jueves, 28 de mayo de 2015
Reflexión: EL bosque de Karadima por Dr. Sergio Bernales
EL bosque de Karadima (Director: Matías Lira)
Sin duda un
cine de denuncia. De denuncia de una situación de abuso sexual y de identidad,
de denuncia de un poder institucional histórico, en fin, de denuncia de la
falta de cuidados cuando se está en frente a personas vulnerables.
¿Qué
caracteriza el cine de denuncia?
La impotencia
frente a una situación encubierta, no hablada, distorsionada por la palabra
oficial, encubridora de diferentes tipos de daño y que deja marcas imborrables
en las personas que lo sufren. La angustia, la incomodidad y lo opresivo se
hacen presentes en esta cinta y conmueven al espectador obligándolo a
pronunciarse sobre lo que ha visto, ya sea para negarlo, para aplaudir la
valentía de contarlo o para iniciar un camino de elaboración sobre oscuros
pasajes de la historia. Que el cine chileno lo haga es una manifestación de la
apertura de una sociedad que ha sido muchas veces tildada de hipócrita.
Traer a
memoria películas como Matar a un hombre, Aurora e incluso Raíz nos hablan de
ello.
Ahora bien, ya
el título nos convoca a un recorrido en que habrá sorpresas. Se trata de una
cinta que tiene varios niveles de interpretación: el propiamente
cinematográfico, el contenido que nos quiere mostrar, la cercanía del
espectador con el hecho histórico (reciente y situado en la misma ciudad y con
personas vivas y conocidas del “mundo social”), la intencionalidad con que está
hecho, el problema del abuso de poder y el abuso sexual como su máximo
exponente, la consecuencia de una denuncia cinematográfica para personas que
siguen adheridas a una causa en la que no han sido escuchados, el uso de
personajes secundarios que representan a personas que siguen insertas en la
sociedad y con las que podemos interactuar en cualquier momento y que no
sabemos si dieron su consentimiento para ser ejemplificadas en el material
filmado.
¿Por dónde
empezar?
Ser terapeuta
sistémico o contextual-relacional, mira el film de una cierta manera, como lo
hacemos todos por lo demás, una manera que enfatiza la relación que se configura
desde un cierto contexto o entorno significativo. Nos parecemos en parte a un
director de cine (o de orquesta) cuando en este tipo de trabajo filmamos lo que
hacemos, con el consentimiento informado de los consultantes, con el fin de
atender al micro proceso que ocurre mientras dialogan, muchas veces en torno a
un conflicto. En ese proceso, el modo como empieza una escena de apariencia
espontánea, da un montón de pistas al terapeuta para la configuración de una
peculiar organización alrededor de un problema.
Si mi
observación sigue ese curso de acción, lo primero que llama la atención en el
film es que se inicia con un tipo de curiosidad de un adolescente, curiosidad
que se orienta hacia varios aspectos: la búsqueda de pertenencia, una
pertenencia que sea trascendente y que se personaliza en una figura que lidera
a jóvenes con ese tipo de búsqueda. A continuación aparece Karadima, figura
configurada de entrada por una predilección por lo mediático y poderes que
vienen de lo divino: hay que grabar la misa, soy un enviado (en un sentido que
puede ser metafórico o literal). La madre y su modo de vivir, el padre asesino
por despecho, la vida hipócrita y disipada hacen de telón de fondo a la
emergencia de la situación en ciernes: el abuso del más débil.
¿Qué decir
cuando aparecen este tipo de características en una situación vital?
Lo primero es
que la responsabilidad del profesional que orienta debe fijar un setting de
protección y de cuidado, sea éste un médico, un terapeuta, un cura, un pastor,
un rabino, un jefe.
Las personas
que como Tomás andan en búsqueda de vínculo, desde una falta de uno bueno para
él en su origen, obliga a un cuidado aun mayor.
Si se
encuentra con alguien fanático y perverso las posibilidades de ser dañado son
inmensas. Si esa persona va precedida de santidad y se es elegido por él, el
riesgo es inconmensurable.
