viernes, 5 de septiembre de 2014


Coyhaique
“ Todas las hojas son del viento
ya que él las mueve hasta en la muerte
Todas las hojas son del viento
menos la luz del sol”

  Luis Alberto Spinetta


Sumergirse en el cielo. Aparece de pronto un radiante sol de ocaso que me obliga a entornar los ojos sin querer dejar de mirar. Atardece el cielo y más abajo veo aparecer islas flotantes en el mar. Estoy viajando desde Coyhaique en un avión hacia Santiago que  ahora hace un alto en Puerto Montt regalándome esta vista.  Estuve allí trabajando con los terapeutas que se están formando en el postítulo del ICHTF en su primera versión. Son 17 terapeutas y dos docentes que fuimos a compartir con ellos nuestra experiencia del trabajo en terapia familiar con niños.
Viajar siempre es por lo menos un regalo: esta vez tuve el placer de recordar y descubrir, el gusto de aprender y de enseñar; la calidez y la emoción del encuentro íntimo con otros.  Como si no fuera poco tuve al Sur de fondo y protagonista.
Vinieron de inmediato los recuerdos de hace aproximadamente 25 años: las tierras desérticas que rodean la ciudad seguían ahí, ese pasado tan presente de las quemas a propósito para colonizar el bosque nativo que quedó grabado en mi pecho.   Por suerte el cielo majestuoso sigue enmarcando a todo su alrededor cerros nevados memorables  y  a pocos kilómetros de la ciudad se va recuperando de a poco el paisaje sureño.  El río Simpson  se encarga de los aromas y los ruidos, el aire en todo instante me devuelve la inmensa vida que lo habita. Es el sur de todos modos.  (Mi compañera de pieza se encarga de abrir la ventana de la pieza del hotel de par en par cada vez que me descuido para que entre el olor a Sur. Se acomoda en la ventana con una sonrisa feliz). 
Un día espléndido permitió que disfrutáramos de una tarde turística con un buen amigo que nos transportó. Vimos el rio Simpson, la nostálgica mirada del indio de perfil, los miradores  desde donde la ciudad de Coyhaique deslumbra entre los cerros, las cascadas y el principio de la carretera austral con sus senderos. Caminamos un pedacito de ciudad y saludamos a los escolares en la plaza, vestidos como si fuera verano.
Coyhaique le debe su nombre a los tehuelches que un día la habitaron: "Coi" (agua) y "Aike" (lugar) arman la palabra "lugar donde hay agua”. El agua también se aparece desde el cielo en forma de lluvia al segundo día de nuestro viaje y no para hasta la vuelta. (Mi compañera se deleita aún más abriendo la ventana con la brisa mojada esparciendo su cara).
El segundo día conocemos a nuestros alumnos, psicólogos y psiquiatras, hombres y mujeres entusiastas que nos reciben con cariño contagiándonos del ánimo sureño.


“Cuida bien al niño
 Cuida bien su mente
 Dale el sol de Enero
 Dale un vientre blanco
 Dale tibia leche de tu cuerpo”


Entonces los niños se acercan y nos hablan al oído. Se ríen de nuestras palabras difíciles y rebuscadas. Nos dicen que quieren jugar, dibujar, escuchar, saber.  Les pedimos a sus niños de antes y de hoy que dibujen para que no se les olvide. Lo hacen.  Se transforman en animales marinos que viven en un mar donde cohabitan delfines, pingüinos, estrellas de mar, atunes, caballitos de mar…  Me quedo pensando en ese hábitat marino donde se vive bien, tranquilo y rodeado de tanta belleza. ¿Será uno más feliz en el Sur?
 El sábado en la mañana  asisten dos familias en vivo que nos dan permiso para conocer su intimidad. Nos emocionamos con ellas. La terapia familiar es un regalo de vida y de vivir. Me quedo sintiendo el amor de una familia que ha compartido experiencias de sufrimiento, de violencia, de abandono, pero que frente a mí en ese instante es  única y poderosa. Hablamos después de eso de los “momentos de encuentro” y pienso que esta experiencia también ha sido un momento de encuentro, entre estos terapeutas y nosotras, donde ha habido mutuo aprendizaje y emoción de esa que nos cambia y nos transforma.
También cada paisaje nuevo o revivido me vuelve otra. ¿Se puede estar tan lejos y tan cerca? Quizás el mar o el tiempo no son obstáculos……
Hasta pronto Coyhaique, ojalá pueda volver a respirar esos aromas tejidos en el viento.
Gracias a los terapeutas del sur y sus niños marinos.
Y gracias a la tenacidad de mi compañera de viaje y su ventana abierta, C. S.

Carmen Paz Puentes

Santiago, 24 de Agosto de 2014