viernes, 5 de diciembre de 2014

Palabras de una nueva terapeuta familiar IChTF al recibir su título.

Que mejor que  la voz de quienes se formaron con nosotros para contar su experiencia:

 
Ps. María Paz Badilla
Queridos profesores, compañeros y miembros del Instituto:

Cuando se me pidió dirigirme a ustedes el día de hoy de inmediato pensé que nuestra historia en el instituto bien podría ser una larga novela constituida por los más diversos capítulos, ha sido un proceso largo, intenso y arduo pero que sin duda nos deja un registro de experiencias que serán parte del tesoro de nuestras vivencias como terapeutas.
Cada uno de nosotros llegó con su propia historia, sus sueños y motivaciones personales, éramos un grupo de 20 desconocidos que apostaba por este lugar para formarse como terapeutas familiares. El tiempo pasó y fuimos tejiendo lazos, esas 20 personas desconocidas compartimos nuestras historias y sueños y comenzamos a construir un proyecto en común, creamos en conjunto un espacio de cariño y cuidado donde sagradamente semana a semana nos dispusimos a abrir nuestras, mentes, cuerpos y sentidos para nutrirnos de nuevos aprendizajes… Y nos fuimos dando cuenta que teníamos mucho en común y al mismo tiempo que la riqueza de este grupo humano radicaba en su diversidad. Cada uno aportó con algún ingrediente de rareza y excentricidad que dotó de sabor y color este proceso.
Llegamos aferrados a lo que más sabíamos, con nuestros egos terapeutas a cuestas. Con miedo a ser evaluados, con miedo al “espejo” y lo más ridículo de todo con miedo a hacerlo mal o a equivocarnos. El comienzo fue poner en jaque nuestras resistencias para deconstruir en conjunto esas ambivalencias, hubo que despojarse, exponerse, liberarse y bajar los escudos para comprender que sin error no hay aprendizaje posible y que teníamos que confiar que en esta travesía estaríamos siempre bien acompañados. El foco de este viaje sería aprender a disfrutar del momento presente, construyendo en la escena terapéutica y en la relación con otros, nuevas posibilidades de ser y estar en este mundo que descubríamos como 100% relacional.
El instituto fue nuestra casa por estos dos largos años, un lugar y un equipo que nos acogió y desde un inicio dio sentido de pertenencia a este proceso dotando de sentido nuestro paso por este territorio. Identidad que hoy nos permite decir con orgullo; “Somos terapeutas familiares del IChTF”.
Múltiples aprendizajes y grandes oportunidades se abrieron en este espacio donde nos dimos cuenta que el ser terapeutas es un trabajo a tiempo completo que implica el estar en un constante ejercicio de reflexión, en el pensarse y repensarse en la acción y en el ser, donde nuestras historias y vivencias son parte de la caja de herramientas que tenemos que pulir para poner al servico de las familias y parejas que consultan.
Y comprendimos que el saber no está sólo en entrenar la mente, sino que el verdadero aprendizaje es aquel que se nutre de nuestras experiencias y  nos compromete por entero, tal como decía Francisco Varela: “La mente está en todo el cuerpo humano”. Aprendimos que apostar por los recursos es una vía necesaria para facilitar cambios y que ser un buen terapeuta o al menos uno lo suficientemente bueno, requiere de un ejercicio de vasta humildad donde el mayor aprendizaje muchas veces nos los da la propia familia que es sujeto de atención.
Si esta historia fuese un libro probablemente el último capítulo tendría que llamarse algo así como “El cierre de un ciclo acompañado de un profundo sentimiento de gratitud”. Y es que no podemos partir sin agradecer por haber recibido este regalo. Porque sin duda, el tener el espacio para detenerse semana a semana haciendo una pausa en nuestras vidas para disponernos a redescubrir el mundo a los ojos del enfoque sistémico no puede ser más que un privilegio. Agradecer a nuestros profesores, por su entrega, cariño, dedicación y generosidad en la transmisión de su saber. Gracias por ser fuente de admiración, vocación e inspiración en esta cruzada. Agradecer al equipo central, la Verito, Priscila, Fabiola y Rodrigo por estar siempre ahí, apoyando, sosteniendo y haciendo que este proceso fluyera. Por último agradecer a la vida porque con sus misterios y sincronías permitió que nuestros tiempos confluyeran y dio pie para que de este encuentro surgiera una nueva generación de terapeutas familiares.
María Paz Badilla
Psicóloga
Terapeuta Familiar y de Parejas Instituto Chileno de Terapia Familiar

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