martes, 22 de octubre de 2019

UNA REFLEXIÓN TRASNOCHADA DEL DÍA VIERNES 18 DE OCTUBRE DR. SERGIO BERNALES M.


Una reflexión trasnochada del día viernes  18 de Octubre
Dr. Sergio Bernales M.

¿Es una vuelta a la utopía lo que estamos viviendo?
¿Es esto posible?
¿O sólo lo explica la emocionalidad?

Algunas razones que pueden explicar lo que sucede:

1.- Los seres humanos somos una mezcla de individuo libre e individuo social determinado por un proyecto de libertad y de comunidad.
2.- El proyecto comunitario en la modernidad dio origen al socialismo. El proyecto de libertad individual permitió la llamada sociedad libre con énfasis en los derechos individuales.
3. El proyecto comunitario se asentó en los socialismos reales, el proyecto de libertad individual en el crecimiento económico basado en el consumo.
4.- Los socialismos reales fracasaron, pero no su utopía emocional en Chile. El gobierno administra la idea de crecimiento sin utopía y moviliza emociones vinculadas a las pérdidas ligadas a los derechos sociales individuales.
5.- El anarquismo se hace cargo de esa tensión y conduce la asonada social.
6.- La gente que se siente vulnerada participa desde lo emocional utópico desde dos lados: estando en contra del gobierno  y sintiéndose impotente de generar soluciones, sin reflexionar que el perjuicio del resultado será mayor si se desbanda hacia un anarco-liberalismo.
7.- Lo que antes era una oposición ciudadana canalizada en proyectos políticos hoy es una oposición sin proyectos y dividida.
8.- Los administradores  de estos residuos utópicos es la masa frustrada que arremete contra el poder que hiere sus sueños individuales y comunitarios sin tener claro hacia dónde dirigirse sintiéndose sin salida y sin líderes que los orienten.
9.- El gobierno queda desbordado, la oposición sin proyecto queda también fuera.
10.- La utopía emocional sin liderazgo se convierte entonces en estallido social y es lo que vivimos.
11.- El sociólogo E. Durkheim señala  el momento en el que los vínculos sociales se debilitan y la sociedad pierde su fuerza para integrar y regular adecuadamente a los individuos generando fenómenos sociales tales como la anomia.

Queda por saber cómo se resolverá lo que está pasando, lo seguro es que no estábamos en un oasis, como lo dijo Piñera.

Con lo escrito, he querido expresar alguna distinción y hacerme una pregunta que permita explicarme algo de este estallido social. En su transcurso aparecen muchísimos matices, que al encontrarlos en su dimensión pacífica y creativa me devuelve un cierto optimismo.
Por ahora, me parece que el divorcio del individuo social y el de la libertad individual solo se están encontrando en la escalada simétrica en el que cada polo defiende mal lo suyo. Si se lo pensara en términos de terapia sistémica, y solo como un ejercicio cívico, al individuo social se lo legitima en sus reivindicaciones de justicia, integración y deseo de lo en común y se lo contiene en las formas de obtenerlo (sin violencia destructora); al de la libertad  individual se lo legitima en su capacidad de elegir y conducirse y se lo contiene en la aceptación de las reglas sociales en que se inserta y quizás en la postergación de sus deseos materiales inmediatos.

En los días posteriores y ante la radicalización de lo que está aconteciendo me surge una reflexión que quizás distingue un fenómeno más polémico respecto a lo que estamos viviendo como crisis.
Cuesta entender haber participado desde hace meses, tanto en nuestro trabajo profesional en psicosocial como en la participación en políticas públicas a las que hemos sido invitados, de la situación de vulneración de NNA de parte del Estado, del reclamo sobre las pensiones, de la atención en salud y sus largas listas de espera, del misérrimo sueldo mínimo, de los abusos en muchas instituciones de servicios que los prestan deficitariamente, de las largas colas de los paraderos, de la insensibilidad del gobierno que se justificaba en medidas tecnocráticas amparadas por contratos que no había firmado esta administración, más un largo etcétera, junto a una propaganda que invita a comprar todo tipo de cosas que se ofrecen a crédito y permite un endeudamiento de la población más allá de sus reales posibilidades. Agrego el discurso, ya no creíble, de la conjunción de una crisis económica USA-China y la eterna promesa de tiempos mejores en un mañana que nunca llega.

Lo que habitualmente veíamos era la vieja pobreza, una clase media emergente (a veces más bien en el papel) y la presencia de una nueva generación con otra postura ante la vida, la sociedad y los otros. Con esos antecedentes, cómo no haber intuido, si nos jactamos de ser sistémicos y contextuales relacionales, la presión de una olla por reventar expresada en la fuerza y virulencia de la protesta en curso.

En un artículo leí, a propósito de la película Guasón, que “tras el asesinato, el Guasón explica que su acción es el reclamo de los que nada tienen, de los que sufren sin que nadie se detenga a ayudarlo, y de los que simplemente no existen para el mundo”, quizás una fuente inspiradora de este tipo de estallido social.

