miércoles, 9 de septiembre de 2020

Los duelos de la pandemia.




Un día de Mayo, en pleno confinamiento, Mané, arte terapeuta (https://instagram.com/mane.villanueva?igshid=73io1z66m924) tomó retazos de género, aguja e hilo y fue dando forma a las imágenes del video. En cada “ventanita”, una mirada hacia el interior de lo que hemos vivido en estos tiempos de encierro e incertidumbre. Una respuesta y una manera de procesar una experiencia compleja y muy exigente en casi todas las dimensiones de la vida: en lo emocional, en los vínculos, en lo social, en lo físico, en lo familiar, en lo laboral, en lo escolar….. en todo.

 

Me gustan las “ventanitas” por su belleza, por su increíble capacidad de transmitir las emociones de la pandemia, sobre todo, porque muestran cómo la adversidad puede transformarse en creación, en arte y en una oportunidad de crecimiento e innovación. Cada ventanita, sin duda ha sido un vehículo para dar un paso en la elaboración de la experiencia y para darle un lugar en el alma a lo vivido.

 

Cada uno de nosotros está, de alguna manera, haciendo un proceso similar: el duelo por lo vivido durante la pandemia.

Usualmente se asocia el duelo con la elaboración de las pérdidas, y efectivamente, eso es lo esencial. Sin embargo, un buen proceso de duelo permite aceptar aquello que se perdió tanto como reconocer y valorar aquello que se ganó, que se aprendió y con lo bueno que nos quedaremos y ojalá conservaremos de esa experiencia. Hacer un buen proceso de duelo significa hacer el balance de lo perdido y lo ganado, y es ese balance el que nos permitirá -o no- dar un buen lugar a esa experiencia.

 

Sin duda, el duelo más feroz de esta pandemia es el que tienen que vivir las 11.592 familias que hasta el día de hoy han perdido un familiar por COVID-19. Un duelo extraordinariamente difícil porque la muerte por COVID es una muerte muy dura, traumática. Una muerte repentina, con una separación abrupta y en soledad, porque quien fallece lo hace sin contacto ni comunicación con los seres queridos y sin los ritos que ayudan a procesar el dolor. Una muerte sin despedida, sin conciencia de que era la última vez y en muchos casos, sin información durante el proceso de enfermedad y muerte. Una muerte en la que el consuelo llega lento, porque a diferencia de otras muertes, no tiene lo rotundo y definitivo de acompañar y aliviar a quien muere en la partida y hacer los rituales colectivos que permiten cerrar. Las familias están en duelo desde que el paciente es ingresado al centro asistencial y comienza con la incertidumbre de no saber en lo que está ni muchos menos, cómo terminará.

 

Quienes murieron en este tiempo por otras causas, distintas al COVID, y sus familiares y amigos, han vivido también la experiencia de un duelo extraño, de un duelo en un contexto que impuso limitaciones brutales al acompañamiento y a las despedidas en comunidad. Para estos duelos también el camino del consuelo será largo.


Pero hay otros duelos por los que hemos debido transitar para que esta experiencia no sea solo adversidad, sino también oportunidad.

 

Durante la pandemia, muchos ritos que marcan el paso de una etapa a otra no pudieron realizarse: bautizos, confirmaciones, bar y bat mitzvahs, matrimonios, graduaciones, y funerales. La cuarentena impidió también la realización de ritos ancestrales de diferentes culturas: Nouruz, Pesaj, Pascua de Resurrección, Ramadán. Obligó además a suspender actividades, muchas veces largamente esperadas tanto para quienes las harían como para sus familias: giras de estudio, campeonatos deportivos, pasantías académicas, viajes. O a postergar proyectos de vida que habían sido soñados para 2020 como la maternidad o la paternidad.

 

Algunos de estos ritos podrán recuperarse en otros tiempos, pero tendremos que aceptar que otros, simplemente ya no serán y que avanzaremos a la etapa siguiente, de un modo distinto a como lo soñamos. Será importante ritualizar las pérdidas y encontrar el momento, cuando sea posible, para despedir en comunidad y presencialmente a quienes partieron en tiempos de pandemia, pero también será importante crear nuevos rituales familiares y comunitarios, por ejemplo, para despedir la vida escolar de los jóvenes que egresan del colegio este año. Porque estos ritos, tal cual los esperaron por casi 14 años, así no serán, y eso es mejor, conversarlo, resignificarlo y aceptarlo.


