra sólo un botón, en mi grupo más próximo de trabajo, se despliega la maravillosa diversidad.
Y nos preguntamos, entonces, si es pura singularidad a lo que podemos referirnos, o si hay elementos comunes en la experiencia de envejecer. Sin duda que los hay. Envejecer implica en la mayoría de los casos el término o la disminución de la vida laboral, la partida de la casa de los hijos, una mayor vulnerabilidad a enfermedades,  el deterioro físico, menor agilidad, cambios cognitivos, entre otros, pero  el enfrentamiento a todo aquello es muy variable y dependiente de múltiples factores. Una enfermedad puede ser vivida como el final y el deseo de no tratamiento o como una lucha tenaz para conservar la vida. Dejar de trabajar puede ser un motivo de liberación o una experiencia de pérdida de valor. La viudez puede ser un motivo de soledad o un motivo de liberación. Dejar de hacer lo que solíamos puede dejarnos en el vacío o dejar un lugar para cosas nuevas. Ocaso, travesía, carrera, vuelta a la niñez vuelven a mi mente, como buenas representaciones de lo que quiero transmitir.

Empiezo a pensar en algunos casos clínicos y a hacerme preguntas. Me viene a la mente una pareja, ella de 65 y él de 68, ambos jubilados, con buena situación económica, padres de tres hijos casados que viven en forma independiente, con sus respectivas familias. El motivo de consulta inicial, es sobre la falta de actividad sexual, lo que constituye un gran motivo de frustración para ella y una situación de mucha presión para él, que no siente deseo. A poco andar, aparecen varios antecedentes que me resultan muy significativos, como las múltiples enfermedades que ella tiene (Parkinson, Fibromialgia, trastorno del ánimo de larga data) y situaciones traumáticas de naturaleza sexual en la historia de él. Ambos pertenecen a familias de origen de inmigrantes, en que el esfuerzo y el trabajo arduo se constituyeron en valores estructurantes de la existencia y que ellos adoptaron a piejuntillas. Ambos pertencen también a familias muy restrictivas en en el plano sexual, en que el deseo, la exploración libre en pareja y un rol activo por parte de la mujer respecto de su sexualidad, tienen un carácter pecaminoso. Surgen tantas preguntas para un sólo caso....

