miércoles, 10 de diciembre de 2014


REFLEXIONES DE UNA EXPERIENCIA:
CURSO DE ESPECIALIZACIÓN EN SUPERVISION SISTEMICA

A propósito de la próxima versión del Curso de Especialización en Supervisión Sistémica que se dictará en 2015, les dejamos una reflexión realizada por la Dra Ana María Montes, Psiquiatra miembro de nuestro Instituto, quien realizó su formación como supervisora clínica en la primera versión de este curso.


Dra. ANA MARIA MONTES LARRAIN
 
El siguiente comentario corresponde a una reflexión en torno a una experiencia personal vivida en el proceso del Curso de Supervisión Sistémica, en su primera versión.

El aprendizaje más importante logrado en este curso se basa, a mi juicio, en la integración de los aspectos teóricos de la supervisión y los aspectos prácticos desarrollados en el taller de meta-supervisión y en el resto de las actividades prácticas. Uno de los temas más relevantes fue lograr captar la importancia del trabajo sobre la persona del terapeuta en un proceso de supervisión, el desarrollo de las habilidades del terapeuta y sus recursos adicionales, los que a su vez se complementan con su integración personal y un reconocimiento más amplio de si mismo.

Desde mi experiencia, luego del curso, la supervisión deja de ser un entrenamiento para la adquisición de habilidades solamente, y se convierte en un espacio que facilita el encuentro y que permite que el terapeuta se haga cargo de su subjetividad en su rol.

El taller de meta-supervisión o de supervisión sobre la relación de supervisión que se realizó, dio lugar a un espacio de comprensión de los procesos tanto de psicoterapia, como de supervisión y las dificultades que pueden darse en la relación de supervisión.

El taller se realizó en jornadas de 4 horas, 2 veces al mes y fue dirigido por una pareja de supervisores. El grupo de supervisores en formación del diplomado estuvo constituido por 5 profesionales, psicólogos y psiquiatras, formados en terapia familiar sistémica y con algún nivel de experiencia en supervisión.

El taller se desarrolló desde su inicio en base al trabajo de la persona del terapeuta.  Presentaciones personales y trabajo de la familia de origen de cada uno de los supervisores en formación del diplomado fueron el punto de partida de este proceso. La pareja de supervisores guían la entrevista de manera de intentar profundizar en los temas más relevantes de la persona y su historia y que pueden manifestarse o tener relación con la labor profesional. Se intenta que el supervisor en formación logre conectar alguna dificultad que ha experimentado a lo largo de su vida profesional con aspectos de su historia de vida personal. Posiciones que ocupó en su familia de origen, conflictos no resueltos, duelos, etc. forman parte de la historia de vida personal y se pueden manifestar como dificultades en la relación del terapeuta o supervisor con su paciente o con su supervisado. El trabajo sobre la familia de origen pasa a ser entonces una base para el proceso y el desarrollo del curso.

La experiencia de evidenciar las debilidades y dificultades supuestamente superadas con el correr de la experiencia profesional, no fue una tarea fácil. Obliga a un proceso de re-revisión de aspectos personales y de re-experimentar vivencias provocadoras de ansiedad. Esta experiencia puede llevar a un impasse que estanca el proceso de aprendizaje. Conductas defensivas como el evitar exposiciones, negar conflictos o evadir ciertas situaciones pueden aparecer en esta etapa. Para no estancarse en este impasse y permitirse continuar en el proceso, se hace necesaria la presencia de un buen vínculo. Recurrir a la confianza en los supervisores que guían este taller, en la confianza en el grupo, como también en los aspectos personales que me conectan con  la necesidad de buscar metas y desafíos profesionales no explorados aún, lo que a su vez me lleva a reflexionar sobre lo infinito del proceso de aprendizaje y del crecimiento profesional. La visión y mentalización de esta experiencia del taller como un espacio necesariamente enriquecedor, donde se crea la posibilidad de recibir y dar otras miradas sobre un proceso que toca aspectos personales, que se da en un clima de contención, donde cada uno de los miembros del grupo está comprometido con la intención de aprender con y desde el exponer los temores y dificultades, y donde la experiencia del “no saber” es posible, son elementos fundamentales para salir del impasse que provoca la ansiedad frente a esta exposición.

El trabajo a través de juego de roles, la revisión de videos de supervisión y el trabajo de esculturas de los diferentes casos supervisados fueron, a mi juicio, muy alentadores en la creación de las confianzas necesarias, al mismo tiempo que ilustradores en los temas de supervisión analizados. Estos ejercicios crean un clima que aminora la racionalización y da espacio a una mayor conexión emocional con los procesos revisados. El incluir por ejemplo en una escultura a la familia consultante, al terapeuta y eventualmente al supervisor en este tipo de actividad, da una visión global del tema a supervisar. Los posibles entrampes tanto de la familia o pareja en su funcionamiento relacional, entrampes del terapeuta y la relación que establece con sus pacientes, entrampes del supervisor en la relación que establece con el terapeuta y entrampes entre los miembros del grupo, son un tema de reflexión en un trabajo de meta-supervisión que no deja afuera a ninguno de los participantes, sus subjetividades y sus relaciones.

Gracias a la experiencia del curso pude reflexionar sobre mi propio proceso de desarrollo como supervisora en mi trabajo habitual con un equipo de terapia familiar. Se trata de un grupo institucional donde la mayoría de sus participantes son profesionales con experiencia, psicólogos y psiquiatras con algún nivel de formación o ya formados en terapia familiar sistémica. Durante los años anteriores al diplomado, venía utilizando un modo de supervisión directa  a través del espejo uni-direccional. En este modelo de supervisora realizaba sugerencias a través del citófono durante la sesión sobre qué preguntar para profundizar sobre un foco terapéutico elegido, o cómo intervenir sobre una pauta determinada. La supervisión estaba centrada básicamente en el contenido de la sesión, en la problemática de los pacientes y sus relaciones y en las estrategias a utilizar; es decir el proceso terapéutico era el principal foco elegido. Sólo en algunas ocasiones utilizaba como foco las dificultades de la relación terapéutica o algunos aspectos básicos de la persona del terapeuta. Cabe agregar que esto ocurría en situaciones en que una emoción importante se hacía  evidente en el terapeuta y provocaba, a mí entender, un impasse en la sesión.
Durante el desarrollo del diplomado de supervisión, sin embargo, los focos de supervisión elegidos por mí en mi trabajo habitual se fueron ampliando y fui  incluyendo dentro de éstos, a la persona del terapeuta y su familia de origen en forma más consistente. Preguntas como: ¿qué sientes en esta situación o qué te pasa con este paciente? y ¿con qué aspectos de tu historia te resuena?, se fueron haciendo más habituales. Ciertos entrampes se podían aclarar desde la relación terapéutica y desde ciertos aspectos de la persona del terapeuta. Se abrían salidas y opciones diferentes, desde una comprensión más amplia, tanto en lo relacional como en lo personal.
Este modelo de supervisión ha ido progresivamente dando entrada además a una exploración de las dificultades que aparecían en la relación de supervisión lo que le ha otorgado al equipo de trabajo una mayor libertad y fluidez en sus actividades-.