 



Este tiempo ha traído también para muchos, pérdidas materiales, y con ellas, dolor y necesidades. Algunos, las han ido sorteando con ayuda, mientras esperan que la crisis amaine y aparezcan posibilidades y otros, han podido reinventarse, emprendiendo, innovando y creando, a partir de las pérdidas, oportunidades para un futuro nuevo. Porque el dolor de la pérdida también puede ser motor y desafío. El dolor propio y el de quienes quiero, pero también el dolor de los otros, porque el impacto global y la naturaleza de la pandemia (producida por un virus, que no tiene la capacidad de reproducirse por sí mismo y que usa y necesita al ser humano como “fotocopiadora” de sí mismo para multiplicarse) ha hecho que ese “otro” nos sea menos ajeno. La conciencia de que nuestra salud -la mía y la del otro- depende tanto de mí como de ese otro desconocido, nos ha interpelado. Edgard Morin señaló en mayo en una entrevista al diario Milenio que “La epidemia mundial del virus ha desencadenado y, para nosotros, agravado terriblemente una crisis sanitaria que ha provocado un confinamiento asfixiante de la economía, transformando un modo de vida extrovertido, volcado hacia el exterior, en uno introvertido, al interior de la casa, y ha puesto a la globalización en una crisis violenta. La globalización había creado una interdependencia, pero sin que ésta estuviera acompañada de solidaridad”.

 

Y, la solidaridad ha sido una de las ganancias de este tiempo. No como caridad, sino como una práctica de humanidad que nos es propia y que está llevando a empleadores y empresas a redefinir sus políticas en consideración, no solo de las transformaciones tecnológicas y de infraestructura para los tiempos que nos adelantó la pandemia, sino también de una idea de bienestar que va más allá del cumplimiento de las tareas y metas laborales. La crisis sanitaria está siendo una oportunidad para repensar el trabajo de manera más humana.

 

Hay otro tipo de pérdidas que nos acompañarán por largo tiempo. Pérdidas intangibles que nos afectan y cuya elaboración y superación será paulatina y para lo que habrá que tener paciencia y poner mucho esfuerzo. El aprendizaje es una de ellas. Es dramático, pero es real y probablemente, comprensible. El reporte del estudio: ”Impacto del COVID-19 en los resultados del aprendizaje y escolaridad en Chile”, reveló que “en un escenario donde la interrupción de clases presenciales se prolongue por 10 meses (todo el año escolar), los estudiantes de Chile podrían perder, en promedio un 88% de los aprendizajes de un año. En este escenario, los estudiantes de menores recursos (quintil 1) podrían perder, en promedio, un 95% de sus aprendizajes; mientras que los estudiantes de mayores recursos (quintil 5), podrían perder un 64%” (MINEDUC y Banco Mundial, agosto 2020). Dramática la brecha y enorme la pérdida. ¿era posible que fuese de otra manera? ¿estábamos preparados para el aprendizaje y para la enseñanza virtual de un día para otro?, ¿era posible subsanar la enorme brecha digital para que todos nuestras niños, niñas y jóvenes pudieran aprender remotamente?, ¿era posible estudiar en la casa con los adultos a cargo trabajando ahí mismo y haciendo las tareas domésticas?. Tenemos que hacer el duelo por lo perdido y gobierno, colegios y toda la comunidad escolar pensar qué de lo perdido es recuperable, cómo volveremos a niveles de aprendizaje adecuados para todos y sobre todo, cómo se reducirá el impacto en aquellos niños y jóvenes que sólo aprendieron el 5% de lo esperado. Lo que evidenció la pandemia en la educación debería ser una oportunidad para transformarla.