De eso trata
la película, de los pasos de una seducción de este tipo. Es algo ya estudiado
en la clínica psicológica y se pueden seguir sus pasos. Algunos momentos: estar
por encima de la ley humana “maneja tú aunque no tengas la licencia, yo
gobierno la situación, me voy solo contigo, los demás en otro auto y respetando
la velocidad”; ser el administrador de la verdad y el perdón “no seas tontito,
yo te perdono y absuelvo”; “cuida los pecados de la carne” poniéndolo a prueba
mientras toca sus genitales al punto de confundirlo sin saber hacia donde va
dirigido el acto. Muy distinto a la relación de Sócrates con Alcibíades, del
maestro con el discípulo, orientada a resistir la tentación en aras de ser una
mejor persona y mejor ciudadano de la polis, en un sentido de mejorar el
cuidado y el conocimiento de sí.
En esta
perspectiva, la incomodidad con que he visto la película me obliga a
reflexionar sobre mis motivos más conscientes.
No quedo
indiferente a preguntarme por el consentimiento de cada uno de los familiares
involucrados, en especial el hijo, pues si bien es cine y en tal sentido
“ficción”, el carácter documental es innegable.
Si bien el
relato se centra en la perversión del “santito”, los poderes fácticos de la
Iglesia quedan también en el centro del cuestionamiento. En tal sentido me
llamó la atención las dos veces que sale el padre Hurtado como telón de fondo
de escenas importantes, la primera difuminado, la segunda de un modo nítido.
¿Es que era su salvoconducto? ¿Es que el padre Hurtado pertenece a la misma
especie? Queda una duda que incomoda en la forma en que se muestra.
Que duda cabe
que Tomás fue seducido y abusado. Es de una gran valentía el logro de la
denuncia, de una enorme lealtad advertírselo al cura en el momento en que se
atreve a hacerlo, quizás influido por el flash back que le significa temer la
presencia de su hijo en el mismo cuarto en el que él ha sido sometido. Sin
embargo, que ese aspecto quede escenificado y se haga público también me
incomodó. Por un lado revela un gran sentido de protección de Tomás, pero por
el otro, ¿cómo se le explicó al niño que esta historia quedaría plasmada, ya no
en un programa de TV sino en el celuloide?
Para terminar
este comentario sobre el contenido y desde un punto de vista psicológico vale
la pena recordar la teoría del hechizo. Dice su autor (Perrone): “El hechizo es
un estado de trance prolongado, de hipnosis no convencional, que puede perdurar
aun después de haberse interrumpido la relación. Puede crearse por efecto del
terror, la amenaza, la violencia, la confusión, etc. Los abusos sexuales
intrafamiliares pueden producirse en un clima de terror y de violencia, pero también
pueden ocurrir en interacciones de seducción para tratar de designar la relación
particular que liga al abusador y su victima. No contempla el estado de falta
total de libertad descrito por las víctimas. Como forma extrema de relación no
igualitaria, el hechizo se caracteriza por la influencia que una persona ejerce
sobre la otra, sin que esta lo sepa...”. Tal es el caso de lo vivido por Tomás.
En lo más
cinematográfico quisiera expresar un par de comentarios. El cine de denuncia
social como el Ken Loach, también el de Mike Leigh, recurre a una cámara que se
asemeja al ojo humano, no se acerca demasiado. No es el caso de esta cinta de
M. Lira. El apela al close up y a la fuerza expresiva del rostro cuando es
capturado en cercanía. Es el gran mérito de Gneco, capaz de matizar y darle
intensidad a cada gesto significativo y revelar congruencia o incongruencia en
relación al discurso. Lo mismo vale para la actuación de Vicuña, como de
Campos, lo que se puede hacer extensivo al otro joven que termina siendo cura,
pero en éste sin la debida profundidad del personaje. En este sentido es un
cine intencionado que encuentra lo que busca: producir un efecto en el
espectador. Es difícil que después de verla, las emociones queden en el mismo
sitio. El propósito se ha cumplido y no importa que los personajes secundarios
no tengan la profundidad de los principales, por ejemplo, ¿cómo se acerca a lo
religioso la esposa de Tomás, al punto de ser a su vez influida por Karadima?
Lo mismo ocurre con el fiscal de la curia, quizás algo menos con la madre, la
que de dos pinceladas queda estigmatizada en su manera de ser. Me parecen los
puntos débiles del film.
Por último
agradecer este tipo de películas, la que al mostrar un aspecto bien conocido y
apegado más a la realidad que a la ficción, logra crear un clima emocional
cautivador, asfixiante, denso, angustiante, de atrevimiento.
Dr Sergio Bernales
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