En síntesis, mi aprendizaje se basó principalmente en que la supervisión sistémica se orienta hacia una mirada sobre el aspecto relacional circular del trabajo terapéutico. A la exploración sobre  lo que pasa entre el terapeuta y su paciente. Se propone salir de la mirada habitual de supervisar solo el caso clínico y ampliarla hacia  lo relacional, incluyendo al terapeuta y su contexto en esta mirada. Desde ahí entonces se hace necesario entrar en los aspectos personales del terapeuta y el trabajo sobre la persona del terapeuta. Lo que le pasa al terapeuta en una terapia determinada, tiene que ver con aspectos que trae el paciente a la relación, pero también con aspectos que trae el terapeuta a esta relación. Su historia, sus fortalezas, sus dificultades están puestas en la relación terapéutica. El mayor conocimiento sobre estos aspectos podría enriquecer y otorgar más riqueza y flexibilidad a la labor del terapeuta.
En este mismo sentido y desde mi labor como supervisora sistémica, pienso que asi como el terapeuta trae su persona e historia al proceso de terapia y de supervisión, el supervisor trae también  su persona e historia a este proceso. Son entonces varios procesos que se interrelacionan formando un sistema más complejo donde los isomorfismos pueden formar parte de él.



viernes, 5 de diciembre de 2014

Palabras de una nueva terapeuta familiar IChTF al recibir su título.

Que mejor que  la voz de quienes se formaron con nosotros para contar su experiencia:

 
Ps. María Paz Badilla
Queridos profesores, compañeros y miembros del Instituto:

Cuando se me pidió dirigirme a ustedes el día de hoy de inmediato pensé que nuestra historia en el instituto bien podría ser una larga novela constituida por los más diversos capítulos, ha sido un proceso largo, intenso y arduo pero que sin duda nos deja un registro de experiencias que serán parte del tesoro de nuestras vivencias como terapeutas.
Cada uno de nosotros llegó con su propia historia, sus sueños y motivaciones personales, éramos un grupo de 20 desconocidos que apostaba por este lugar para formarse como terapeutas familiares. El tiempo pasó y fuimos tejiendo lazos, esas 20 personas desconocidas compartimos nuestras historias y sueños y comenzamos a construir un proyecto en común, creamos en conjunto un espacio de cariño y cuidado donde sagradamente semana a semana nos dispusimos a abrir nuestras, mentes, cuerpos y sentidos para nutrirnos de nuevos aprendizajes… Y nos fuimos dando cuenta que teníamos mucho en común y al mismo tiempo que la riqueza de este grupo humano radicaba en su diversidad. Cada uno aportó con algún ingrediente de rareza y excentricidad que dotó de sabor y color este proceso.
Llegamos aferrados a lo que más sabíamos, con nuestros egos terapeutas a cuestas. Con miedo a ser evaluados, con miedo al “espejo” y lo más ridículo de todo con miedo a hacerlo mal o a equivocarnos. El comienzo fue poner en jaque nuestras resistencias para deconstruir en conjunto esas ambivalencias, hubo que despojarse, exponerse, liberarse y bajar los escudos para comprender que sin error no hay aprendizaje posible y que teníamos que confiar que en esta travesía estaríamos siempre bien acompañados. El foco de este viaje sería aprender a disfrutar del momento presente, construyendo en la escena terapéutica y en la relación con otros, nuevas posibilidades de ser y estar en este mundo que descubríamos como 100% relacional.
El instituto fue nuestra casa por estos dos largos años, un lugar y un equipo que nos acogió y desde un inicio dio sentido de pertenencia a este proceso dotando de sentido nuestro paso por este territorio. Identidad que hoy nos permite decir con orgullo; “Somos terapeutas familiares del IChTF”.
Múltiples aprendizajes y grandes oportunidades se abrieron en este espacio donde nos dimos cuenta que el ser terapeutas es un trabajo a tiempo completo que implica el estar en un constante ejercicio de reflexión, en el pensarse y repensarse en la acción y en el ser, donde nuestras historias y vivencias son parte de la caja de herramientas que tenemos que pulir para poner al servico de las familias y parejas que consultan.
Y comprendimos que el saber no está sólo en entrenar la mente, sino que el verdadero aprendizaje es aquel que se nutre de nuestras experiencias y  nos compromete por entero, tal como decía Francisco Varela: “La mente está en todo el cuerpo humano”. Aprendimos que apostar por los recursos es una vía necesaria para facilitar cambios y que ser un buen terapeuta o al menos uno lo suficientemente bueno, requiere de un ejercicio de vasta humildad donde el mayor aprendizaje muchas veces nos los da la propia familia que es sujeto de atención.
Si esta historia fuese un libro probablemente el último capítulo tendría que llamarse algo así como “El cierre de un ciclo acompañado de un profundo sentimiento de gratitud”. Y es que no podemos partir sin agradecer por haber recibido este regalo. Porque sin duda, el tener el espacio para detenerse semana a semana haciendo una pausa en nuestras vidas para disponernos a redescubrir el mundo a los ojos del enfoque sistémico no puede ser más que un privilegio. Agradecer a nuestros profesores, por su entrega, cariño, dedicación y generosidad en la transmisión de su saber. Gracias por ser fuente de admiración, vocación e inspiración en esta cruzada. Agradecer al equipo central, la Verito, Priscila, Fabiola y Rodrigo por estar siempre ahí, apoyando, sosteniendo y haciendo que este proceso fluyera. Por último agradecer a la vida porque con sus misterios y sincronías permitió que nuestros tiempos confluyeran y dio pie para que de este encuentro surgiera una nueva generación de terapeutas familiares.
María Paz Badilla
Psicóloga
Terapeuta Familiar y de Parejas Instituto Chileno de Terapia Familiar

lunes, 1 de diciembre de 2014

Titulación Terapeutas de Familia y Pareja Instituto Chileno de Terapia Familiar 2014

Como todos los años, con orgullo y alegría recibimos en esta época a los profesionales, que luego de un largo y esforzado  período de formación reciben su título de terapeutas familiares y de parejas del IChTF.

24 psicólogos y psicólogas recibieron sus diplomas en una ceremonia en que fueron despedidos como profesionales en formación y recibidos con cariño como terapeutas de nuestra institución.

Les dejamos como recuerdo de este momento el discurso dado por la presidenta del IChTF, Ps. Claudia Cáceres a ellos y sus familias.  http://www.terapiafamiliar.cl/intranet/archivos/discurso_titulacion_2014.pdf 

En nombre del Departamento e Docencia y del Directorio, les deseamos mucho éxito a estos nuevos y nuevas embajadoras de nuestra institución.



Terapeutas que recibieron su título:

Ps. Leticia Arias A.
Ps. María Paz Badilla B.
Ps. Claudio Barraza C.
Ps. Ivette Barría H.
 Ps. Valeria Baría R.
Ps. Alejandra Bascuñán R.
Ps. Jeannette Bravo G.
Ps. Enrique Campillay P.
Ps. Gerardo Chandía G.
Ps. Alejandra Contreras V.
Ps. Amanda Cortés B.
PS. Carolina Durcudoy  P.
Ps. Clara Galleguillos V.
Ps. Franscisca Gálvez P.
Ps. María Francisca Guzmán M.
Ps. María Valentina Hughes Y.
Ps. Nicolás Landaeta S.
Ps. Patricio Meza A.
Ps. Bárbara Muñoz A.
Ps. Paulina Muñoz V.
Ps. Pamela Palmarola P.
Ps. Yuri Rojas R.
Ps. Sofía Vargas S.

