jueves, 15 de noviembre de 2012

CARLA VIDAL POLLAROLO 1962 - 2012



Hace 22 años Carla inició su formación como terapeuta familiar y de pareja en el Instituto Chileno de Terapia Familiar. En 1990 nuestra institución tenía 7 años de existencia. El próximo  cumpliremos 30 años desde su fundación. O sea, casi tres cuartos de la vida institucional fueron con Carla paseándose con su sonrisa llena de ternura, pícara, como dicen en algunos de los mails que durante el día de ayer nos llegaron, y con su risa que alborotaba los espacios.  Inicialmente  como alumna, luego como miembro, más tarde, en 1999, como Miembro del Directorio y Directora del Departamento Clínico. Finalmente, en 2007 como presidenta. Ella fue la primera presidenta de nuestro instituto que no era fundadora. En ella, los fundadores y la institución depositaron la confianza de que sería  capaz de conducir el cambio para que las nuevas generaciones nos hiciéramos cargo de la historia y del futuro de esta querida  institución.
Nunca hubo duda. Ella era la persona. Sin embargo, la vida dijo que apenas asumiera el honor y la responsabilidad  de la presidencia, se enfermara.  Entonces, vinieron tiempos inesperados, tiempos para los cuáles no estábamos preparados. En medio de la consternación y del dolor, tuvimos que repensarnos y encontrar una manera de continuar , ahora de un modo diferente al que con ella habíamos imaginado.
Hemos caminado estos 5 años y hemos continuado por la senda fundacional y seguido creciendo. Pero no ha sido fácil. Debimos  acostumbrarnos a que desde lejos, pero de cerca, nos diera consejos, nos hiciera sugerencias, apoyara cada uno de los momentos transcendentales de nuestra vida institucional. Hasta que sintió que necesitaba hacer algo diferente con su vida para transitar por ella con sentido. Seguimos entonces caminando y los proyectos que dejó en ciernes, fueron consolidándose, mientras Carla vivía su nueva vida y con ella, nos interpelaba. El proyecto Psicosocial del Instituto aun hoy  plasma el espíritu del que ella fue gran gestora. Y así seguirá siendo. Porque su presencia fue la encarnación de los valores humanistas, los mismos que dieron hace casi tres décadas origen a nuestra institución…..nada por sobre el ser humano y ningún ser humano por sobre otro. Desde ahí, el profundo respeto por la democracia, porque todos tuvieran un lugar, porque todos los aportes fueran valorados, por el respeto a los derechos humanos, por  el compromiso y entrega por sobre cualquier cálculo personal. Ese es su legado, el de los primeros, el de ella y confiamos en que también será el de los que seguimos.
En este tiempo, especialmente en este último, después del último café que tomamos juntas en el barrio Las Lilas he pensado mucho en qué la hacía diferente. Porque creo que en nuestro Instituto hay muchas personas que compartimos su espíritu, sus valores e incluso algo de su manera de entender la psicología, la terapia, a las familias, las parejas, pero ¿qué la hacía diferente y que hace que la huella que deja sea imborrable?.
Hace algunos días atrás hice esta pregunta al equipo con que trabajo en el instituto, Y me dijeron. “ella nos hacía sentir que le importábamos..nos hacía sentir valiosas. No importa si éramos o no amigas o si habíamos trabajado juntas o no. Se detenía y cada encuentro con ella era un verdadero encuentro”.

Esto, no lo logra cualquiera, porque no tiene que ver con la inteligencia, ni con las convicciones. Esto era parte de su naturaleza. Carla era así.
Pero, también era rigurosa. Sí, muy rigurosa. Disciplinada y rigurosa. Uno de estos días en la clínica,  me pidió que le leyera un mail que habíamos mandado a los miembros del Instituto para contarles de su salud. Mientras se lo leía, abrió los ojos y me preguntó..¿no hiciste distinción de género en el encabezado?  Carla era así.
Su aguda sensibilidad, sus valores a toda prueba y su rigurosidad la hicieron una profesional de lujo. Y así lo van reconociendo quienes nos han hecho llegar sus condolencias. Pero además, una mujer y una persona excepcionales.
Carla representa la esencia de lo que queremos transmitir  a nuestros alumnos, el modo en que queremos relacionarnos y la forma en que pensamos las tareas institucionales. Cuando fui elegida presidenta me escribió, como en cada momento importante durante estos 5 años y me dijo: “Amas al Instituto y eso se nota en cada cosa que haces, y todo tu gobierno será hecho desde ahí, desde ese amor. Eso es clarísimo.”.  Así era ella, así pensaba el hacer, no como una simple tarea a cumplir, sino como un acto amoroso. Y era amorosa, en el profundo sentido de la palabra.
Estamos orgullosos de que Carla sea una de las hijas predilectas de muestra institución y así la tendremos por siempre en nuestro corazón.
Quiero terminar compartiendo una frase que escribió hace algún tiempo:
“Pero bueno, mañana comienzo un nuevo septenio (los antroposóficos dividen la vida en septenios, así que los 49 son más importantes que los 50) Veremos cómo sigo caminando por estos caminos sinuosos, llenos de sorpresas maravillosas y de adversidades difíciles de sobrepasar. Así es la vida... la del enfermo, la del que  le toca dirigir una institución, la de todos al final de cuentas, especialmente de quienes decidimos vivirla plenamente y no hacer unas poquitas cosas para salvar el día.”
Nos veremos querida Carla.
El Instituto Chileno de Terapia Familiar siempre será tu casa. 
Claudia Cáceres P.
Presidenta
Instituto Chileno de Terapia Familiar

miércoles, 22 de agosto de 2012

Familias ensambladas: ¿Qué debemos considerar en el trabajo terapéutico con familias, parejas o algún miembro de estas familias?





A propósito de nuestra nueva Jornada Clínica: ¿Mundos opuestos?. La pareja ensamblada exitosa como experiencia de integración cultural, emocional y familiar. Dictada por Claudia Cáceres P. los días Viernes 31 de Agosto de 16:00 a 20:00 hrs. y Sábado 1 de Septiembre de 9:00 a 13:00 hrs. en la Sede Larraín de nuestro Instituto, hemos invitado a Claudia Manhey, miembro de la Unidad de Familias en proceso de Separación y Ensambladas, a reflexionar en torno a la intervención con estas familias.



Por Ps. Claudia Manhey S.

Todos aquellos que hemos trabajado con familias, parejas o individuos que viven un proceso de ensamblaje, nos hemos topado con la complejidad de estos procesos y la necesidad de poseer un conocimiento específico que nos permita comprenderlos e intervenir terapéuticamente.

