jueves, 14 de agosto de 2014
Familias, su inclusión en las políticas públicas actuales
En estos años de trabajo como
departamento psicosocial hemos ido
aprendiendo en el encuentro con los
equipos de diversos programas sociales.
En esta trayectoria hemos podido constatar que se han ido produciendo e instalando consensos
relevantes de considerar para ir actualizando nuestro discurso.
Si nos remontamos a unas
décadas atrás, la familia casi no existía en los marcos teóricos de los distintos
proyectos psicosociales o de salud pública.
Sin embargo, en el terreno de la intervención, los equipos se
encontraban habitualmente con más familias que lo esperado, a las que percibían muchas veces sólo como factor de riesgo y de perturbación
de los logros que cada programa iba teniendo
con sus usuarios.
Esto se ha expresado en una tendencia
de los sistemas de atención y de soporte social a focalizar en el
desarrollo de procesos interventivos individuales con el niño o niña, descartando
su contexto relacional. Desde ahí el desafío
de articular una mirada del niño como sujeto de derechos con una posición que
reconoce y valora sus DERECHOS en RELACION y contexto
Desde ya hace un tiempo, que
el discurso de las políticas públicas ha consensuado la necesidad de considerar
a las familias como un recurso del
sujeto de atención a la hora de diseñar
los programas de intervención.
Sin embargo, es en el nivel de las prácticas concretas, en el que
se juega la posibilidad de la coherencia de convencimiento teórico. Instalar lógicas respetuosas de colaboración requiere del seguimiento cercano a las acciones que traducen
cotidianamente nuestras intenciones. En
este marco, los tiempos de los equipos para reflexionar sobre la tarea no son
un lujo, y la revisión constante de las arquitecturas programáticas e
institucionales que incentivan la instalación de los hábitos que permitan reconocer el valor organizacional
del otro, son imprescindibles.
La
importancia de tener un modelo:
Es cada vez más claro desde los equipos que para poder
mantener una atención preferentemente en la comprensión relacional del mundo de los otros, es posible sólo si es acompañado de mapas
teóricos consistentes y una mirada entrenada. Contar con un modelo que permita
desarrollar la habilidad para sostener una práctica que logre establecer un dialogo que enriquece y
acompaña a esa organización particular en las búsqueda de las adaptaciones necesarias para resolver de un mejor modo las situaciones que los
afectan o los desafíos que enfrentan. Esto se traduce en un desafío técnico
para las instituciones como la nuestra, en la medida que las políticas públicas se están abriendo al
mercado de la oferta de modelos. .
La
mirada apreciativa del otro:
De distintas maneras se está discutiendo la
importancia de reconocer la fuerza en las
prácticas de una
mirada experta en déficits y en categorías rotulantes. La lógica de la
sospecha, el juicio y lo normativo es un
gran obstáculo si pretendemos construir con otros. Es necesario tener y
expresar con claridad posturas para abordar concretamente el
trabajo con los niños/as y sus familias orientadas
a desarmar las etiquetas, y las
categorizaciones negativas de las que
pueden ser víctimas, los niños, los padres, ,los equipos, las instituciones.,
Una
comprensión de la organización actual de la familia como el mejor modo de adaptación a sus circunstancias,
contingentes e históricas, permite preguntarse por la articulación de
estrategias de intervención que potencien los recursos, identifiquen
oportunidades y exploren alternativas. Los
diálogos generativos pasan por legitimar la lógica del otro y validar las
diferencias.
Lo contextual relacional
Apreciar
las relaciones en situación y reconocer
los diversos niveles de contextos que
están siendo a su vez producidos por
esas relaciones resulta fundamental: la familia como sistema relacional, como
parte de un sistema comunitario como producto de procesos evolutivos y en
evolución, como sistema con recursos para la adaptación y para el cambio; y como
sistema multigeneracional (contexto transgeneracional e histórico.)
Muchas
veces esta reflexión permite ver cómo la intervención que se realiza necesariamente
incluye recursivamente la relación familia institución en esa trama-
Resistir a la fragmentación:
Hacer
una invitación a las relaciones colaborativas, promoviendo diálogos que generan
la búsqueda de encuentros.
Los programas, al preguntarse por las variables que
entran en juego en la constitución de
las alianzas, imprescindibles para co-construir
sueños y proyectos, se van dando en un marco que explica la dificultad
de sostener un trabajo articulado, y una base para instalar y fortalecer los
hábitos que se opongan a las espontáneas tendencias fragmentadoras. Sin embargo, a pesar de lo obvio de este
diagnóstico, la búsqueda de soluciones se enfrenta a la complejidad del
entramado de las políticas públicas.
Facilitar la
instalación de modelos y métodos, requiere gestos, es decir, partir por
reconocer y aprender de las prácticas que los equipos han desarrollado y que
les han resultado útiles en el terreno que conocen mejor que nadie.
El desafío colectivo es
construir un modo de hacer, potenciar
todo aquello que promueva la confianza, la vinculación y la articulación en los
distintos sistemas que participan de la solución de los problemas, en
coherencia con un modo de comprender la inclusión y el tejido social.
Constanza Raurich.
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