Esa es en buena parte la discusión. El tejido social se ha debilitado debido a esas injusticias en un sistema que se llama a sí mismo democrático y que el gobierno ratifica.  Sin embargo, funcionar democráticamente supone erradicar del vocabulario del presidente la palabra guerra como la empleó el domingo y usar su autoridad para hacer cumplir las reglas democráticas en pro de la convivencia social. Ni que hablar todavía, en estos términos, de un nuevo acuerdo nacional.
A ello quiero agregar mi mirada de los manifestantes. Hay dos grupos: uno más bien carnavalesco cuya protesta es festiva y pacífica (como dice Carlos Peña) y otro violentista que saquea lo que encuentra a su paso, ambos con una presencia mayoritaria de jóvenes inmediatistas (como suelen ser los jóvenes), en estos tiempos más apegados al consumo (¿algunos o muchos? ), unos porque quieren más, los otros porque no pueden, ambos intolerantes con la frustración. A ellos se suma el descontento de personas que sufren la inequidad más que la antigua pobreza (Chile, país pobre la ha reducido de 40% a 10% según señala la Fundación para la Pobreza en los últimos decenios), que sufren y enojan de observar la corrupción ya probada de militares y carabineros (como lo han demostrado las instancias judiciales), pasando por la enorme crisis de las iglesias, que sufren de ver los castigos nimios a empresarios inescrupulosos (ya ni necesario de ser nombrados), situaciones todas ellas que desacreditan a las instituciones. Se suma a lo anterior un aparato legislativo visto como inoperante, farandulero y clientelista, hasta culminar con una tendencia a judicializar todo tipo de conflictos vinculados a los derechos humanos y sociales, para peor sin resultados, agravantes del descontento social.

Hay en todo esto, más que la pobreza, una protesta sobre la inequidad, la de la clase media emergente que quiere consumir más y rápido, liderada espontáneamente por el cambio generacional y un tejido social contaminado por el individualismo neoliberal preconizado por el gobierno de un modo inconsecuente y sin autoridad.

Como decía el escritor Jorge Semprún respecto de esta generación de jóvenes que nos está sucediendo (una generación  que lo quiere todo YA), el tema no es “que mundo le voy a dejar a los hijos sino a qué hijos les dejo el mundo”.

Esta enorme protesta y revuelta nos hace ver que estamos ante una crisis de gobernabilidad democrática que la hace peligrar y la desafía, con el riesgo de volver a una dictadura que se vuelve a asomar a la vuelta de la esquina y nos recuerda un pasado al que no quisiéramos volver o en poco tiempo a gobiernos populistas que nos aseguran la inutilidad de las protestas sin conducción política.
Esto no lo ven los políticos de oposición y no lo administra el actual gobierno.

El resultado ha sido un tipo de protesta pacífica  (de mayor conciencia política, a mi juicio algo ingenua) y otra anómica (con mayor conciencia del conflicto y sin temor de él, por eso más violenta) que se expresa en dos tipos, los que roban y saquean y los que rompen bienes públicos e incendian después de saquear. Y para mayor desgracia, el gobierno llama a las instituciones que más se han visto envueltas en la corrupción a poner orden, porque no lo ha podido hacer solo, desoyendo la necesidad de cambios en equidad que la sociedad reclama, vaya paradoja.

El drama es que los que habitualmente sufren serán los más perjudicados si persiste lo que en mi opinión se observa: un movimiento sin conducción y sin líderes que se sitúen como interlocutores válidos para canalizar este reclamo de inequidad y permita un nuevo pacto social que debe ser necesariamente político y bajo formas democráticas.

Me gustaría finalizar con algún párrafo optimista y el único que se me ocurre es la invitación a participar en las instituciones intermedias de las que formamos parte como terapeutas, como profesionales en temas de interés público, como padres, como barrio y como ciudadanos, con el objetivo de ayudar en la mantención de una democracia que no se defienda solo con el voto.


5 comentarios:

Claudia Sarrazin dijo...

Excelente comentario Sergio. Vamos a tener que esforzarnos en encontrar los "recursos" en nuestra sociedad.

Unknown dijo...

Lúcido comentario Sergio. Gracias

Carolina D dijo...

Distintos ángulos para reflexionar sobre lo que observamos y somos parte...excelente

Anónimo dijo...

Me parece una buena reflexión. Desglosarla implica incorporar el tiempo como palanca, no como una pared.

Unknown dijo...

Excelente reflexión y análisis tanto de los acontecimientos actuales, como las hipótesis de sus posibles causas, por supuesto multicausales, relacionales, profundas, que un ingenuo detonante, abrió una grieta como un Tsunamí, la estructura real que corría debajo de una bella montaña, pero finalmente con hendiduras inmensas, - así están nuestros pueblos latinos; Colombia el mío, y por supuesto muchos otros del mundo, - que si los gobiernos no saben sortear estos movimientos que representan diferentes orillas del pueblo, no será fácil encontrar salidas... (años atrás, estudié en el ITF de Santiago de Chile, en mi trabajo final, mi seminario, uno de los profesionales que entrevistamos fue a Sergio, aún lo recuerdo, excelente entrevista y conversación contigo. Gracias de nuevo, recuerdos desde Medellín - Colombia.