En mi experiencia profesional, con el tiempo, me he ido topando con una serie de preguntas referentes al trabajo terapéutico con estas familias. Intentaré compartir, en este espacio, algunas de las reflexiones que me han surgido al intentar responderlas.

¿Qué es lo específico a las familias ensambladas que debemos saber?

El primer aspecto fundamental a saber es qué es el ensamblaje. El ensamblaje es el proceso a través del cual una pareja, en la que por lo menos uno de sus miembros tiene hijos de una relación anterior, inicia una relación compartiendo el anhelo de construir una familia en la que participen estos hijos. Cuando se arma una pareja en que uno o ambos no incluyen esa parte de la vida del compañero, no podemos hablar de ensamblaje. Esta definición nos permite delimitar con mayor claridad si la demanda de los consultantes, sean una familia, pareja o individuo, está vinculada con los desafíos de este proceso o más bien con las dificultades asociadas a intentar construir una pareja o pertenecer a una familia, en la que no se incluye a todos aquellos que forman parte del contexto relacional en el que están inmersos.

Lograda esa distinción, como terapeutas, tenemos que informarnos acerca de las características propias a los procesos de ensamblaje. Algunos de ellas son: en qué se diferencian las dinámicas relacionales de una familia ensamblada con las de una familia nuclear, cómo se desarrollan los procesos de ensamblaje en el tiempo, qué es esperable en las distintas etapas, cómo cada miembro de estas familias se siente ante los desafíos que debe enfrentar, cómo se expresa el ensamblaje en la relación de la pareja, cuáles son los riesgos de no incluir el ensamblaje como una realidad distinta a la conocida y cuáles son las señales de que el proceso no está avanzando. Han sido numerosos los autores que aportado en estas y otras distinciones más .

Quisiera destacar algunos aspectos propios a estas familias relevantes a considerar en el trabajo terapéutico.

Cada miembro de la familia se encuentra viviendo un proceso de duelo por múltiples pérdidas. Alguna de ellas son: la pérdida de una relación anterior (por separación o muerte), la de una cierta estructura familiar, de la vida tal como la conocían hasta el momento, de proyectos comunes y personales, de ciertos anhelos y deseos, etc… En el proceso de adaptación a la nueva realidad familiar, también se enfrentan a pérdidas asociadas a la experiencia de pertenecer a una familia que no es una familia nuclear, con la que muchas veces se anhela y que además constituye el modelo más fuertemente promovido por nuestra sociedad. Como terapeutas es importante que nos detengamos en identificar cómo avanza el proceso de duelo en los distintos miembros de la familia y en el caso que esté detenido, detectar qué puede estar limitando su desarrollo.

Si bien los miembros del grupo familiar comparten el estar transitando por un proceso de ensamblaje, ellos se diferencian en el modo de vivirlo. Cada integrante tiene un ritmo distinto para adaptarse a los cambios asociados a este proceso, por lo que es esperable que puedan simultáneamente encontrarse en distintas etapas. Algunos aún podrían estar viviendo la pena por la pérdida de la vida familiar anterior a la separación, al mismo tiempo que otros ya se sienten preparados para asumir la nueva realidad familiar. Además, el lugar particular que cada miembro de la familia ocupa en las dinámicas que construyen entre ellos, genera también un sentir particular (en algunos puede primar el sentimiento de exclusión, en otro la pena, la rabia o pueden ser sentimientos de culpa los que predominan). Como terapeutas tenemos que estar atentos y dar espacio a esas diferencias al igual que promover que sean validadas y respetadas por todos los miembros de la familia. No hay que perder de vista que esta actitud terapéutica se ve enfrentada y desafiada, por lo general, por las presiones familiares por homogenizar las vivencias individuales.

No se puede disociar la existencia de la pareja de la de la familia. Cuando una pareja se constituye con la existencia de hijos de uno de sus miembros, su desarrollo está inmerso en un contexto relacional que incluye a estos hijos y por lo tanto la parentalidad de uno de sus miembros. Desde un comienzo es una relación en la que coexiste una relación de pareja con una relación parento filial (entre padres e hijos) y parental (entre uno de sus miembros con el otro padre). En tanto terapeutas, debemos promover la inclusión de ese aspecto de la realidad al igual que trabajar en los retos que conlleva, tales como: proteger los espacios relacionales entre sus miembros, mantener una relación parental y paterno filial que responda a las necesidades de los hijos con respecto a sus padres, construir relaciones nuevas resguardando el buen funcionamiento de las otras que le anteceden y construir una identidad familiar nueva y positiva.

Los procesos de ensamblajes no sólo se desarrollan entre quienes comienzan a convivir sino que también repercuten en la vida de aquellos que componen el entorno cercano, como lo son el otro padre, las familias de origen y amistades, entre otros. Los cercanos también se ven enfrentados a acomodarse a los cambios y a adaptarse a la nueva realidad. Una manifestación de este impacto se observa cuando, a pesar de que el ensamblaje se desarrolle muchos años después de una separación conyugal, ante los cambios propios a este proceso (como por ejemplo que los hijos comiencen a convivir con otro adulto significativo o los amigos y familiares integren a este nuevo miembro en su círculo íntimo), el otro padre puede volver a enfrentarse a sentimientos propios a la experiencia de duelo vivido anteriormente. En ocasiones el conflicto post conyugal no resuelto vuelve a expresarse, complejizando aún más las dinámicas familiares. Entender cómo el proceso de ensamblaje está desarrollándose en los distintos niveles relacionales, nos permite contextualizar las complejidades que pueden estar enfrentando los miembros de la familia y sus cercanos.
Mientras más tomemos en cuenta la particularidad de este tipo de sistema familiar más nos acercamos a comprender la complejidad del proceso que viven sus miembros.

¿Cómo debemos enfrentar el trabajo terapéutico con estas familias?

