aceptado como legítimo, permitiendo la aparición de sus sentimientos y fragilidades. El proceso de construir esta intimidad suele no ser fácil para las parejas, entonces, pensamos que crear y cuidar de ese espacio puede ser mucho más difícil cuando el encuentro no es físico, sino virtual.
3. Funcionamiento en “modo de sobrevivencia”.
No podemos olvidar que estamos en una situación de emergencia mundial y nacional, que nos puede hacer funcionar en un modo que podríamos llamar “de sobrevivencia”. Hoy se activan las reacciones de alarma en cada uno, la necesidad de tramitar nuestras emociones difíciles ante este contexto de incertidumbre, temor y de gran estrés, así como de gestionar abastecimiento, finanzas, conductas de cuidado sanitario y un sin fin de coordinaciones a la vez.
En momentos de crisis colectiva y/o individual, es cuando más se activan nuestros mecanismos de defensa como reacción ‘adaptativa’ a dichas crisis. Y es en las relaciones más cercanas, especialmente en las de pareja, donde aparecen de forma más intensa o extrema.
Cada miembro de la relación hace uso de las propias herramientas que ha aprendido a lo largo de su vida para adaptarse y ‘sobrevivir’ emocionalmente a las crisis, protegiéndose, con ellas, de temores, dolores y del sufrimiento en general.
Los mecanismos defensivos que se despliegan pueden ser muy diferentes según la historia personal de cada quién, y también con relación al contexto actual. Algunos se pueden desconectar de las emociones difíciles, otros tienden a actuar de modos que pudieran parecer irracionales o infantiles, otros pueden mostrarse más fríos y distantes, o todo lo contrario, algunos pueden estar más sensibles y necesitados del otro.
La manifestación en cada miembro de la pareja de sus particulares mecanismos de defensa puede conducir a un impasse en la relación, el que es vivido con mucha intensidad emocional, ya sea de rabia, temor o dolor, por parte de ambos, con la sensación de no poder avanzar en la resolución de este estancamiento. Pueden surgir ideas respecto al otro, como, por ejemplo, que el otro no lo ama, no lo cuida, no lo tolera como antes o lo agrede, lo maltrata, lo critica, entre otras. Estas atribuciones llevan a que cada miembro de la pareja tienda a reaccionar ante el otro de un modo que suele conectar a cada uno nuevamente con sus fragilidades, generando una pauta de la que les cuesta mucho salir.
En este sentido, es muy importante, primero, identificar si es que como pareja se está funcionando en este modo y cuáles son los mecanismos que cada uno está desplegando, haciéndose conscientes de las emociones y acciones que van surgiendo en cada uno y en la relación. En la medida que cada uno identifica su responsabilidad en el conflicto y se conecta con el amor al otro, es más fácil buscar cómo cuidar a ese otro y a la relación.
En segundo lugar, no hay que olvidar que los impasses pueden resolverse, a veces aceptando los desacuerdos, manteniendo la flexibilidad y siendo compasivos con nosotros mismos y con el otro, pues ambos sufrimos durante estas crisis. No hay que perder la
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