Ps. Camila Wulf A.

viernes, 5 de septiembre de 2014


Coyhaique
“ Todas las hojas son del viento
ya que él las mueve hasta en la muerte
Todas las hojas son del viento
menos la luz del sol”

  Luis Alberto Spinetta


Sumergirse en el cielo. Aparece de pronto un radiante sol de ocaso que me obliga a entornar los ojos sin querer dejar de mirar. Atardece el cielo y más abajo veo aparecer islas flotantes en el mar. Estoy viajando desde Coyhaique en un avión hacia Santiago que  ahora hace un alto en Puerto Montt regalándome esta vista.  Estuve allí trabajando con los terapeutas que se están formando en el postítulo del ICHTF en su primera versión. Son 17 terapeutas y dos docentes que fuimos a compartir con ellos nuestra experiencia del trabajo en terapia familiar con niños.
Viajar siempre es por lo menos un regalo: esta vez tuve el placer de recordar y descubrir, el gusto de aprender y de enseñar; la calidez y la emoción del encuentro íntimo con otros.  Como si no fuera poco tuve al Sur de fondo y protagonista.
Vinieron de inmediato los recuerdos de hace aproximadamente 25 años: las tierras desérticas que rodean la ciudad seguían ahí, ese pasado tan presente de las quemas a propósito para colonizar el bosque nativo que quedó grabado en mi pecho.   Por suerte el cielo majestuoso sigue enmarcando a todo su alrededor cerros nevados memorables  y  a pocos kilómetros de la ciudad se va recuperando de a poco el paisaje sureño.  El río Simpson  se encarga de los aromas y los ruidos, el aire en todo instante me devuelve la inmensa vida que lo habita. Es el sur de todos modos.  (Mi compañera de pieza se encarga de abrir la ventana de la pieza del hotel de par en par cada vez que me descuido para que entre el olor a Sur. Se acomoda en la ventana con una sonrisa feliz). 
Un día espléndido permitió que disfrutáramos de una tarde turística con un buen amigo que nos transportó. Vimos el rio Simpson, la nostálgica mirada del indio de perfil, los miradores  desde donde la ciudad de Coyhaique deslumbra entre los cerros, las cascadas y el principio de la carretera austral con sus senderos. Caminamos un pedacito de ciudad y saludamos a los escolares en la plaza, vestidos como si fuera verano.
Coyhaique le debe su nombre a los tehuelches que un día la habitaron: "Coi" (agua) y "Aike" (lugar) arman la palabra "lugar donde hay agua”. El agua también se aparece desde el cielo en forma de lluvia al segundo día de nuestro viaje y no para hasta la vuelta. (Mi compañera se deleita aún más abriendo la ventana con la brisa mojada esparciendo su cara).
El segundo día conocemos a nuestros alumnos, psicólogos y psiquiatras, hombres y mujeres entusiastas que nos reciben con cariño contagiándonos del ánimo sureño.


“Cuida bien al niño
 Cuida bien su mente
 Dale el sol de Enero
 Dale un vientre blanco
 Dale tibia leche de tu cuerpo”


Entonces los niños se acercan y nos hablan al oído. Se ríen de nuestras palabras difíciles y rebuscadas. Nos dicen que quieren jugar, dibujar, escuchar, saber.  Les pedimos a sus niños de antes y de hoy que dibujen para que no se les olvide. Lo hacen.  Se transforman en animales marinos que viven en un mar donde cohabitan delfines, pingüinos, estrellas de mar, atunes, caballitos de mar…  Me quedo pensando en ese hábitat marino donde se vive bien, tranquilo y rodeado de tanta belleza. ¿Será uno más feliz en el Sur?
 El sábado en la mañana  asisten dos familias en vivo que nos dan permiso para conocer su intimidad. Nos emocionamos con ellas. La terapia familiar es un regalo de vida y de vivir. Me quedo sintiendo el amor de una familia que ha compartido experiencias de sufrimiento, de violencia, de abandono, pero que frente a mí en ese instante es  única y poderosa. Hablamos después de eso de los “momentos de encuentro” y pienso que esta experiencia también ha sido un momento de encuentro, entre estos terapeutas y nosotras, donde ha habido mutuo aprendizaje y emoción de esa que nos cambia y nos transforma.
También cada paisaje nuevo o revivido me vuelve otra. ¿Se puede estar tan lejos y tan cerca? Quizás el mar o el tiempo no son obstáculos……
Hasta pronto Coyhaique, ojalá pueda volver a respirar esos aromas tejidos en el viento.
Gracias a los terapeutas del sur y sus niños marinos.
Y gracias a la tenacidad de mi compañera de viaje y su ventana abierta, C. S.

Carmen Paz Puentes

Santiago, 24 de Agosto de 2014

jueves, 14 de agosto de 2014

Familias, su inclusión en las políticas públicas actuales

En estos años de trabajo como departamento  psicosocial hemos ido aprendiendo en el  encuentro con los equipos de diversos programas  sociales. En esta trayectoria hemos podido constatar que se  han ido produciendo e instalando consensos relevantes de considerar para ir actualizando nuestro discurso.


La familia como un recurso
Si nos remontamos a unas décadas atrás, la familia casi no existía en los marcos teóricos de los distintos proyectos psicosociales o de salud pública.  Sin embargo, en el terreno de la intervención, los equipos se encontraban habitualmente con más familias que lo esperado,  a las que percibían  muchas veces sólo  como factor de riesgo  y  de perturbación de los logros  que cada programa iba teniendo con sus usuarios.
Esto se ha expresado en  una tendencia  de los sistemas de atención y de soporte social a focalizar en el desarrollo de procesos interventivos individuales con el niño o niña, descartando su contexto relacional.  Desde ahí el desafío de articular una mirada del niño como sujeto de derechos con una posición que reconoce  y  valora sus  DERECHOS en  RELACION y contexto
Desde ya hace un tiempo, que el discurso de las políticas públicas ha consensuado la necesidad de considerar a las familias como un recurso  del sujeto de atención  a la hora de diseñar los programas de intervención.
Sin embargo, es en  el nivel de las prácticas concretas, en el que se juega la posibilidad de la coherencia de convencimiento teórico. Instalar  lógicas respetuosas de colaboración  requiere del seguimiento  cercano a las acciones que traducen cotidianamente nuestras intenciones.  En este marco, los tiempos de los equipos para reflexionar sobre la tarea no son un lujo, y la revisión constante de las arquitecturas programáticas e institucionales  que incentivan la instalación de los hábitos que permitan reconocer el valor organizacional del otro, son imprescindibles.
La importancia de tener un modelo:
Es cada vez más claro desde los equipos que para poder mantener una atención preferentemente en la comprensión relacional  del mundo de los otros,  es posible sólo si es acompañado de mapas teóricos consistentes y una mirada entrenada. Contar con un modelo que permita desarrollar  la habilidad para   sostener una práctica que   logre establecer un dialogo que enriquece y acompaña a esa organización particular en las búsqueda de las adaptaciones  necesarias para resolver  de un mejor modo las situaciones que los afectan o los desafíos que enfrentan. Esto se traduce en un desafío técnico para las instituciones como la nuestra, en la medida que  las políticas públicas se están abriendo al mercado de la oferta de modelos.       .
La mirada apreciativa del otro:
De distintas maneras se está discutiendo la importancia de reconocer la  fuerza en las  prácticas  de una  mirada experta en déficits y en categorías rotulantes. La lógica de la sospecha, el juicio y lo normativo  es un gran obstáculo si pretendemos construir con otros. Es necesario tener y expresar con claridad posturas para abordar concretamente el trabajo con los niños/as y sus familias  orientadas a  desarmar las etiquetas, y las categorizaciones  negativas de las que pueden ser víctimas, los niños, los padres, ,los equipos, las instituciones., 
Una comprensión de la organización actual de la familia como el mejor  modo de adaptación a sus circunstancias, contingentes e históricas, permite preguntarse por la articulación de estrategias de intervención que potencien los recursos, identifiquen oportunidades y  exploren alternativas. Los diálogos generativos pasan por legitimar la lógica del otro y validar las diferencias.
Lo contextual relacional
Apreciar las  relaciones en situación y reconocer los diversos niveles de  contextos que están siendo a su vez  producidos por esas relaciones resulta fundamental: la familia como sistema relacional, como parte de un sistema comunitario como producto de procesos evolutivos y en evolución, como sistema con recursos para la adaptación y para el cambio; y como sistema multigeneracional (contexto transgeneracional e histórico.)
Muchas veces esta reflexión permite ver cómo la intervención que se realiza necesariamente incluye recursivamente la relación familia institución en esa trama-
Resistir a la fragmentación:
Hacer una invitación a las relaciones colaborativas, promoviendo diálogos que generan la búsqueda de encuentros.
Los programas, al preguntarse por las variables que entran en juego en la constitución  de las alianzas, imprescindibles para co-construir  sueños y proyectos, se van dando en un marco que explica la dificultad de sostener un trabajo articulado, y una  base para instalar y fortalecer los hábitos   que se opongan  a las espontáneas tendencias fragmentadoras.  Sin embargo, a pesar de lo obvio de este diagnóstico, la búsqueda de soluciones se enfrenta a la complejidad del entramado de las políticas públicas.