Citando a Dora Davison (2007), como terapeutas de miembros de una familia ensamblada, es necesario “interrogarnos acerca de nuestras certezas, tolerar la incertidumbre, soportar la inquietud de lo nuevo y animarnos a la búsqueda de nuevas significaciones en el diálogo con los pacientes”.
Para poner en cuestión nuestras certezas debemos primero que nada detenernos en identificar cuál es nuestra mirada. En esta tarea es necesario reconocer cuál es el modelo de pareja que poseemos y cuál es el modelo de familia que hemos construido desde nuestra experiencia personal y profesional. En nuestro ejercicio profesional debemos entender cómo las perspectivas y experiencias personales afectan el modo en que comprendemos y nos acercamos a nuestros pacientes. Me ha tocado observar como en el caso del ensamblaje, este ejercicio puede ser difícil de llevar a cabo. En ocasiones los terapeutas han vivido procesos de ensamblaje en sus propias familias de origen, pero esa experiencia ha quedado invisibilizada. Algunos profesionales se llegan a sorprender, al ser interrogados al respecto y recién ahí tomar conciencia que pertenecen a una familia ensamblada. Por lo mismo, las creencias al respecto pueden no ser tan claras o concientes. En el caso en que no se ha pertenecido a una familia ensamblada, la experiencia personal de ser parte de una familia nuclear igualmente está presente en el modo en que observamos las relaciones familiares y las expectativas que tenemos al respecto. Poder identificar cómo hemos vivenciado y elaborado nuestra experiencia familiar, nos permite reconocer cómo enfrentamos el trabajo con estas familias, qué nos sucede con las dinámicas entre sus miembros y qué esperamos del desarrollo de este proceso. A través de ese ejercicio, podemos ver cuáles son los mitos que mantenemos respecto al lugar que debiera ocupar cada miembro de una familia ensamblada, así como cuál es nuestro sistema de creencias construidos transgeneracionalmente. Esto nos permite estar atentos a todo aquello que puede limitar nuestro ejercicio profesional.

Los procesos de ensamblaje nos enfrentan a la incertidumbre, ya que su desarrollo es particular a cada familia y por lo mismo, podemos ignorar cual será éste. Al igual que muchos procesos que no están normados, estos son procesos en que por momentos no está claro cómo irán avanzando, ni cuál será el lugar de cada uno de los participantes en las dinámicas familiares, así como cuál será la naturaleza de algunos vínculos, que aún se están construyendo. Esa incertidumbre nos interpela, nos exige tolerar y convivir con la ambigüedad, hasta que pueda ir aclarándose y definiéndose la nueva organización familiar.

Como terapeutas, al enfrentar un proceso de ensamblaje familiar, nos vemos exigidos a entrenarnos en un tipo de pensamiento complejo que nos permita cuestionar, tanto nuestros propios modelos, como los modelos que traen los miembros de la familia. Por lo general, los miembros de estas familias significan la experiencia de ensamblaje a partir de los costos vividos y conciben a la nueva organización familiar como una organización deficitaria, ya que nace de la pérdida de la familia nuclear que habían anhelado. El complejizar nuestra mirada nos permite integrar realidades y relatos alternativos que puedan favorecer ir construyendo una identidad familiar más positiva y valorada por sus miembros.

¿Cuáles son las situaciones que pueden causar un impasse terapéutico?
Sólo mencionaré algunas de estas posibles situaciones con el fin de ilustrar los riesgos de impasse. Una de ellas es replicar la lógica de la familia nuclear, en el que sólo hay dos adultos a cargo del ejercicio de la parentalidad. Eso se puede ver reflejado en la tendencia a sacar a uno de los adultos de este ejercicio (padres o padrastros/madrastras), al momento de comprender e intervenir en las dinámicas familiares. Otro modo en que esta lógica se presenta en nuestro trabajo, se observa en intervenciones que se orientan a que el padrastro o la madrastra asuman el rol de uno de los padres, desechando la posibilidad que ambos padres puedan ejercer su parentalidad. Existe el riesgo de no considerar la importancia de ir definiendo con claridad cuál será la participación de las nuevas parejas de los padres en temas propios a sus hijastros, y tomar en cuenta que esa definición es parte de un proceso importante en la medida que se instala una convivencia.

Otra situación de riesgo es no lograr visualizar que las dificultades vividas por los distintos miembros de la familia se deben al lugar que ocupan y al proceso de adaptación y adopción emocional que conlleva establecer nuevos vínculos. En ocasiones se tiende a individualizar las dificultades y atribuirlas a características personales de quienes las resienten, sin incluir la relevancia del contexto relacional en que se desarrollan. Una expresión de esta situación es caer en el estereotipo de “la madrastra malvada” cuando la nueva pareja no logra vincularse con sus hijastros de manera positiva y le cuesta aceptar que el padre mantenga un vínculo cercano con ellos. Si como terapeutas nos quedamos con esa mirada, perdemos de vista cómo el actuar de una madrastra puede estar respondiendo a las dificultades que ella experimenta por el nuevo lugar que le toca ocupar, en el que tiene que tolerar la exclusión, que enfrentar el duelo por construir una relación de pareja siendo más que sólo dos, a las presiones del entorno por asumir un rol definido ante la familia que se construye y a su deseo de apurar el ensamblaje.

El asociar que todo se debe al ensamblaje puede ocasionar un impasse. Podemos caer en una generalización al atribuir todas las dificultades vividas por los miembros de una familia a la complejidad del proceso de ensamblaje. De ese modo, podemos perder de vista la existencia de otros procesos que están interviniendo, como los propios al ciclo vital familiar o individual, o que responden a situaciones vitales particulares (pérdidas o cambios importantes) o la existencia de procesos individuales o familiares anteriores que pueden estar interfiriendo en la vida familiar.

Otra situación de riesgo es cuando los terapeutas no consideramos de manera realista cuales son los tiempos necesarios en este proceso. Es necesario tomar en cuenta que no basta con vivir juntos para ser una familia ensamblada, es un proceso que lleva tiempo, en el que se enfrentan distintas crisis a medida que sus miembros se van acomodando a la nueva realidad y asumen los desafíos de ésta. Además ante los cambios propios al devenir familiar (cambios por ciclo vital, de estilo de vida, otros), el proceso de ensamblaje deberá ir acomodándose.

Definir como objetivo del proceso terapéutico el que vivan todos juntos bajo el mismo techo puede hacer perder de vista cual es la organización familiar más acorde a la necesidad de todos sus miembros. Tanto desde los propios modelos de pareja y familia como los que mantienen los consultantes, los terapeutas podemos tender a promover la convivencia en tanto logro de este proceso. El ensamblaje implica el logro del establecimiento de una identidad familiar en que la pareja haya sido capaz de alcanzar un compromiso de ser familia con el otro, aunque que vivan o no juntos. Desde la experiencia terapéutica, nos enfrentamos a que no siempre la convivencia es la única opción, sino que pueden haber diversos modos de configuración de una pareja y familia ensamblada. En ese sentido, también debemos considerar que en ocasiones una mejor decisión, más acorde a las necesidades, posibilidades y ritmos de todos, puede ser cuestionarse el ensamblaje o postergar la convivencia de la pareja hasta que los hijos sean más grandes.