 

Es posible que lo ocurrido tenga que ver, en parte, con otra de las pérdidas de este tiempo. Aprender y enseñar sin contacto. Niños, niñas, jóvenes y profesores frente a plataformas que permiten un encuentro bidimensional, que no alcanza para la dimensión emocional y afectiva del aprendizaje, en “clases” de 20 o 30 y hasta 40 alumnos y alumnas simultáneamente. Todos: niños, niñas, jóvenes, profesores, padres, madres y colegios, haciendo el mejor esfuerzo, pero no alcanza. Porque ni en el mejor de los casos, la enseñanza virtual podrá sustituir la enseñanza presencial, especialmente en niños de pre-básica y básica. Aprendimos que la tecnología puede aportar al aprendizaje, facilitar la vida familiar y escolar, pero que solo es un gran complemento. Que tendremos que distinguir aquello que puede ser sustituible por lo digital y aquello que no, cuáles son los aprendizajes que necesitan apretones de manos y golpecitos en la espalda y para cuáles basta una guía en papel y una pantalla sin pizarra, con una serie de cuadraditos con nombres y sin cara. Una ganancia de esto:  la revalorización del colegio y de la relación profesor/a alumno/a como elementos esenciales para el buen desarrollo de nuestros hijos e hijas.

 

Tal vez, más que seguir detallando las pérdidas y los aprendizajes de ellas, cada uno de nosotros podría hacer el ejercicio de pensar en aquello que perdió y que ganó en este tiempo. Hacer el balance de lo perdido y lo ganado, que ojalá arroje para todos y todas un saldo a favor y muchos desafíos por delante para vivir en un mundo que se ha transformado de manera tan abrupta como irrevocable, con nosotros como protagonistas. 

 

Hacer el balance, poco a poco, paso a paso, mientras salimos de nuestras casas, de nuestros refugios y nos encontramos con el siguiente duelo….. el duelo por el retorno. La emoción del retorno para la mayoría es la ambivalencia. Querer retomar la vida y quedarse en la seguridad del hogar, al mismo tiempo. Querer retomar el trabajo presencial, volver a los equipos, a los espacios y tiempos laborales definidos, al mismo tiempo que querer quedarse en la casa con los hijos, sin traslados eternos y tediosos por las calles saturadas de autos y ruidos.  Almorzar y comer en familia, ver a los hijos dormirse cada noche y que ellos cierren los ojos con la imagen de sus padres en la retina. Las ganas de salir al mundo que coexisten con el temor a la inseguridad de allá afuera. Querer espacios de libertad y saber que padres e hijos van a extrañar el apego que se ha vuelto intenso e incluso regresivo en la intimidad de meses juntos, día a día.  Las ganas de adultos, niños y jóvenes de volver a jugar…..de jugar con otros.  Pero ¿cómo juegan los niños y niñas sin tocarse?, ¿y los adultos sin abrazarse?  Una etapa difícil, en la que cada familia tendrá que practicar el diálogo y la búsqueda de acuerdos, porque a diferencia de la cuarentena, en esta fase, la legalidad solo nos da un marco general. Padres e hijos tendrán que acordar los límites de los encuentros con otros, la progresión y extensión de las salidas y las medidas sanitarias que tomarán, más allá de la obligatoriedad de las mascarillas. Un traje a la medida para cada familia que exigirá conversaciones, no siempre fáciles, pero imprescindibles para navegar en una etapa incierta, en la que el retroceso es una posibilidad cierta y parte del proceso de desconfinamiento del que todos somos responsables, porque de cómo lo hagamos, dependerá si conseguimos evitar más dolor a quienes han sufrido más en esta pandemia.

 

 

Ps. Claudia Cáceres Pérez

claudiacaceresp@gmail.com

Instituto Chileno de Terapia Familiar

Miembro equipo Terapia Familiar en Procesos de Separación y Familias Ensambladas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Que lindo trabajo audivisual y que completa mirada desde las más diversas ventanitas! Sin duda un aporte.

Anónimo dijo...

Hermoso trabajo. Todo ayuda a elaborar; las imágenes, la canción y las palabras.

Gracias colegas.

Alejandro Carmona

Unknown dijo...

Que hermoso trabajo y un texto muy profundo!!! Felicito a las autoras y creo que lo difundiré harto. C G Hidalgo.

Unknown dijo...

Que hermoso trabajo y un texto muy profundo!!! Felicito a las autoras y creo que lo difundiré harto. C G Hidalgo.

Unknown dijo...

Que hermoso trabajo y un texto muy profundo!!! Felicito a las autoras y creo que lo difundiré harto. C G Hidalgo.

Krincri dijo...

Bellísimo y significativo registro textil, ventanitas llenas de codidianidad que nos definen a todxs en el habitar de esta tremenda crisis mundial; las imágenes preciosas, se representa cada personaje maravillosamente.

Tina dijo...

Bellos trabajos, gran tema musical y acertadas palabras que expresan los momentos que nos toca vivir.