Facilitar la instalación de modelos y métodos, requiere gestos, es decir, partir por reconocer y aprender de las prácticas que los equipos han desarrollado y que les han resultado útiles en el terreno que conocen mejor que nadie. 

El desafío colectivo es  construir un modo de hacer, potenciar todo aquello que promueva la confianza, la vinculación y la articulación en los distintos sistemas que participan de la solución de los problemas, en coherencia con un modo de comprender la inclusión y el tejido  social.

Constanza Raurich.

jueves, 31 de julio de 2014

Palabras sobre el libro Sin Paréntesis

Agradezco en primer lugar a la familia de Carla, al editor de este libro -con doble militancia, por cierto-, y a Editorial Catalonia la posibilidad de decir algunas palabras a la hora del lanzamiento de Sin Paréntesis.

Nunca he sabido por qué los libros se “lanzan” en vez de entregarse, de lugar de ser acogidos, protegidos.
Quizá es que los libros son como los hijos, que se lanzan como una flecha sin destino claro al momento de nacer, sin que sepamos qué curso tomarán.
He leído este libro con atención y recogimiento, como quien escucha cierta música: primero, suena una breve obertura; luego un dúo, al que de inmediato le sigue un solo a capella;  después un trío y al final una coda, como la llama el propio editor. Curioso como texto musical, válido como metáfora. Al terminar la escucha-lectura, emerge una sensación de armonía espléndida. Este libro plural, polifónico y complejo en su arquitectura, ejecutado a varias manos, texturado a la vez que sencillo, es como la suma de Carla. Simple, inmediata y verdadera en su risa; compleja y profunda en su mirada, en su búsqueda. Carla fue vertical como su nombre, horizontal como su vida.
Admiro, amo y también temo, la capacidad y coraje de los padres de Carla. Fanny y Mario producen un texto que relata de manera sincera y profunda la evolución de esa hija enfrentada al último de los dilemas, pero además a su antesala: la enfermedad y el dolor; el tránsito vivido por ella, y también por ellos, aunque no lo digan por pudor o por prudencia. Pero que además dibuja en respetuosos y delicados trazos el proceso de encuentro con aquellas nuevas ideas, posibilidades, caminos y vidas por las que anduvo Carla en esos años finales. Estos padres componen un dúo –de cuerdas, imagino-. Y que, a través de sonoridades melancólicas  aunque vibrantes, intensas, nos hacen partícipes de cada paso vivido por Carla desde el diagnóstico hasta el fin.  
Cuando decía que también temo, no hablo de mi muerte. Temo a la sola posibilidad de experimentar lo mismo que ellos. Adhiero a ese temor de las madres y los padres cuyas propias muertes se retrasan ante la muerte de sus hijos. Cuántas veces vinieron ellos, Mario, Fanny, a despedir a este mismo lugar y a tantos otros lugares como este, a los hijos e hijas que exterminó de manera brutal el Terror  y el odio implacables. Pero entonces no quedaba más que pensar en la vida posible, en la futura vida. Intentábamos entonces vivir, amando y rescatando cada minuto, aferrándonos a los nuestros y a ciertos ideales.
Aunque no fueron mis profesores en la academia, la Fanny y el Mario fueron un ejemplo de consistencia y valor, siempre estaban en la primera línea de rechazo y de combate frente a la dictadura, literalmente. Andar cerca de ellos en la calle –algunas veces lo hice-, era siempre sinónimo de recibir al guanaco o al zorrillo en las calzadas de esta ciudad de entonces, amarga, sitiada, estrecha y fría.
Una risa conocida da comienzo a una sesión en que se afinan los instrumentos, el ambiente es distendido: puede ser jazz. Pero la consigna es clara: los instrumentos estarán en silencio. La voz ataca de una sola vez, sin lugar a calentar la garganta; se asemeja a una antigua cantante de blues, aunque a veces suene a una de fados. El silencio ahora es completo, excepto su voz. Carla emprenderá cuatro temas, uno por año de enfermedad, más un tema final de reflexión. Los entendidos intentarán descifrar el ritmo, el registro. Pero, Carla sigue teniendo un ritmo propio, indefinible, singular hasta siempre. Inventa temas ya tratados hasta el cansancio y los revierte, dejándolos como recién creados. Y es que ella está ahí, donde las papas queman, como siempre. Pero al mismo tiempo está pensando, creando, imaginando, creyendo. Y después, meditando. O antes, durante. Y después también.
Me recuerda la lectura de Carla a algunas que he hecho de Susan Sontag, una autora norteamericana ya fallecida hace años. Escritora lúcida y a contracorriente, necesitó dos cánceres para morir. La Sontag, ensayista y novelista espléndida, me enseñó más cosas que mis lecturas especializadas sobre la enfermedad y sobre el morir, y que me siguen siendo útiles para mi trabajo con pacientes, parejas y familias con miembros afectados de cáncer u otras enfermedades terminales. Estoy seguro que así me servirá este libro también, como no me cabe que servirá en mi vida. No se trata de una lucha; no es este un conflicto bélico, decía Sontag. Aquí no hay misiles, no hay tanques, no hay aviones de combate; tampoco hay lucha cuerpo a cuerpo. Hay un cuerpo afectado- eso sí-, latidos diferentes, crecimientos inesperados,  sistemas que se des-diferencian de modo inapropiado, que se tornan ajenos; alguna región de la comarca envía mensajes erroneos, y proliferan en un territorio indebido.  Tanto Carla como Sontag divulgan una manera similar de apropiarse de la enfermedad, marcando la diferencia con del saber habitual. La enfermedad, tanto como la muerte, nos es propia, parecen decir a coro. El tumor hace parte de nosotros y nos constituye. La enfermedad no es externa. Nos hace parte. Pero no somos capaces de eliminarla con la sola voluntad. Tampoco la producimos, eso no. Eso sí que no.                    
El tiempo es implacable, y me avisan que se agota. No alcanzaré a hablar in extenso de ese trío  hermoso que antecede a la coda. Tampoco de la coda. Pero bueno. Para eso está el libro.  Las palabras de los presentadores son arrastradas con el viento de este invierno, lentas, pero definitivas.
Queda el peso, la sustancia y ese maravilloso aroma a tinta fresca que acompaña a los libros liberados, recién lanzados a la vida. Vivos.
Gracias.     