Ante esta realidad cada vez más frecuente, como terapeutas debemos asumir la responsabilidad de adquirir el conocimiento necesario para entender estas organizaciones familiares, que al igual que otras conforman configuraciones distintas al modelo de la familia nuclear, del que tenemos mayor formación profesional. Tenemos que ser igualmente responsables en desarrollar una mirada más integrativa de la diversidad, que nos permita abrirnos a nuevos modelos de intervención y comprensión que faciliten estos procesos.

lunes, 23 de julio de 2012

Terapia familiar ¿con hijos adultos? Algunas reflexiones en torno a la terapia familiar con miembros adultos


“…Se dice también que esta Familia de Almas
en cada experiencia de vida vuelve a encontrarse
y este fenómeno, es vida tras vida más perfecto.
Y según haya sido nuestra respuesta a la misma
nos hacemos más sensibles a percibir este reencuentro mágico
con la familia real de cada cual…”




Permanentemente en nuestro trabajo clínico con familias con niños y adolescentes, en el ICHTF hemos reflexionado en el por qué y en el cómo incluir a los niños como sujetos activos y protagonistas del sistema terapéutico; sin embargo, durante el último tiempo hemos recibido varios casos donde las familias están conformadas por padres adultos (o adultos-mayores) e hijos adultos. Éstas familias se han convertido en un gran desafío, pero a la vez, en una importante experiencia de aprendizaje y análisis en relación a nuestro modelo de intervención.

En este contexto han sido recurrentes algunas preguntas como: ¿qué hace que adultos que dejaron de vivir con su familia de origen hace un tiempo, y que en muchos casos ya han formado sus propias familias (con todas las vicisitudes que esto significa) vuelvan a terapia familiar con sus padres y hermanos? ¿Para qué asisten? ¿Por qué no buscan espacios terapéuticos individuales? ¿Son los padres quienes movilizan a los hijos o son los hijos quienes sienten necesario traer que sus padres a terapia (quién trae a quién)?

Quisiera compartir con ustedes algunas de las reflexiones que nos han ayudado a intentar responder estas preguntas.

Lo primero destacable es que estas familias asisten en busca de terapia familiar y todos (o casi todos) los integrantes adultos, se encuentran motivados y comparten un motivo de consulta,  no siendo este encuadre el resultado de una construcción previa, durante alguna etapa de un proceso terapéutico en el cual haya participado alguno de sus miembros. Por lo tanto, esta “terapia familiar con miembros adultos”, adquiere gran significación para cada uno de los individuos que conforman dichas familias, quienes reconocen en este espacio una oportunidad única de ayuda, otorgándole a su participación en “este” momento de la vida familiar y personal, una gran importancia.

La experiencia con estas familias ha permitido reconocer dinámicas donde más que un paciente designado, aparecen motivos de consulta relacionales que logran movilizar a cada uno de los miembros, aunque no vivan juntos. Dentro de éstos podemos mencionar la vivencia de alguna situación traumática (abuso sexual o suicidio) de alguno de ellos, interés por “mejorar la comunicación padres- hijos”, preocupación por  el “estado emocional“   de alguno de los integrantes  o  “sanar temas del pasado”.

Al observar las dinámicas de estos sistemas familiares, se reconoce que los hijos adultos comienzan a asumir nuevos roles en la relación con sus padres. Se observó mayor inquietud por la salud física y emocional de éstos; y en los casos donde que se ha producido un “corte emocional” con alguno de ellos, se buscaba generar nuevas conexiones. La terapia se convierte así en una forma de evaluación y generación de nuevas estrategias para que los hijos acompañen a sus padres. 
Apareció también en estas familias la preocupación recurrente de estos hijos adultos por la relación de pareja de sus padres. Si bien se reconocieron conflictos que perduraban de etapas anteriores, los hijos sentían que en este momento vital de los padres era fundamental que esta relación mejorara.  

Varios de ellos manifestaron que al no vivir con sus padres, sentían que ya no cumplían de la misma forma el rol de “mediación” en los conflictos como lo hacían antes. Esto pudiese expresar un deseo idealizado del modo como sus padres debían vivir su relación de pareja, queriendo dejar de ocupar el rol habitual (de estar triangulado), lo cual probablemente los había acompañado siempre como hijos. Además; en los casos donde el padre o la madre no tienen pareja, se observó en angustia el intentar proyectar un futuro donde pudiese reconocerse soledad o abandono.

Por otro lado; los padres señalaron querer resolver temas “pendientes” relacionados con los hijos. En este contexto la terapia familiar puede ser entendida como un espacio donde “siguen siendo familia”, lo cual les permite sentirse más cercanos, acompañados y menos angustiados de los que podría suceder con la dinámica familiar una vez que ellos ya no estén vivos (miedo a desintegrarse como familia). Aquí aparecen las expectativas del modelo familiar (muchas veces idealizado también) que han intentado instaurar durante su historia familiar.

También ha sido posible reconocer en estos casos lo importante que ha sido el espacio de terapia para el fortalecimiento de la relación entre hermanos (fratría). Destaca la motivación que pudiese tener un hermano mayor en participar de un espacio que pretendía ayudar a hermanos menores; como la experiencia sanadora que pudiese significar para cada uno de ellos el compartir la historia familiar común vivida,  así como la las experiencias familiares experimentadas de manera diferente. Se trabajó en fortalecer los recursos existentes, considerando el lazo entre los hermanos como un ámbito fundamental para mantener positivamente la dinámica familiar.

Los hijos reconocen que muchos aspectos significativos de su historia con su familia de origen (e incluso en generaciones previas) se actualizan o ponen en juego en las relaciones que mantienen en la actualidad; por ejemplo, en el plano de pareja o en cómo desarrollan su propia parentalidad con sus hijos. Es así como al abordar en la terapia aspectos asociados a la  historia de la familia  de origen (procesos históricos de la familia) no sólo se alude a temas “pasados” ; si no que también a temas “actuales y futuros” ( mirada relacional actual del aquí – ahora y lo que vendrá).

