lunes, 29 de abril de 2019

Cómo divorciarse…..¿Es algo que se pueda decidir?


En latín, el verbo amar se expresa con una palabra preciosa: diligere, que supone la realización de actos de elección. 


Cómo divorciarse…..¿Es algo que se pueda decidir?

La terapia familiar en procesos de separación conyugal tiene como propósito contribuir a la reorganización familiar post-separación y acompañar a la pareja que termina su relación a transitar por un camino que conlleva una serie de decisiones importantes, una de las cuales es si van a continuar otorgando a los hijos e hijas la experiencia de familia. Esta decisión es trascendente y, muy difícil cuando los padres y madres luego de la separación experimentan vivencias de daño e injusticia mutua que permanecen en el tiempo  y que dan lugar a dinámicas maltratantes al interior de la familia, dejando de lado las conductas de protección y cuidado necesarias para el establecimiento de relaciones sanas y de buen trato. 

Detenerse en este momento y ayudar especialmente a estos padres y madres que están en las veredas opuestas a sentir nuevamente empoderamiento en sus vidas y en sus relaciones para construir con el otro y no contra él o ella, es un gran desafío terapéutico, pues nos enfrenta a dinámicas relacionales en las que predomina lo defensivo expresado a través de conductas de  hostilidad y lucha, no sólo entre ellos, sino también hacia los terapeutas. Contribuir a empoderarlos significa facilitar que redescubran sus cualidades como padres y madres, que sean capaces de conectarse con sus hijos, ser conscientes de las diferencias entre sus actos y sus intenciones de cuidar y proteger. Crear un espacio en que la lucha motivada por la vivencia de injusticia y los deseos de justicia sea contenida, que  disminuya  suficientemente como para que cada uno pueda hacer un buen ejercicio de su parentalidad y si es posible, ayudarlos a que sean un mejor equipo. Empoderarlos es ayudarlos a conjugar el verbo diligere, que es amor reflexivo y que implica una actitud comprometida y activa. Esmero y  cuidado en ejecutar algo que se elige.

¿Qué significa elegir por un divorcio colaborativo? Significa poner a los hijos e hijas en el centro,  ponerlos en el lugar de  ser sujetos de derecho. Esto es, ir más allá del derecho a que sean  protegidos y del deber del buen trato de los padres hacia ellos. Ponerlos en el centro significa  escuchar  de su voz lo que necesitan, y no sólo actuar en función de lo que los padres piensan que sus hijos necesitan. Es pensar que su voz les pertenece y  no asumir que son ventrílocuos de sus madres o padres en disputa  y que cada una de sus palabras son reclamos  o necesidades impostadas y  sin valor propio.

Muchas, sino la mayoría de las disputas entre padres se fundamentan en “las necesidades de los hijos”, en el bienestar de ellos, convirtiendo el “interés superior “ de niños y niñas"  en una excusa para tramitar profundos dolores y verdaderos sentimientos de injusticia vividos durante la relación de pareja o en el proceso de término de ella. Optar por un divorcio colaborativo implica poder separar las heridas sufridas en la relación de pareja de la parentalidad y que los hijos e hijas  puedan vivir  en el derecho a seguir teniendo padre, madre y familia a pesar de los dolores que la pareja se infligió mutuamente. Esto es, enfrentar las dificultades relacionales surgidas en el difícil proceso de la separación conyugal como una experiencia de la conyugalidad y no de la parentalidad.

Optar por un divorcio colaborativo significa pensar que poner a los hijos al centro no es renunciar a satisfacer todas las necesidades de los adultos, pero sí, admitir que indudablemente implica renuncias y postergaciones, como para cualquier padre o madre. ¿Porque renunciar y posponer la satisfacción de las necesidades de los adultos, no es también una experiencia de los padres y madres que viven juntos? ¿No es parte esencial de la parentalidad?

¿Qué significa elegir por un divorcio destructivo? ¿Pueden los padres en conflicto grave y crónico considerar realmente las necesidades de sus hijos?. ¿Qué significa que los hijos/as sean protagonistas cuando los propios padres han perdido el  protagonismo de sus vidas? ¿Pueden elegir los padres qué camino tomar, capturados por emociones tan intensas y urgentes que hacen difícil que la razón las module?

En los divorcios destructivos los grandes ausentes, los no escuchados, los invisibles, son los hijos e hijas, muchísimo más allá de las declaraciones de buenas intenciones de los padres y madres. Los hijos e hijas en medio del conflicto post-conyugal (porque en estos casos, no es en realidad un conflicto parental, por más que lo parezca) son tratados como objetos cuyo derecho al bienestar y  protección  se disputan  los padres en conflicto, muchas veces a un punto tal, que son otros -jueces, curadores ad litem- quienes terminan  haciéndose cargo de los derechos de estos niños y niñas, ante la imposibilidad de sus propios padres. 

Decidir por este camino no es un acto de maldad, es un acto de ceguera producto de la rabia, el dolor y el miedo. Es elegir el camino equivocado en la terrible  e indeseada encrucijada de poner en el centro los legítimos derechos  de los adultos en disputa o las necesidades de sus hijos e hijas. Es decidir llegar hasta el final en la pelea por los derechos  propios y la necesidad de hacer justicia para resarcirse del daño, confiados en que la vida se encargará de reparar las heridas de los hijos e hijos que este camino significó para ellos y confiar en la suerte de que con sus recursos y resiliencia saldrán adelante y podrá hacer sus vidas.

Para elegir qué camino tomar, hay que saber a dónde se quiere ir. Los padres y madres que eligen la destructividad  no piensan que eligen dañar a sus hijos, piensan que eligen lo justo, la reparación, o simplemente, disminuir las pérdidas de la separación. La destructividad es un camino que algunos padres y madres eligen por sus dificultades para sanar sus heridas o para aprender a vivir con las cicatrices de ellas.

No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.

Piedad Bonet
De Explicaciones no pedidas, 2011

Ps. Valeria Barria  (vale.barria@gmail.com)
Ps. Claudia Cáceres P. (claudiacaceresp@gmail.com)
Miembros Equipo de Terapia Familiar en Procesos de Separación y Familias Ensambladas.