Rodrigo Erazo (Julio de 2014)                                                                                                                        

martes, 1 de julio de 2014

Abuso y Trauma Relacional; a propósito del seminario Ackerman de mayo 2014:


Este mayo nos acaba de visitar Fiona True, quien nos habló y ante todo compartió un modo de estar en terapia esperanzador frente a situaciones de trauma relacional severos, como es el caso de situaciones de abuso sexual intrafamiliar.  Mostrándonos didáctica y amorosamente que  es posible estar allí para el otro, para las familias que consultan y/o son derivadas, de un modo generoso, protector, dignificando y honrando la vida y la complejidad de las relaciones humanas.

Fiona compartió con nosotros su quehacer, señalando como trauma, toda aquella experiencia en que un  niño/ niña (cualquier persona),  siente que su seguridad emocional ha sido rota por la ausencia de cuidado de quienes se espera lo protejan, en que se traicionan la confianzas y/o se rompen las conexiones familiares seguras. Nos plantea desde el inicio de la jornada uno de los dilemas y desafíos de la terapia en este contexto: generar conexiones y re conectar, a través de una mirada comprensiva.

Respecto de situaciones de abuso sexual, Fiona nos plantea diversos dilemas: las familias viven una intensa vergüenza por lo sucedido,  por la perpetración del abuso, se preguntan qué ocurrió, por qué no se pudo cuidar a los más vulnerables, generando como defensa la negación y una tendencia al silencio. El desafío es hacer emerger historias de dignidad en estas familias, integrar historias de orgullo, en que puedan verse y reconocerse no solo a través del abuso sexual, sino a través de  diversos otros lentes, otras perspectivas, sin dejar de considerar la situación traumática. Como terapeutas  señala “le préstamos lenguaje a las familias...”  para lo cual les  ha sido muy útil la mirada narrativa, que implica salirse del paradigma víctima / perpetrador, ver los diversos aspectos del otro, ver en el perpetrador al otro con toda su historia de vida, conocerlo más allá del abuso, conocer aquello señalado como  “portarse bien” en el relato de los niños y sostener la complejidad de que se puede sentir afecto y odio a la vez.

En el espacio terapéutico propone el uso de diálogo de decisiones, desarrollado en el Instituto Ackerman de  NY junto a M. Sheinberg y su equipo. En el proceso terapéutico se integran sesiones individuales con sesiones familiares, dentro del marco sistémico. Desarrollaron esta modalidad al advertir que si bien los niños tenían un espacio privado, no querían hablar; mientras más preguntas se les formulaban, más riesgo  de que  se sintieran bajo coerción. Por tanto, se plantearon cómo generar espacios de integración sin ser coercitivos, generando diálogos de decisiones en que se definía con el niño-niña qué era pertinente compartir con la familia y qué no, cómo y cuándo hacerlo. Conversar de lo que era posible hablar, que  preocuparía de hacerlo, de contarlo a la familia y de llevarlo a cabo, honrando así el espacio familiar y  el apego.

En este proceso terapéutico de diálogo de decisiones, el objetivo de la terapias con  los niños es que tengan voz, un espacio que de cabida a sus voces sin que se sientan presionados, que sean escuchados e invitados a hablar desde una polifonía, donde  no sólo este presente la voz del trauma, promoviendo  de esta manera, el sentido de agencia.

Con los padres, el objetivo es procesar la situación traumática y generar narrativas para aquello, de modo que puedan acoger al niño.  Suele ocurrir que aquella madre que no supo o no pudo proteger, está en su propio estado de shock sin una narrativa coherente, por lo que también necesita tener un tiempo y espacio para elaborarlo.

Otro dilema que nos contó, fue el que implicaba salirse del esquema terapéutico que incorporaba el tema del perdón como un hecho constitutivo del proceso y/o instalado prematuramente, donde el niño debía perdonar, lo que resultaba un tanto incongruente. Plantea la cautela y paciencia inicial frente al perpetrador, al que hay que conocer, en espacios diferidos del niño/a,  entrevistándolo con empatía, para abordar lo que pensaron y  sintieron, para luego  intentar que logren hacerlo desde la perspectiva del niño o niña, de cómo lo vivió, considerando esto, como un proceso lento.

Compartió con nosotros  diversas viñetas clínicas (videos) que ilustraban el  proceso de terapia. Conmovedor fue el uso de diálogo de decisiones en un caso clínico de abuso sexual,  una historia dolorosa, con escenas muy emotivas, en que el foco estaba, a través de diálogos diversos, en la contención y reconexión de la relación materno filial, por cuanto la transgresión de la sexualidad se filtró en la relación madre e hija. Rescatando además desde el relato de la niña y a través de sus ojos, al padrastro, más allá del trauma, destacando lo positivo que recordaba de éste. Escenas terapéuticas en que nos enseñó a  abordar lo sucedido mas allá de los contenidos, a hablar sobre lo difícil que esto se hace, a respetar el ritmo, aclarar que en el proceso de terapia no se está tras la evidencia, que procura conectar lo sucedido y lo que piensan, con la emoción asociada,  abordando los dilemas  del secreto, los entramados de la culpa, los temores y  la depreciación, integrando lo construido en el  espacio individual de la niña y de la madre en un espacio común.

Nos mostró cómo esta madre estaba muy confusa, avergonzada de no haberse percatado, de no ser protectora, y cómo la ayudó a procesar el impacto de reconocer que se ha vivido con  alguien que creía conocer y que hizo algo inimaginable a una hija. Nos planteó como intervenir con el agresor, entender qué es lo que evita, qué impide que tome la responsabilidad de los hechos. A veces es tan avergonzaste asumirlo, que lo niegan recursivamente. Recordar que el abuso sexual  es el peor tabú, es lo que no queremos ver a pesar de lo frecuente (una de cada cinco mujeres ha  sido agredida sexualmente), nos induce a no estar  alerta, a minimizar.

