miércoles, 1 de abril de 2015
La garra de hacer familia en el Norte
Agradecemos a la psicóloga Soledad Arriagada, miembro de nuestro Instituto, quien nos deja su mirada con el corazón a las familias del norte de nuestro país, en estas sentidas palabras sobre la catástrofe vivida estas ultimas semanas...
Cuando
producto de eventos naturales se comienza a hablar del Norte de nuestro país,
quienes hemos crecido, vivido y trabajado allá, nos llama la atención lo
poco que el centro y sur del país saben
de la realidad nortina. Poco se conoce que las ciudades por allá están todas
muy distantes una de otras, fácilmente uno debe recorrer 200 kilómetros hasta
la más cercana, son horas y horas entre una capital regional y otra, con un
basto y árido desierto que las separa.
El norte de nuestro país es una
tierra hermosa pero exigente y dura, donde nada se facilita, sino que exige de
su gente garra y creatividad para hacerle frente a la vida cotidiana. Donde los
servicios básicos son muchísimo más caros que en el resto del país y se
interfieren con facilidad frente a diversas situaciones, lo que le exige al
nortino ser más precavido y paciente que en otros lugares. La vida no es fácil
en el norte, la naturaleza habitualmente se vuelve en contra, el mar, los
cerros y el clima, así como te acarician y reconfortan, cada cierto tiempo te
recuerdan su poder y lo indefenso que estás en esas tierras, el nortino sabe
que si bien le han logrado sacar las riquezas a la Pampa, sigue siendo ella
quien manda y quien en cualquier momento te cobra.
Cuando
conocemos los acontecimientos de los últimos días, no podemos menos que
recordar que en el norte la forma de hacer familia es distinta, una parte muy
importante de su gente trabaja en la minería, son lo que ellos mismos
orgullosamente se reconocen como “la familia minera”. Un tipo de familia
distinta, en las cuales se enfrenta el reto de hacer familia con sólo el
cincuenta por ciento del tiempo juntos bajo el mismo techo, por lo que han
tenido que aprender a lidiar con presencias y ausencias de sus miembros, a ser
creativos y perseverantes para mantener los vínculos, la historia y la
comunicación.
Por
eso, cuando empecé a escuchar las noticias la semana pasada, recordé la gran
angustia omnipresente en estas familias, eso que constantemente referían los
mineros, estar lejos de la familia cuando pasan eventos trágicos, frente a
una urgencia. Me di cuenta que las peores fantasías de los nortinos se
estaban haciendo realidad, lo que me hizo pensar en todas esas madres y padres
tratando de poner a salvo a sus familias solas y solos, dando difícilmente
abasto frente a la furia de la naturaleza. A su vez, imaginé esos miles de
padres o madres angustiados(as) y aislados(as) en las entrañas de las decenas
de minas, sin saber de los hijos y parejas que dejaron en casa para ir a
cumplir con sus turnos laborales. Para quienes vemos a nuestras familias todos
los días, es difícil imaginar lo que es enfrentar a la naturaleza desbocada sin
el apoyo de la pareja, del compañero o la compañera en la crianza porque se
encuentra lejos, tampoco podemos imaginarnos lo que significa encontrarse
aislados a cientos de kilómetros sin saber cómo se encuentra nuestra familia
por días, en los cuales no puedes hacer nada sino esperar con el anhelo de
encontrarlos bien.
Imaginé
la angustia de esas familias sin celulares ni internet, cuando estos medios
tecnológicos se transforman en la única forma de hacer familia, mantener los
vínculos, de sentirse apoyado y contenido, por eso la incomunicación se
transforma en dolor, en desesperación de saber si tu familia está completa y a
salvo, dolor de no saber cuándo volverán a estar juntos nuevamente, ya que los
kilómetros que los separan son demasiados, y se hacen más distantes frente a la
angustia de no poder estar cuidando a los tuyos. La nueva separación es
inevitable, así es el sistema laboral, pero será más dura que lo habitual, será
marcada por el trauma vivido.
Quienes
viven en el norte saben resistir, miran de frente los acontecimientos y siguen
adelante, como nada se les ha dado fácil en la historia, no esperan que ahora
sea distinto, una vez más se calzan los bototos, el casco y se comienza de
nuevo, se llorará a los que partieron, se limpiarán las casas, se reconstruirá
lo destruido y se seguirá luchando en el día a día, dando su esfuerzo por
mantener a todo un país, aunque habitualmente se olvide.
Muchas
de las familias que han vivido estos acontecimientos probablemente están de
paso por la zona, el norte se caracteriza por ser un lugar de paso, pero así
también se caracteriza por ser un lugar que marca el espíritu de las familias,
ellas no serán las mismas de aquí en adelante, se llevarán a la Pampa con
ellas, no sólo el desierto y el sol dejarán marcas en ellos, sino estas
dramáticas experiencias constituirán parte
de su historia como familia.
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