¿Cómo abordar la sexualidad en la tercera edad.....de la misma manera que en otras etapas de la vida o de una manera singular?, ¿Cómo abordar las experiencias sexuales traumáticas? ¿Será pertinente una psicoterapia individual?, ¿Las dificultades en este sentido realmente responden a un conflicto asociado con la tercera edad, o su base es mucha más antigua?,¿Cómo incorporar el trabajo transgeneracional a la psicoterapia con una pareja de la tercera edad?, ¿Es muy tarde para resolver conflictos crónicos de la relación? ¿ Cuán importante es establecer distinciones entre los conflictos actuales vinculados directamente a los cambios propios del ciclo vital y cuántos conflictos son de larga data y requieren ser abordados de distinta manera?, ¿Qué pasa en una pareja cuando uno de sus miembros empieza un deterioro progresivo producto de una enfermedad?
Recuerdo otro caso. Se trata de una mujer de 65 años que consulta en forma individual, derivada por un psiquiatra por un trastorno del ánimo subtratado por años. Después de haber funcionado toda la vida con un ánimo de predominio activo-entusiasta/irritable, que la hacía sentir muy vital, pero que le traía muchos conflictos, recibe tratamiento con estabilizadores del ánimo. Está más estable pero extraña esa energía que tenía. La crisis que la llevó al psiquiatra fue una descompensación anímica importante, despues de que sus dos hijas se fueron de la casa. Una hija casada, sin poder tener hijos y sin adoptar, otra lesbiana en una relación de convivencia. Esta última es su adoración pero también su dolor de cabeza. Le ha costado asumir la orientación sexual de su hija, teme por su futuro porque no tiene ingresos propios y depende económicamente de su pareja. Las hijas se llevan muy mal entre ellas y la madre funciona de puente en algunas oportunidades y de trofeo en otras. Hay una marcada rivalidad entre ellas. La relación con su marido no es próxima (toda la proximidad ha sido con sus hijas), no tienen vida sexual, pero a ninguno le hace falta. Ella no trabaja, pero  hasta la crisis tenía muchas actividades gratificantes (amigas, gimnasia, etc) que se vieron interrupidas por la sintomatología (desánimo y una agorafobia galopante). Él trabaja todo el día, es un muy buen proveedor, pero está pronto a jubilar. Ambos son inmigrantes. Se vinieron a Chile por el trabajo de él, hace  veinte años atrás y se quedaron. La familia se compone por ellos cuatro y nadie más. Fue afortunado este encuentro entre una mujer mayor conflictuada con sus hijas y esta terapeuta mujer con una madre en plena tercera edad. Creo que toda la gracia de este encuentro fue su finura intersubjetiva, un diálogo permanente entre las dos, un diálogo personal de cada una, una explicitación de muchos aspectos que permitieron desarrollar confianza y cercanía.
La paciente logró recuperarse de tantas pérdidas. Pérdida de la familia nuclear como puntal de su vida afectiva, pérdida de un estado de ánimo que la hacía sentir más viva, pérdida de la posibilidad de ser abuela, pérdida del control sobre la vida de sus hijas. Logró reconocerse en su nuevo estado de ánimo y sentir que su capacidad de pasarlo bien estaba intacta. Logró revalorizar su matrimonio, acercarse a su marido, en la medida en que quedó un espacio vacante. No retomaron la vida sexual, pero no la echaron de menos. Logró relacionarse de una manera distinta con sus hijas, abandonando estas funciones que la agobiaban.  Por mi parte, agradezco haber tenido la oportunidad de trabajar en este caso. Ser la "hija" que ayuda, pero no a mi madre, con la distancia suficiente, pero con la cercanía necesaria. Fue también reparador para mí.

Podría seguir con otros casos, pero creo que a través de estos dos he podido reflejar las ideas fundamentales que me han surgido pensando en este tema. Pienso en la tercera edad como una etapa del ciclo vital de naturaleza diversa  y singular para cada cual. Pienso en la diversidad temática que puede llevar a consultar a una pareja o a una persona en esta etapa de la vida. Y constato, que aunque hay problemáticas específicas, también hay muchas otras que son "atemporales". Pienso en la importancia de incorporar la mirada transgeneracional usando recursos diversos para cada consultante. No importa la edad de los consultantes, el allá y entonces siempre se constituye en una poderosa herramienta para iluminar el aquí y ahora. En los casos anteriores no fue posible trabajar en vivo con la familia de origen, pero la construcción del genograma se constituyó en un recurso alternativo de mucho valor.

Pienso en la importancia de hacerse preguntas y revisar las propias vivencias subjetivas respecto de esta etapa y tratar de entender cómo éstas inciden en el proceso terapéutico. Pienso en la magia del encuentro intersubjetivo entre consultantes y terapeutas.

Ps. Marcela Stekel
Miembro de la Unidad de Terapia de Parejas Transgeneracional
Instituto Chileno de Terapia Familiar

1 comentario:

Daniela (postítulo Stgo. primer año) dijo...

Me parece tan importante que desde el haber notado la aparición cada vez más frecuente de parejas adultas mayores consultantes, hagas estas hermosas y constructivas reflexiones, pues estas situaciones clínicas para los terapeutas se van a hacer cada vez más y más habituales por el aumento sostenido que tiene y seguirá teniendo el grupo de adultos mayores en el mundo y en Chile (para el 2025 tendremos más adultos mayores que niños...) y por una afortunada tendencia a la apertura de ellos a buscar ayuda para vivir mejor y más plenamente esta etapa vital.
Tenemos un desafío grande y coincido en que la perspectiva transgeneracional puede ser fuente de luz y sentido en su abordaje.
Un abrazo