Quienes asistimos al taller, tuvimos la oportunidad de verla trabajar en una consultoría en vivo con una familia que presentó generosa y amorosamente la terapeuta a cargo y su equipo. Una familia con cuatro hijos, al momento de la sesión a cargo de la madre, que han sufrido en los últimos años diversos traumas, entre ellos la pérdida reciente del padre. Fiona, tras escuchar la historia, curiosea los motivos de supervisión señalado por la terapeuta, toca sutilmente la persona del terapeuta consultándole si puede decirle qué le sucede con la familia… Fiona escucha “la fantasía salvadora”, del deseo de llevarse a los niños a casa y nos cuenta que cuando se topa con esta sensación, con este deseo, se plantea para si la hipótesis de una parentalidad vulnerable, a la que hay que estar atenta.  Dice percibir un sentimiento de caos y deseos de rescatar a los niños, tal vez de estar a cargo, o de que alguien esté a cargo.

Antes de ver a la familia quiso saber cómo eran antes de las vivencia traumáticas,  saber de sus fortalezas, de qué era posible hablar, de las relaciones entre ellos, las redes familiares, qué sentimientos evocan las vivencias vividas, cuanto ha sido o no compartido. Nos comenta que advierte que es una familia muy limitada en esto de hablar, que actúan mucho y donde la hija pequeña ha sido protegida al no ponerla al corriente de ciertos hitos dolorosos, aunque la pregunta es si está protegida o no... Los contenidos son dolorosos… propone la técnica de hablar acerca de “qué hablar”, “quién sería bueno para hablar”, “para quién sería más fácil”, “qué podría ocurrir”, “qué significa para ellos comenzar a hablar”, “Si esta familia hablara abiertamente de lo que sucede, quién se preocuparía más”, “a quién le ayudaría  aquello”. Así sacar fuera poco a poco algunos de los temores. Consulta con la terapeuta como estructurar la sesión, le interesa cuidar la alianza terapéutica, sabiéndose ella una visitante, la invita a desarrollar en sesión diálogo colaborativo, recordando a Tom Andersen.

En sesión la observamos presentarse, transparentar con la familia la información que ha recibido y el deseo de conocer otros aspectos, como por ejemplo, aspectos de la familia de los cuales están o se sientan orgullosos, consulta a la madre y a cada uno de los hijos, a través de preguntas relacionales, incorporando y honrando la figura del padre, llegando al diálogo respecto a qué es posible hablar, que temores albergan , que supuestos manejan, cuales comparten, emergiendo el temor del hijo de perder a su madre, valida los temores por cuanto frente a la vivencia de traumas  el temor es muy presente, uno procura que la vida sea predecible les señala Fiona, lo que a veces acentúa el control. Invita amorosamente a la madre a ayudar a sus hijos a que acudan a ella, que conozcan su fortaleza y no sólo su vulnerabilidad. Aborda la parentalización de una manera delicada connotando la preocupación recíproca entre los hermanos. Les devuelve a la familia su visión, un mensaje de esperanza comunicándoles su deseo: que pudieran hablar más abiertamente de lo doloroso y que igualmente es posible estar de pie y que eso no los hará colapsar,  pues los advierte preocupados unos de otros, orgullosos, agradeciéndoles la valentía de estar allí. La madre recoge la invitación a hablar, consulta cómo y se la invita a la sesión siguiente para hablar de temores así como posibilidades  de liberación y luego traer nuevamente al grupo. Plantea con la familia que al parecer el dilema actual, el desafío  como grupo, es el de seguir conversando acerca de si mismo y sus relaciones.

Las reflexiones con el equipo tras el espejo fueron diversas, Fiona compartió en qué estaban sus pensamientos en sesión con la terapeuta y el equipo, recibiendo su vez diversos comentarios que enriquecieron y complejizaron la mirada de la familia y el  proceso terapéutico. Como terapeuta  vimos en acción aquello que nos comentó el día anterior:  facilitar la conexión respetando y considerando la experiencia de la familia, sosteniendo una actitud cálida, empática y auténtica, características que señala necesarias para el terapeuta.

Y a mi parecer  fue así como la vi, atenta, cercana, respetuosa, curiosa del otro, procurando enriquecer perspectivas, que estas perspectivas dialoguen entre si generando nuevos emergentes relacionales, invitando a todos los integrantes de la familia a participar de las decisiones de su vida y a mejorar sus vínculos… , fue una hermosa experiencia, y agradezco a todos quienes en el IChTF hacen posible cada encuentro/seminario Ackerman .


Tamara Rivera Rei,
UNA IChTF,
junio 2014.



viernes, 6 de junio de 2014

Mirando al sudeste (en el ICHTF)

- “Dr., a mi lo que me duele es  alma, la gente me habla y me dice lo que tengo que hacer, pero a mi me cuesta mucho.... no sé cómo salir de este cascarón.  
-“Yo no sabía lo que me pasaba hasta que el Dr. me dijo que yo era bipolar. En mi familia saben de mi historial  clínico y se dieron cuenta que no me podían exigir mucho porque me puedo descompensar.

Este relato no solo no da cuenta de un dolor psíquico intenso. También nos habla de las implicancias en las relaciones familiares y de cómo un diagnóstico mental puede organizar, aliviar y al mismo tiempo puede entrampar a las personas.

Hace 60 años los precursores de la terapia familiar comenzaron a  observar y reflexionar en torno a personas y familias en que a uno de los miembros se le había diagnosticado un trastorno psiquiátrico grave. En parte, por allí se construyen  los conceptos de doble vínculo y madre esquizofrenógena que aunque no tiene la misma validez etiológica inicial, dieron el fuerte puntapié a la terapia familiar en Estado Unidos. También con enfermedades psiquiátricas lo hicieron Wynne, Bowen, Stierling, Selvini Palazzoli, Leff y tantos otros importantes en el desarrollo de teorías y prácticas de la terapia familiar.

Y no es que queramos seguir esa brillante trayectoria de tan destacados pensadores o clínico,  sino que nos conmovimos con estos relatos que se nos vuelven frecuentes, por trabajar en instituciones psiquiátricas o en el ejercicio de la psiquiatría convencional.

Aquello que llamamos “enfermedad psiquiátrica” afecta también a otros miembros de la familia en múltiples dimensiones intensidades y tiempos. Puede ser muy devastador pues interrumpe la continuidad biográfica de la persona afectada y genera  mucha incertidumbre, especialmente aquellas en que la conducta es disruptiva o incomprensible. Por esta última razón, a veces el diagnóstico realizado por un médico,  puede resultar aparentemente aliviador pues disminuye esa incertidumbre. Puede tener algunas ventajas porque puede liberar de responsabilidades por las conductas que dañan a otros. Puede tener desventajas porque se mantiene en control y restringe la libertad y autonomía de la persona.

Siguiendo los modelos para una enfermedad crónica en la familia, hay consenso  acerca de la función que cumple la familia en cuanto a la mejor adaptación a la enfermedad. La familia puede llegar a ser mantenedora de síntomas o por otro lado ser excesivamente protectora alterando más de lo necesario el desarrollo del proceso de individuación de sus distintos miembros.

¿Qué es lo que sugerimos tomar en cuenta a la hora de atender a estas familias?

Considerar que es común un extenso tratamiento previo a la derivación: Algunas veces las familias tienen un largo trayecto de tratamientos e intervenciones terapéuticas del más diverso tipo. Esto se traduce en un agotamiento y desesperanza. Otras veces puede traducirse en agresión debido a las repetidas experiencias de fracaso anteriores. Algunas veces la agresión puede tocar a los terapeutas, ya sea por tener expectativas demasiado altas para ese proceso terapéutico, o porque en la terapia se demanda un cambio que la familia no puede realizar.