Aparece entonces expresada en estas familias la paradoja  “regresar para partir mejor”;  donde para los hijos adultos la terapia sería un espacio de búsqueda de una  mejor autonomía a través de una mayor “nutrición” afectiva que permita alcanzar dicha madurez.  Por ejemplo, una hija adulta en proceso de dejar de vivir junto a sus padres señaló “quiero que esta terapia me ayuda a irme mejor…quiero salir bien de la casa”. Este encuentro “personal” con los miembros de su familia (y no sólo con la representación internalizada que se tiene de ellos) facilitaría el nivel de diferenciación, favoreciendo la resolución de conflictos actuales (individuales y familiares) que pudiesen estar trabados y retomar tareas de diferenciación/individuación en los distintos miembros que consultan, destrabando procesos evolutivos.  

Entendemos que existe durante toda la vida de  los distintos miembros de las familias una tensión constante entre los procesos de individuación/autonomía y pertenencia, la cual toma formas específicas y características en los diferentes momentos del desarrollo tanto de los sujetos como del sistema familiar;  generando nuevas formas y niveles de conexión. Como individuos existimos dentro de los vínculos, estableciendo nuestro sí mismo en lo interpersonal, el cual se mantiene y modifica en el curso del desarrollo; en cada una de las interacciones al interior de la familia a lo largo de las distintas etapas del ciclo vital de ésta.

Ha sido sumamente enriquecedor poder reconocer “momentos de encuentro” entre los distintos miembros de estas familias al profundizar en su historia, conflictos vinculares pendientes y especialmente en las heridas que éstos les han dejado. En este punto cabe destacar los momentos donde el  padre/ madre relata etapas previas de su historia, muchas veces no conocidas por sus hijos (“el padre-madre como niño”), las cuales son escuchadas activamente por sus hijos-adultos, contactándose compasivamente con la niñez vivida por sus padres, con todas sus áreas vulnerables, entregándoles una comprensión diferente a la historia transgeneracional, generando una nueva narrativa donde se resignifica lo vivido. Se favorece así un dialogo intergeneracional  que otorga una nueva comprensión de los conflictos, disminuyendo las culpabilizaciones y flexibilizando las representaciones que se tienen de los padres.  Además, el  volver a mirar la parentalidad de los padres- abuelos y su historia de pareja facilita el poder enriquecer las relaciones de los hijos –padres con las generaciones posteriores.

También aparecen necesidades de los padres- abuelos, como la de reconstruir una nueva relación con sus nietos, las cuales en muchas oportunidad ha estado marcada por la historia vincular con los hijos adultos. El espacio terapéutico se convierte de este modo en un lugar donde se favorecen formas novedosas de relacionarse y donde también se fortalece el vínculo con las generaciones posteriores.

Una mirada “sistémico –evolutiva” también facilita la comprensión y el acercamiento a estas familias; donde  integrar el ciclo de vida familiar ayuda a conectarse con ellos de manera empática en la forma como cada uno enfrenta las tareas de la fase del desarrollo en la cual se encuentran,  reconociendo transiciones o tensiones esperables en cada etapas (por ejemplo familias donde los hijos adultos dejan el hogar , familias con padres adultos mayores o hijos que se divorcian y vuelven a vivir con los padres). En la terapia se intentaba co-construir con las familias narrativas donde se consideraban etapas del ciclo vital donde se encuentran cada uno de los miembros de la estas familia.

Finalmente; no debemos dejar de señalar el análisis permanente desde la persona del terapeuta  y sus resonancias. Aparecen entonces preguntas como las siguientes: ¿cómo me siento con esta familia? ¿Cuáles son los puntos de entrampe? ¿Cómo me vinculo actualmente con mi familia de origen? ¿Asistiríamos a terapia familiar con nuestras familias  de origen? ¿Qué haríamos en el lugar de los hijos?   No debemos dejar de reconocer que como terapeutas vivenciamos permanentes encuentros y conexiones emocionales con estas familias. Se compartió en varias ocasiones la edad y desafíos del ciclo vital de algunos de sus miembros, se generaron reflexiones en relación a las propias vulnerabilidades, nivel de diferenciación, relación actual con familia de origen, etc. Así los terapeutas formamos parte de estos complejos sistemas relacionales, resonando a las subjetividades  y emociones de cada uno de los miembros y también las propias.

A modo de conclusión; cabe destacar que estas terapias han sido evaluadas positivamente por dichas familias y se convirtieron en oportunidades de cambio relacional y  generando narrativas diferentes que continuarán evolucionando y trascendiendo más allá del término de dichos procesos, pudiendo otorgarles la posibilidad de una historia familiar diferente, más allá del momento vital en el cual se encuentren.



Cristina Vera
Psicóloga Clínica- Terapeuta Familiar
Miembro Unidad de Terapia Familiar con niños y adolescentes

domingo, 22 de julio de 2012

A mi también me duele: Niños y niñas víctimas de la violencia de género en la pareja


En el marco de la presentación de su libro “A mi también me duele: niños y niñas víctimas de la violencia de género en la pareja”, el psicólogo, Máster en Psicopatología y psicoterapeuta especializado en Violencia de Género en la Pareja,  Raul Lizana, llevará a cabo un seminario en nuestro Instituto,  dirigido a comprender la intervención familiar con niños y niñas que experiementan la violencia de género entre los padres.

Queremos compartir con Ustedes una pequeña referencia que editorial Gedisa hace de su reciente libro, e invitarlos a obtener mayor información acerca de esta actividad e inscribirse pinchando AQUÍ

Reseña Editorial Gedisa:

Desde hace unos años ha aumentado la conciencia social en relación al problema de las mujeres que sufren violencia de género en la pareja. Sin embargo, la situación de sus hijos e hijas sigue manteniéndose como una cuestión minimizada e incluso invisible.
Tras una larga trayectoria profesional en diferentes perspectivas de este ámbito—hombres, mujeres e infancia- Raúl Lizana aborda de forma clara y directa los múltiples sufrimientos por los que atraviesan los niños y niñas víctimas de la violencia de género en la pareja. A partir de una mirada cimentada en la experiencia clínica y apoyada en múltiples investigaciones, "A mi también me duele" describe las difíciles vivencias de estos pequeños y pequeñas y ofrece un panorama detallado de las consecuencias y daños derivados de los diversos traumas que padecen. Al mismo tiempo, este libro ayuda a entender la realidad de las madres que sufren la violencia de género en la pareja, enfatizando especialmente los numerosos esfuerzos de protección y cuidado que realizan con sus hijos e hijas. Así mismo, se profundiza en el vínculo entre estos niños y niñas y la figura del padre para destacar los riesgos que implica esta relación y avanzar propuestas que garanticen un contacto paterno-filial libre de violencia.
Este libro es una forma de hacer visibles la valentía, los esfuerzos y las estrategias de estos niños y niñas y de sus madres al enfrentar la terrible realidad de la violencia de género en la pareja. "A mí también me duele· no es sólo una herramienta de ayuda para los profesionales sino también una llamada de atención a la sociedad en general: resulta imprescindible un mayor conocimiento de esta violencia para brindar la posibilidad a sus víctimas de reponerse y abrir así un nuevo espacio para la esperanza.

