jueves, 31 de enero de 2019

Terapia Familiar en procesos de separación conyugal.




La separación conyugal es una experiencia por la que atraviesan muchas parejas y sus familias en Chile y el mundo, siendo uno de los motivos de consulta directo o indirecto a diferentes tipos de psicoterapia. Uno o ambos miembros de la pareja pide ayuda terapéutica individual para hacer frente a la crisis, o lo hacen juntos y consultan a un terapeuta de parejas para decidir si se mantendrán juntos o no. Una vez que se ha decidido la separación, muchos padres  y madres buscan ayuda para sus hijos, especialmente si piensan que alguno de ellos es más vulnerable o tendrá dificultades para enfrentar ese crucial proceso. 

Es menos común, que la pareja que ha decidido separarse consulte a un terapeuta familiar para acompañar este proceso como familia; Es entendible. Está en el imaginario cultural que un terapeuta familiar acompaña a una familia que vive junta, padres  e hijos bajo el mismo techo. Está en el imaginario también que un terapeuta familiar busca “unir” a la familia, por lo que las parejas que han decidido dejar la convivencia, podrían ser “presionadas” a cambiar su decisión. Incluso es parte del imaginario cultural aún, y pese a las enormes transformaciones que nuestra sociedad ha experimentado, que haya para quienes la terapia familiar no es opción en los proceso de separación, pues “ya no hay familia”. La familia se disolvió con el divorcio de la pareja.

Sin duda todas las modalidades y enfoques psicoterapéuticos pueden aportar de algún modo a quienes viven la separación conyugal. Pero ¿Qué aporta la Terapia Familiar en los procesos de separación?.  Antes de responder esta  pregunta es necesario explicitar una definición....un principio fundamental: lo que debe disolverse en la separación es la relación conyugal o de pareja, al mismo tiempo que debe preservarse la relación parental y la continuidad de la familia para los hijos. 

La familia es una experiencia. Los hijos e hijas de la pareja que se separa deberían continuar teniendo la experiencia de familia. Podemos desafiar entonces la idea de que la familia existe sólo si hay cohabitación. En estricto rigor esa corresponde a  la idea de hogar, concepto que se usa con fines estadísticos entre otras cosas para soslayar que el estado haga una definición política de lo que es una familia. Se censan hogares, no familias.

La Terapia Familiar en procesos de separación entonces, tiene como propósito contribuir a la reorganización familiar post-separación o divorcio de modo tal que los padres puedan seguir cumpliendo las funciones normativas, nutritivas y socializantes y que puedan hacerlo tanto individualmente -cada uno con sus hijos- como juntos  y colaborativamente en lo que llamamos “función co-parental”. Cuando la familia se reorganiza en este nuevo escenario relacional, los hijos e hijas pueden seguir  teniendo la experiencia de familia, se siguen sintiendo protegidos y pertenecientes a una estructura buena y cuidadora: su familia, que ahora se organiza de un modo diferente, pero que sigue siendo SU familia.

La Terapia Familiar en procesos de separación parte del reconocimiento de que la familia post-separación es una organización familiar diferente a la previa, en la que no existe (o progresivamente deja de existir) una pareja conyugal y sí existe una pareja parental. Esta terapia apoya el proceso de diferenciación de la conyugalidad de la parentalidad, cosa que no es fácil porque implica un doloroso proceso de aceptación de las pérdidas que la separación implica. La intervención tiene en el centro el bienestar de los hijos e hijas, miembros más vulnerables al conflicto parental, al estrés, a la ambigüedad y a la pérdida de las estructuras que ordenan sus vidas. Ayuda también a visibilizar las necesidades de los hijos e hijas que a pesar de los esfuerzos de sus padres se pierden de vista por la captura emocional en que ellos están.

Se apoya a los padres a pensar y a actuar en pos del bienestar de sus hijos, escuchándolos a ellos. No somos los terapeutas los que transmitimos a los padres lo que les ocurre a sus hijos, o lo que necesitan o cómo están viviendo el proceso de separación. Son los mismos hijos quienes comparten con ellos, en emotivos encuentros, sus vivencias. Se apoya a cada uno de los padres individualmente a avanzar en sus procesos de duelo para que  transiten a esta nueva etapa haciéndose cargo de aquello que deben dejar atrás como de aquello con lo que tienen que continuar. Se fortalece la hermandad, el vínculo fraterno que será espacio de protección, de complicidad y de apoyo, especialmente en los momentos difíciles de los padres. Un espacio en que la relación entre los hermanos es el centro, un espacio libre de la tensión de ser hijos de padres en conflicto. La familia ayuda a la familia. 

Los terapeutas familiares facilitamos el proceso familiar e individual con cuidado y respeto, comprendiendo que la rabia es expresión del dolor y de la sensación de  fracaso e injusticia frente a un término muchas veces no deseado. Incluimos a todos los miembros de la familia, trabajando en la confección de un “traje a la medida” de cada familia. Una intervención que no tiene recetas, sino principios. Somos costureras que puntada a puntada avanzamos con las familias en su reorganización, en la construcción de un nuevo modo de vivir, en que todos caben. 

Invitamos a los terapeutas que quieran formarse en este modelo de acompañamiento de los padres y madres que sin vivir juntos quieren seguir fieles al principio de la corresponsabilidad parental, aún cuando ya no sean pareja, a conocer y a incorporar a sus prácticas clínicas algunos de nuestros aprendizajes de casi 20 años costureando con el dolor y tejiendo esperanzas.

Ps. Claudia Cáceres P.
Equipo de Terapia Familiar en Procesos de separación y Familias Ensambladas
Instituto Chileno de Terapia Familiar