Considerar que son familias con una fuerte homeóstasis en las relaciones familiares: Asociado al párrafo anterior, las familias han logrado una estabilidad luego de muchos pasajes y dificultades. Una estabilidad que es mayormente incomoda, por eso solicitan ayuda. Pero esa estabilidad la cuidan mucho por el temor a volver a estados anteriores de mayor sufrimiento. Puede ser que por esta razón diversos autores las describan como familias resistentes, familias difíciles o familias rígidas.

Considerar que frecuentemente se dan interacciones negativas o criticas: El criticismo, la hostilidad y el sobreinvolucramiento ,  forman parte del constructo EE (Expresed Emotion) del Británico Jullian Leff. Esta variable ha mostrado ser de la mayor importancia en la evolución de la enfermedad mental. Ha de tenerse en cuenta en el lenguaje y las formas de decir las intervenciones, pues los miembros de la familia suelen ser muy sensibles a percibir crítica y hostilidad. También sugerimos buscar formas, en el dialogo familiar, para que sea posible expresar distintas emociones en la familia, reduciendo lo más posible la crítica o la hostilidad.   

Considerar, en el dialogo con la familia, poder diferenciar conductas NO asociadas a la enfermedad, de aquéllas propias de la enfermedad. Este es un gran capítulo en muchas familias. Algunos miembros de la familia tienden a interpretar todas las conductas como derivadas de enfermedad y otros,  en la misma familia,  pueden  hacerlo  a la inversa y rechazar toda conducta en referencia a ella, muchas veces definiéndolas como manipulación o exageración de los síntomas. Si se incluyen demasiadas conductas dentro la enfermedad, la persona puede quedar con liberación de responsabilidad o de funciones en las interacciones. Si se incluyen demasiadas conductas como manipulativas, tiende a invalidarse aspectos que pueden generar gran reactividad emocional y aumento de la hostilidad.

Considerar “darle un lugar a la enfermedad y colocar la enfermedad en su lugar”. Esta frase muy común y muy valiosa, resume bastante los puntos anteriores. Es necesario que la familia no quede organizada por la enfermedad sino que deberá buscar un equilibrio entre los requerimientos de la enfermedad y los requerimientos de los distintos miembros de la familia. Nuestra mejor tarea de terapeutas será participar con la familia  en identificar mejor estos dos aspectos: Por un lado reconocer en donde puedo influir por lo tanto ser más efectivo v/s reconocer aquéllo que no se puede cambiar y aceptarlo.

Rodrigo Rivera G.
Unidad de terapia Familiar y Enfermedad Psiquiátrica UFEP.
Instituto Chileno de Terapia Familiar


martes, 6 de mayo de 2014

Las pérdidas públicas y privadas

En tiempos de catástrofe, como los que hemos presenciado en el último período en Chile por el terremoto en el Norte y el incendio en Valparaíso, nos vemos expuestos al horror crudo de la tragedia masiva, sea ésta causada por obra de la naturaleza o por la mano del hombre. Y frente a la cobertura mediática, miramos escandalizados las imágenes escalofriantes de una realidad social que apela a nuestras conciencias y a nuestro sentido más profundo de solidaridad.  De manera genuina e intuitiva, multitudes de jóvenes parten a remover escombros y a otras tareas de emergencia; se movilizan en camiones repletos de enseres y vestimentas y organizan albergues desorganizados. Surgen de forma espontánea ¨animadores¨ que con sus músicas, risas y alegría buscan dar aliento a los que perdieron todo.  Las instituciones nacionales se ponen en alerta y generan recursos; las internacionales envían cooperación.  Los ¨temas sociales¨ abren debate en los medios escritos, radiales y televisivos sobre qué medidas debieran tomarse para mitigar o erradicar la pobreza de los cerros: no importa si en el Norte, en el Centro o en el Sur.

La prensa, en su afán por cumplir con el objetivo de informar, ingresa a la intimidad de los hogares y a la vida de los que perdieron todo y sin el menor pudor, escudriña el dolor ajeno, que termina por perder su calidad de ¨rostro sufriente¨, haciendo alusión a Levinas (en Orange, 2010), y se cosifica la imagen de la tragedia.

En una especie de ¨festín frenético¨, todos nos sentimos interpelados a participar de alguna u otra manera en la reconstrucción y reparación del desastre causado por la naturaleza y amplificado por una sociedad tan desigual como la nuestra. Pero esta respuesta solidaria, conmovedora, frenética en un primer momento, que como espectadores, nos alivia de la culpa y responde a una necesidad imperiosa y urgente de aplacar las carencias más básicas de los afectados por las catástrofes, esconde otros matices.  O al menos, no logra abarcar la complejidad del fenómeno que se vivencia tras esa experiencia de pérdida. Desde el lugar en que nos toca presenciar estos acontecimientos y desde lo que somos - o soy, prefiero arriesgarme y asumir mis palabras - me pregunto: ¿el ¨festín frenético¨ de estos días es sólo una respuesta solidaria, altruista y honesta o es una manera de alejarnos del dolor, de la vulnerabilidad, de la angustia que nos provoca la fragilidad humana, nuestra propia fragilidad? Quizá se trate de una mezcla de los dos.  Pienso que al tratar de reemplazar rápidamente la angustia y la tristeza por manifestaciones de entusiasmo desbordante y esperanza en un mejor porvenir, estamos evitando contactarnos con sentimientos dolorosos, abrumadores,  angustiantes y opresores, propios de situaciones de pérdidas.  Los que han vivido pérdidas devastadoras, saben que el mundo se divide en dos: los normales y los traumatizados, como tan bien lo describe Stolorow en su libro, Los Contextos del Ser (2004).  

Las familias damnificadas perdieron mucho: perdieron la casa, local de trabajo, las pertenencia atesoradas a través de años de esfuerzos, las entrañables fotografías de sus seres queridos, sus fieles mascotas, algunos perdieron amigos, vecinos o incluso a un familiar. Esas familias están en duelo.  Esas familias necesitan del frenesí pragmático para levantar sus viviendas, conseguir nuevos puestos de trabajo, reconstruir escuelas, carreteras, centros de salud emplazados en mejores sitios. Pero también necesitan tiempo y recogimiento para masticar y digerir el horror que sufrieron.   El duelo implica un trabajo de elaboración psíquica, desde el impacto emocional causado por la tragedia -en estos casos abrupta, inesperada y carente de sentido- hasta la aceptación e integración de la realidad de la pérdida sufrida. Pero ese trabajo de duelo, en el mejor de los casos, facilitado por colegas,  no se puede apurar.  No es compatible con el ímpetu de los jóvenes ni con la furia de los medios de prensa.  La elaboración del duelo tiene su tiempo, su ritmo, su propio devenir y nos demanda respeto, compasión y disponibilidad emocional para ser testigos de la inmensa tragedia que viven.  La literatura al respecto nos da pautas, nos habla de tareas e incluso algunos autores se arriesgan dando plazos normativos respecto del tiempo que debe transcurrir para que el duelo no se transforme en patológico.  ¿Habrá un tiempo correcto, apropiado, aséptico y oportuno para llorar hasta las entrañas, enrabiarse con Dios y con el diablo, sentir envidia del que no fue tocado por ¨nuestra desgracia¨, creer que no hay justicia en el mundo y ser incitado a pensar, sentir y hablar días, meses y años del ser amado, con tal que su rostro no se desdibuje en la memoria?