ÍNDICE: 1. Acercándonos al problema: ideas principales, terminología y mitos / 2. Cómo viven los niños y niñas la violencia / 3. Las Consecuencias en los Niños y Niñas / 4. Las madres que sufren la violencia de género en la pareja / 5. Los padres que ejercen la violencia de género en la pareja / 6. La intervención de ayuda, algunos elementos a considerar. 

lunes, 18 de junio de 2012

Programa de Empoderamiento Familiar: Un enfoque interdisciplinario Para Trabajar con Familias Urbanas Multi-Estresadas





Comentario de la Terapeuta Familiar Ps. Sylvia Campos sobre el artículo  "Programa de Empoderamiento Familiar: Un enfoque interdisciplinario Para Trabajar con Familias Urbanas Multi-Estresadas" de Elizabeth Cleek, Psy.D; Matt Wofsy, LCSW; Nancy Boyd-Franklin, PhD; Brian Mundy, LMSW; Tamika J. Howell, LCSW, M.A. (Family Process, Vol. 51: 1-12, 2012)Traducción de Ps. Soledad Sánchez en el marco del convenio del Instituto Chileno de Terapia Familiar con la Revista Family Process.





El título del artículo de los autores Cleek, Wofsy, Boyd-Franklin, Mundy y Howell, tiene dos palabras claves para el trabajo con familias vulnerables:  empoderamiento y multidisciplinario.

Los que hemos trabajado con estas familias, sabemos cómo lidian con problemas provenientes de múltiples frentes que generan las diversas intervenciones -de distintas agencias- de las que son objeto y que se traducen en una fragmentación del cuidado, ya que cada una puede tener su propia visión del problema e incluso agendas competitivas que funcionan a menudo sin darle voz a la familia ni considerar sus fortalezas.

El programa propuesto en el artículo, desafía el que las políticas públicas estén diseñadas por actores (el niño, la mujer, el adulto mayor, etc) y propone  un tratamiento efectivo que considere las necesidades de la población a la que se dirige, que incorpore la mejores prácticas, de una manera flexible, de tal manera que las intervenciones sean sensibles al contexto socio cultural de las familias. El modelo considera invitar a todos los actores relevantes de la familia a las sesiones, como asimismo implementar intervenciones terapéuticas basadas en las fortalezas de la familia y en el vínculo  con un equipo multidisciplinario que le ayude a transferir lo que han desarrollado en sesión a su experiencia en su comunidad natural.

El modelo descrito tiene tres elementos claves. El primero de ellos es el involucramiento de lo que los autores llaman defensores de los padres, agentes que dan respuesta a las necesidades concretas de servicios de la familia  y terapia familiar (siguen la terapia familiar breve estratégica basada en la evidencia).

La idea de defensores de la familia es especialmente interesante ya que son padres que ya han buscado  y tenido ayuda para sus hijos familia en los servicios de salud mental y se ofrecen como un recurso para las familias que tienen hijos con dificultades emocionales o conductuales.  La ayuda surge de su propia experiencia en el sistema.  Éstos funcionan como redes de apoyo más ligados a la propia comunidad .  Es sabido que uno de los problemas actuales es la ruptura de las redes sociales y comunitarias que funcionan protectoramente en las familias vulnerables.

Este programa también ofrece una cantidad de actividades orientadas a generar participación en una comunidad que desarrolle el apoyo social, la confianza y la conectividad.

El segundo elemento clave del programa, es la preocupación por ayudar a la familia con las necesidades concretas de acceso a distintos servicios (vivenda, justicia, etc.)

El tercer elemento, es la terapia. En ella se trabaja buscando las fortalezas de la familia e identificando los ciclos sintomáticos para ayudarla  a adquirir patrones de relación más funcionales.

Lo destacable, es que estos tres componentes del modelo son implementados y coordinados en colaboración con la familia para mejorar el funcionamiento y resiliencia familiar y ayudarlos a estar en mejor consonancia con su ambiente natural.

A mi parecer, este modelo ofrece una buena manera de aproximarse a las familias vulnerables, ya que es sensible a sus necesidades, les da voz, potencia sus recursos, genera redes y apoyos comunitarios y evita que la familia quede enredada en una maraña de agencias que en el mejor intento de ayudar a veces sólo confunden y generan en las personas un sentimiento de impotencia y desesperanza o lo que puede ser otra cara, dependencias institucionales , que suelen ser uno de los problemas  del asistencialismo y que perturban la autonomía. 


Baje un PDF del artículo AQUÍ

miércoles, 9 de mayo de 2012

Refelexiones acerca de psicoterapia de parejas y adultos mayores



*En el marco de nuestra próxima Jornada Clínica "De cómo el allá y entonces ilumina el aquí y ahora. Reflexiones clínicas en torno de la terapia de parejas transgeneracional" a realizarse el día viernes 15 y sábado 16 de Junio de 2012, en la Sede Larraín de nuestro Instituto; la psicóloga Marcela Stekel, nos invita a una profunda reflexión acerca de los adultos mayores y la psicoterapia, rescatando los procesos intersubjetivos y las resonancias del terapeuta frente a esta etapa de la vida. 


Al empezar a explorar sobre el tema de la psicoterapia de pareja en la tercera edad, me encontré con un estudio realizado por el Servicio Nacional delAdulto Mayor en el año 2009, que resultó ser una gran fuente de inspiración. Este estudio revisa el mundo del adulto mayor a través de metáforas. Las metáforas que usamos cotidianamente normalmente pasan desapercibidas, pero a través del análisis del discurso, podemos detectarlas poniendo atención a la forma en que las personas se refieren a los temas que los interpelan, más que al contenido directo. Personalmente, me gustan las metáforas, es un lenguaje en el cual me siento cómoda, uso metáforas cuando trabajo con mis pacientes, me refiero a mi misma a través de metáforas. Buen punto de partida, entonces, para mí. (Seguir leyendo)

lunes, 7 de mayo de 2012

Discurso inaugural Seminario Silvia Giliotti


"Llamé, llamé como la náufraga dichosa
a las olas verdugas
que conocen el verdadero nombre
de la muerte.
He llamado al viento,
le confié mi deseo de ser.
Pero un pájaro muerto
vuela hacia la desesperanza
en medio de la música
cuando brujas y flores
cortan la mano de la bruma.
Un pájaro muerto llamado azul.
No es la soledad con alas,
es el silencio de la prisionera,
es la mudez de pájaros y viento,
es el mundo enojado con mi risa
o los guardianes del infierno
rompiendo mis cartas.
He llamado, he llamado.
He llamado hacia nunca."