¿Estaremos dispuestos, como sociedad, a escuchar el lamento de los que sufren? ¿Por cuánto tiempo y de qué forma, antes de clasificarlo como complicado, exagerado, crónico, patológico? Creo que es tarea nuestra, como ¨expertos¨ en el sufrimiento humano, especialistas o no en duelo, decir a la comunidad y a los que están en la tarea de acompañar el sufrimiento humano, que el incendio en Valparaíso tiene rostro, nombre y apellido. En esas familias se instaló la incertidumbre el día 12 de abril.  Y eso significa la rutina interrumpida, pautas de interacción familiar rotas por días, semanas, meses,  proyectos aplazados por las necesidades inmediatas de sobrevivencia, lazos afectivos amenazados por los sentimientos paranoicos, niños sin colegio, dueñas de casa sin sus casas. La seguridad del cotidiano volatilizada en algunas horas, hace aún más penoso el dolor de la pérdida y obliga a esas familias a reorganizarse emocionalmente para enfrentar desafíos que se presentarán. Y no me refiero al desafío práctico; esa es tarea del Estado y del ciudadano consciente y solidario.  Me refiero al que tenemos los que nos dedicamos a ayudar a los que sufren.  

Hay pérdidas públicas que todos podemos ayudar a mitigar y a reconstruir.  Y privadas, a las cuales los medios no tienen acceso, que sólo se viven y comparten en la intimidad, en el interior de vínculos afectivos que son capaces de sostener el dolor, la humillación, la ignominia de haber perdido todo inesperadamente. Estos sentimientos abrumadores estarán presentes aún después de reconstruidas sus casas, reunidas sus familias y organizadas en nuevas rutinas de vida.  Debemos dar cabida y tolerar que se expresen, a que se duelan y se desgarren o que se recojan y se callen. Nuestro trabajo como especialistas, es acompañar y validar la realidad de la pérdida y de los distintos procesos de duelo, dentro de una misma familia y de la sociedad. Es ayudar a colocar palabras en la experiencia traumática, conmovernos con el sufrimiento del que somos testigos, sin dejar de identificar los mecanismos protectores individuales, familiares y grupales  que promueven la búsqueda de recursos sanadores.

En cualquier proceso de duelo, permitirnos quedarnos en el dolor, en la desesperanza, en el sin sentido y en el vacío por un rato, no es sinónimo de paralizarnos o inmovilizarnos. Más bien es necesario. Seamos capaces de tolerar el malestar y sostener la angustia y el horror en nosotros mismos, antes de dar vuelta a la hoja y pretender que otros lo hagan.   El proceso de duelo, es como preparar la masa del pan.  Hay que amasarla, mezclarla, manosearla hasta que esté lista; y sólo el panadero conoce el punto en que está lista para el horno. Como terapeutas, podemos acompañar y guiar a amasar la mezcla a quienes están en proceso de elaborar el dolor, pero no podemos incitarlos a que la metan al horno antes del tiempo. 

Ps. Claudia Ferreira Da Cunha

jueves, 27 de marzo de 2014

Magíster en Estudios Sistémicos Relacionales de la Familia y la Pareja

Muy contentos con la alianza IChTF-UAH para el Magíster Estudios Sistémicos Relacionales de la Familia y la Pareja que se encuentra en los últimos días de postulación para esta nueva y remozada versión. Compartimos una pequeña entrevista en que la Directora del programa, la Psicóloga Soledad Larraín contesta algunas de las preguntas más frecuentes acerca de nuestro Magíster.


¿Cuál es la particularidad de este Magíster respecto de otros en el área de la psicología?


La organización familiar y los modelos de familia han sufrido importantes cambios en las últimas décadas. Estos cambios deben permear el análisis teórico sobre el tema, como también las políticas sociales que se implementan en el país, las que están basadas en un concepto de familia, muchas veces ajena a su realidad actual. El Magister y Diplomado en Estudios Sistémicos Relacionales de la Familia y la Pareja, tiene por finalidad desarrollar una reflexión crítica respecto del desarrollo teórico de los estudios relativos a la Familia y la Pareja; desarrollar habilidades metodológicas para llevar a cabo investigación en las políticas sociales que hoy se están implementado en los temas relacionados con familia y las parejas y, por último, generar conocimiento que refleje la realidad de las estructuras familiares en Chile. 


¿Cuál es la relación que tiene el Magíster con el Post-Título de Terapia Sistémica de Familias y parejas del IChTF?
El Magíster es un proyecto conjunto entre el Instituto Chileno de Terapia Familiar (IChTF) y la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado (UAH). En este proyecto se pretende rescatar la amplia experiencia del ICHTF en la formación de terapeutas y la UAH aporta su experiencia y conocimientos en metodologías de la investigación social. Entre ambas instituciones se ha formado un espacio académico que profundiza el estudio de las temáticas vinculadas a la familia y la pareja actual. 

¿Qué aporta a los profesionales que ya se formaron como terapeutas familiares?
Les aporta un espacio de reflexión sobre la realidad familiar actual, como también habilidades metodológicas para generar conocimiento que se origine en la realidad familiar de nuestro país y en la propia práctica de los terapeutas. 

¿Y a los terapeutas familiares formados en el IChTF?
El Instituto Chileno de Terapia Familiar ha tomado la opción de diferenciar la formación terapéutica y dirigirla a través de su Post-Titulo de Terapia Sistémica de Familias y Parejas, a quienes están esencialmente interesados en el desarrollo de la psicoterapia y de habilidades clínicas. El Título de terapeuta del IChTF conduce a la acreditación como Especialista en Psicoterapia. Con la alianza con la UAH, los terapeutas ya formados, o en formación en el ICHTF, pueden complementar su formación ampliándola al campo de las políticas sociales, la evaluación de proyectos y la adquisición de herramientas de investigación. Con esto, pueden enriquecer sus conocimientos y prácticas y aportar en el campo de las políticas públicas y 
obtener el grado académico de Magíster.

¿Qué profesionales pueden optar a esta formación de post-grado?
Pueden optar todos los profesionales vinculados al trabajo con familias y parejas, como psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, abogados, etc. Todos los profesionales que quieren incorporar o profundizar en sus miradas y prácticas el modelo sistémico relacional. 






Preguntas al correo magisterfamilia@uahurtado.cl dirigidos a la Coordinadora Académica Ps. Francisca Puga.

martes, 7 de enero de 2014

“Patrimonio histórico y emocional del Instituto Chileno de Terapia Familiar: La Historia después de la primera década"

2013 fue el año de la celebración de los 30 años del Instituto Chileno de Terapia Familiar y aún cuando vamos dejando atrás lo vivido como parte de los festejos, quedarán en nuestros recuerdos los momentos especiales de cada una de las actividades.
Queremos terminar esta etapa compartiendo la historia narrada por la Presidenta del Instituto en el encuentro Institucional de La Leonera. Porque toda institución que crece y se renueva necesita conocer y hacer suya la historia que funda el presente. La historia a partir de los 10  años de fundación del IChTF, vivida y contada en primera persona, para que cada uno recuerde su propia historia institucional y para que sea conocida por quienes se han unido más tarde.

A los amigos y amigas que han estado cerca o por momentos han sido parte de esta historia, nuestro abrazo fraterno y gratitud.