Alejandra Pizarnik, Peregrinaje

Alejandra,  la poeta maldita, pasó los cinco meses finales de su vida en una clínica psiquiátrica, donde acabó por vivir de noche, fumando, escribiendo, y tomando psicotrópicos.  Murió el 25 de septiembre de 1972, durante un fin de semana en su departamento, de una sobredosis.

Como ella, son muchas las personas que deciden  morir voluntariamente. Por alguna razón, a través de los años, cada vez son más quienes toman esta decisión. Independientemente de la época, el lugar, la forma o las razones, siempre es un hecho duro, que duele,  que despierta encontradas emociones, que perturba, que cuestiona, que interpela.   (seguir leyendo)

viernes, 13 de abril de 2012

Intervención en crisis con pacientes suicidas hospitalizados



* Comentario de la Dra. Ximena Fuentes, en el marco del Seminario y Taller: ¿Por qué?....¿Lo podríamos haber evitado?: Intervenir terapéuticamente con familias que han vivido la experiencia del suicidio dictado por Silvia Giliotti PhD. LCSW y organizado por el el Instituto Chileno de Terapia Familiar en convenio con el Ackerman Institue for the Family. Para informaciones e inscripciones pinche aquí





El intento de suicidio o la ideación suicida activa que requiere hospitalización, representa una crisis para la familia. En algunos casos ésta puede ser inesperada (un evento no esperado por los cercanos al paciente). En estas situaciones las familias están muy afectadas, angustiadas, se defienden, se protegen y por lo mismo, son más permeables a las intervenciones y a la ayuda.
En otros casos, cuando los intentos son parte de un funcionamiento habitual de un miembro del grupo familiar, de ocurrencia repetida, hablamos de una crisis de tipo estructural. Los miembros de estas familias suelen estar molestos, irritados, afectados y, al mismo tiempo, pueden ser menos permeables a las intervenciones.
En ambos casos, se produce un estado de vulnerabilidad del sistema familiar, en que las formas de funcionamiento se cuestionan, existiendo un período de desorganización emocional, dada la fuerza e impacto que tiene el intento o la ideación suicida activa de un miembro de la familia.
La evaluación al ingreso de estos casos, es clínica, de manera de estructurar un plan diagnóstico y de tratamiento, que oriente hacia las causas que motivaron el intento o la ideación, realizando en primer lugar, una evaluación de la patología psiquiátrica, de la red social y de apoyo del paciente, de los factores de riesgo, de la personalidad, del funcionamiento psicológico y el nivel de impulsividad; con todo lo cual se define el tratamiento y las intervenciones psicoterapéuticas para el paciente y su familia.
La intervención individual tiene por propósito aliviar al paciente y elaborar su situación crítica, descubriendo el significado y la situación que lo llevaron a perder el sentido de la propia vida, sentar las bases para un cambio en el modo de funcionamiento y establecer las estrategias para continuar con el tratamiento posterior a la hospitalización.
Con la familia, en tanto, las intervenciones se centran en comprender su emocionar, evitar las culpabilizaciones, centrarse en la búsqueda de recursos y ponerlos a trabajar juntos en cómo ayudar al paciente y su cuidado.
En la medida que se va comprendiendo lo ocurrido y tratando la patología de base, al mismo tiempo que el paciente responde a la intervención, se comienza con salidas breves supervisadas y acompañamiento de la familia. Cuando esto ha sido posible, se estructura -con la familia y el paciente- un plan de contingencia al alta, definiendo, quién acompañará al paciente (si la familia no puede asumirlo, puede ser un chaperón externo), quién dará los fármacos, a quién se le pedirá ayuda en caso necesario, quién acompañará a los controles, entre otras cosas.
El intento de suicidio de un miembro de la familia o la ideación suicida activa, compromete a todos los miembros de la familia, nadie queda indiferente frente a esto, que todos juntos trabajen por la recuperación del paciente, los enriquece y los hace salir fortalecidos de esta crisis.

Dra. Ximena Fuentes M.
Médico Psiquiatra
Servicio de Psiquiatría Clínica UC-San Carlos
Terapeuta familiar y de Parejas del Instituto Chileno de Terapia familiar

domingo, 18 de marzo de 2012

Conversaciones dialógicas que valoran la complejidad

Comentario de la Terapeuta Familiar Loreto Céspedes sobre el artículo "Relaciones de colaboración y conversaciones dialógicas: Ideas para una Práctica Sensible a lo Relacional", de Harlene Anderson, 2012 (Family Process 51:8-24, 2012. Traducción de Ps. Soledad Sánchez en el marco del convenio del Instituto Chileno de Terapia Familiar con la Revista Family Process)

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Leer este artículo es una buena posibilidad de dejarse interpelar y cuestionar, así como fortalecer la postura reflexiva crítica de nuestros supuestos y práctica terapéutica. Para mí, fue inevitable.

Cuando leí este artículo, estaban resonando en mí las noticias del conflicto de Aysén en Chile y las dificultades de establecer EL DIÁLOGO, así como mis sentimientos de impotencia y desconcierto -y confieso también de desesperanza- que “no será posible el acuerdo”. Como si diálogo y acuerdo fuesen lo mismo y la solución fuese un discurso homogéneo o monológico. Gran error.

Por eso cuando leí el párrafo que copio a continuación, sentí que este texto podía ser relevante para mi hoy: “… somos testigos de una fuerte y creciente demanda por democracia, justicia social y derechos humanos. Las personas desean participar, contribuir y compartir la propiedad. Demandan una escucha respetuosa, receptividad a las necesidades que expresan y tomar decisiones con respecto a sus vidas. Se rehúsan a que se las deje de lado como si fueran números y categorías (…) demandas nos obligan a reevaluar cómo experimentamos y comprendemos el mundo, a nuestros clientes, a nosotros mismos(as) y nuestros roles como profesionales”. De ahí que la afirmación de Harlene sobre ser una profesional más sensible a lo relacional y buscar conversaciones y relaciones que nos permitan ajustar nuestra práctica a las circunstancias de cada persona y que sean transformadoras en sí misma, vuelve a desafiarme.

Creo que el desarrollo del artículo aporta un sólido cuerpo de ideas que pueden ayudar a dar sentido y significados nuevos e impulso para facilitar conversaciones y diálogos, desde el reconocimiento y respeto de la experticia del otro en su vida.

El artículo presenta una síntesis acabada del pensamiento actual de H. Anderson y de su modo de entender las relaciones que favorecen el cambio: relaciones de colaboración y dialógicas. Permite vislumbrar la evolución de sus planteamientos y las conversaciones con los autores que hoy están presentes en sus ideas.

Quiénes trabajamos en clínica, compartimos la pregunta sobre ¿cómo puede nuestra práctica clínica ser relevante y útil para quiénes nos consultan? Es muy aliviador conocer que esta pregunta sigue siendo el norte para una terapeuta de la trayectoria de Harlene. Su respuesta parte valorando la sensibilidad a lo relacional, la singularidad de las circunstancias de cada persona y el valor transformador de las conversaciones. Desde este punto comienza a profundizar recorriendo un camino desde la reflexión teórica hacia la práctica clínica, en que el eje es la filosofía del terapeuta que se traduce en una forma de ser en relación con.

El cuestionamiento reflexivo y crítico es facilitado por la explicitación de que todo conocimiento debiera estar sujeto a duda, en cuanto a su afirmación de ser verdadero, ya que las verdades universales pueden ser atractivas y peligrosas. Invita a considerar a las personas como desconocidos y excepcionales, para que nuestros conocimientos parciales no inhiban la apertura a la novedad de cada persona o grupo.

La consideración de conocimiento y lenguaje como procesos sociales relacionales y generativos, es una idea troncal en la terapia que focaliza en las relaciones. Los planteamientos del artículo nutren y actualizan la mirada terapéutica y van más allá al eliminar la dicotomía de “el que sabe” y “el que no sabe”. El cambio se genera en el lenguaje, entendido éste como algo relacional. La concepción de diálogo, conocimiento y lenguaje como procesos sociales interactivos que evolucionan, destacan su naturaleza mutuamente transformadora.

Asimismo las ideas sobre la construcción dialógica del self, integran planteamientos de K. Gergen y también de teóricos del desarrollo como Vygotsky y Trevarthen que plantearon la naturaleza interdependiente e intersubjetiva del desarrollo.

Luego de plantear supuestos que orientan a la reflexión continua, autocritica y apertura a la crítica de los demás (práctica ética), se refiere a un modo de ser terapeuta que se desprende de éstos. El o la terapeuta despliega un modo de ser en terapia que da posibilidad de que emerjan posibilidades nuevas en la relación. Se refiere a la relación colaborativa facilitada por un modo de ser terapeuta, como un “medio fértil” para “fines creativos”.

Anderson habla de una filosofía de la terapia, para enfatizar una forma de ser con, versus un sistema de hacer por. Con es la palabra clave, lo distintivo es el proceso de estar–con (withness) la otra persona orientándose hacia ella y conocer y actuar “dese dentro” del momento. Se trata de una actitud de estar preparada para responder espontáneamente a la situación presente , es un estado, no algo que uno hace.

Harlene en este texto logra describir, clara y profundamente, el momento de estar con otro, integrando los aportes de J. Shotter, la acción conjunta y saber desde dentro, y D. Stern, momentos de encuentro y ahora. Perspectivas que aportan y dan palabras a la compleja experiencia relacional. Es novedoso y sorprendente, en relación a sus otros textos, la descripción que hace de los momentos de cambio y, por otra parte, tremendamente sintónica con los planteamientos que hace Eduardo Carrasco, en el Instituto Chileno de Terapia Familiar en sus escritos respecto a estos temas.

La autora plantea que el quehacer terapéutico es establecer una relación colaborativa que favorezca conversaciones dialógicas, entendidas como indagación mutua a través de las cuales emerge novedad. Plantea cómo facilitar las condiciones y el espacio metafórico para el diálogo entendido como colaboración conversacional.

La postura filosófica, es decir la sensibilidad que orienta la acción terapéutica, se caracteriza entre otros por: indagación mutua, es decir estar juntos en esto; expertise relacional, que se refiere a favorecer un espacio de construcción de conocimiento en conjunto una forma de saber compartido intersubjetivamente; no-saber previo, sino la construcción de saber-con creado momento a momento de la terapia; ser abierto; vivir con incertidumbre; conciencia de transformación mutua; y orientación hacia la vida cotidiana.

Espero que muchos lean este artículo y podamos tener ocasión de intercambiar reflexiones, dudas, y diálogos, que nos transformen mutuamente. Necesitamos aprender a dialogar, y seguir desafiando los monólogos que se sustentan en “verdades universales”, sin esperar acuerdos o sometimientos a la verdades de otros. Pienso que las conversaciones dialógicas entre colegas y con nuestros pacientes y familias y amigos, pueden ayudar a ir transformando nuestros espacios relacionales e ir un poco más allá. Los planteamientos de H. Anderson, contribuyen a sostener la complejidad y a encontrar en ella nuevas posibilidades y recursos.


Loreto Céspedes P.

18 de marzo de 2012

jueves, 19 de enero de 2012

Familias y Parejas 3.0: Las Relaciones Humanas mediatizadas por la Tecnología virtual.

El 3 de Diciembre de 2011 el Instituto Chileno de Terapia Familiar celebró los 18 años de su revista Institucional "De Familias y Terapias". Esta ocasión fue la oportunidad para revisar algunos de los temas de las familias, las parejas y sus terapias que cada vez tienen mayor presencia como en nuestra sociedad así como en nuestros campos profesionales.

Uno de esos temas fue la tecnología y su relación con la vida de las familias y parejas en la actualidad. Este tema fue abordado en una conferencia virtual por la Psicóloga y terapeuta argentina Arielle Cotton. "Familias y Parejas 3.0: Las Relaciones Humanas mediatizadas por la Tecnología virtual." se centró en las posibilidades y condiciones que requiere el acompañamiento terapéutico a través de internet. Un tema que más allá de las aprenhensiones que despierta está y al parecer, vino para quedarse.

Si Ud. quiere leer esta presentación puede hacerlo en el link : http://ichtf.blogspot.com/p/familias-y-parejas-30-las-relaciones.html

Departamento de Extensión
Departamento Clínico
Instituto Chileno de Terapia Familiar